Episodio treinta y seis.

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Mientras que el ejército en King's Landing se mantenía alerta detrás de los muros ante cualquier señal del ejército enemigo, Peter dirigía con astucia a los miles de hombres que andaban trás él por el camino hacia el castillo real. Faltaban horas para llegar a King's Landing, Peter lo sabía perfectamente porque sentía el ambiente seco tan común de aquel lugar. Y aunque no podía negar que sus músculos estaban tensos por culpa de los nervios, se insistía a él mismo en que tan sólo sentía emoción por el hecho de volver a ver a sus sobrinos.

Sí, porque por más loco que fuera, sus sobrinos seguían siendo su familia, y los quería. Al igual que quería a su hija, quien venía cabalgando junto a él, con su pequeño ejército a sus espaldas.
Se habían encontrado en el bosque para no generar más tiempo. Malia, la única y bastarda hija del lobo, era persistente, a lo que permaneció junto a su padre durante la mitad del viaje; guardando​ silencio, claro, pero presente.

Era de noche, y el aire soplaba fresco. Las olas del mar golpeaban con fuerza en la bahía real, y la oscuridad del mismo les hacía casi imposible de ver a los hombres que cuidaban la bahía. Equipados con antorchas, espadas, hachas, lanzas o arcos; el ejército de Winterfell se hallaba sobre los muros que rodeaban King's Landing. Y a su vez, sólo algunos de los kitsunes se encontraban de pie en la bahía. El resto del ejército real se hallaba dentro de los muros, cuidando las entradas secretas, y teniendo la responsabilidad de que sus próximos enemigos no entraran al castillo.

Lydia estaba preocupada, mirando por la ventana en busca de su ejército de mujeres. ¿Por qué tardarán tanto en llegar? Se preguntaba una y otra vez. Cora observaba a la banshee con algo de duda, desconfiando de ella un poco, y cuando estuvo a punto de alegarlo, los betas de Derek se hicieron presentes.

– ¿En dónde está Derek? – preguntó Erica mientras se ataba la última parte de una armadura plateada a su brazo derecho.

– En su despacho – contestó la reina, dándole un par de golpecitos a la armadura de la beta –. Linda armadura – expresó para quitarse los nervios.

– Gracias, supongo – dijo Erica, sonriendo ligeramente –. ¿Alguna noticia?

– Ninguna – respondió la banshee desde su posición frente a la ventana –. Pero creo que no falta mucho para que lleguen.

– Espero y tu ejército llegue antes de que Kate lo haga – alegó Cora con indiferencia. No quiso agregar más, pues ya se sentía demasiado estresada como para pensar lo que diría. Además, Michael estaba llegando al salón del trono, en donde ellos se encontraban, en ese instante. Así que decidió cambiar el rumbo de su conversación.

– Vengo desde las puertas del Oeste – informó el humano con su voz agitada –. Hemos visto al ejército de Kate marchando hacia acá.

– ¿Qué tan cerca están? – inquirió Cora.

– No lo suficiente como para atacarlos – dijo Michael, soltando un suspiro –. Parecen ser más de los que creímos...

– Tenemos el castillo, eso ya es ventaja – apoyó Lydia, quitándose de la ventana –. Me uniré a la lucha con los kitsunes de la bahía. Seguramente allí llegarán mis refuerzos, y me necesitarán para subirles la moral.

– Perfecto – exclamó Michael –. Yo apoyaré a los humanos en los muros.

– Y yo partiré culos en el lugar que sea – dijo Cora, tomándose el cabello con una coleta alta –. Erica y Boyd estarán con mi hermano. ¿Dónde? No sé, pero estarán.

– Derek no nos ha dicho nada al respecto – mencionó Boyd, encogiéndose de hombros.

Justo en ese momento, un hombre entró al salón del trono, cargando un gesto de prisa y desesperación absoluta. Los presentes le miraron asombrados, esperando por oír lo que el hombre tenía que decir.

The winter is coming...(Sterek)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora