Capítulo 26

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-Eren- lo llamó Mikasa con lágrimas ya desbordantes – despierta.

Eren se movió un poco, y sus párpados temblaban por la fuerza en que estos se presionaban contra los lados de sus cuencas.

-Eren – Mikasa lo zarandeo un poco, necesitaba tanto de él en este momento, necesitaba oír algo para sentirse mejor, pese a la situación creía que él la podría animar con algunas palabras, como si eso mágicamente diera la solución a todo.

Escuchó como personas en grandes cantidades pasaban cerca a la puerta de la casa en donde ambos se hallaban, arrastró un poco más al castaño hacía un hueco entre dos muebles con cajas, en un rincón de ese espacio de la casa que para su suerte estaba completamente solitaria, y si afuera ya estaba los tonos algos oscuros a razón que el sol ya estaba camino para ocultarse el ambiente dentro donde ahora se hallaban existía una buena diferencia de nivel de oscuridad.

Acarició su mejilla, pasando y permitiéndose quedar sus dedos en ese lugar donde esas marcas quedaban alrededor de sus ojos luego de salir de su titan, la temperatura en la que se encontraba su piel era bastante alta. Esta situación la destrozaba, con el solo pensar que pronto los hallarían puesto el bullicio de afuera aún estaba presente, de seguro los estaban buscando.

No sabía qué hacer para cambiar las cosas, si eso llegaría a ser posible, aún su cuerpo no rendía todo el potencial, a duras penas logró dar con esta vivienda que con suerte no había nadie habitándola y a juzgar por las cajas probablemente era un almacén.

Y pensar que estarían muertos de no ser por Mike quien, a pocos metros de Armin, Eren y ella asesinó a aquel titan, evaporándose cerca de ellos, cerca de un Eren con un brazo envuelto en ellos dos mientras que el otro brazo se extendía como un escudo protector.

Cayeron en cuenta de lo que sucedía sólo cuando el fuerte sonido del titán golpeó el piso retumbando sus oídos, viendo en la escena a Mike encima de aquel titán.

Llegando a la conclusión que aquel titán que yacía muerto, era Mortis.

.

.

Ya era el quinto trapo mojado que le colocaba en la frente y su temperatura no hacía esfuerzo alguno en bajar.

Con su capa tendida en el suelo evitó que el cuerpo del castaño haga contacto con el frío piso, con una mantilla pequeña que consiguió dentro una de las cajas donde buscó medicamento sin éxito alguno tapó las piernas desnudas de Eren quien prácticamente tuvo que ser desprendido a la fuerza de aquel montón de carne ya desintegrándose dejando gran parte de su ropa en ella, como la tela de su pantalón de sus medios muslos para abajo, su torso tampoco contaba con casi nada, el viento y el trajín hizo que cada pedazo de su camiseta destrozada se quede en algún lugar que desconocía.

Dios no sabía qué hacer, salir a buscar ayuda sería entregarlo, entregarlo para ser juzgado injustamente por algo que él no tenía la menor culpa, quedarse aquí tampoco estaba siendo de ayuda para su salud, él parecía estar sufriendo mucho tras esos gestos contrayéndose y el sudor en su rostro.

Acurrucándose junto a él trató y rezó por brindarle algo de confort y remedio a ese cuerpo magullado hirviendo que su chaqueta y esa mantilla apenas lograba cubrir y que ese trapo mojado sobre su frente no conseguía enfriar. No tenía buen conocimiento de cómo tratar con la fiebre, pero en los recuerdos con sus papás ellos solían mantenerla con un paño húmedo sobre su frente mientras ella yacía echada sobre su cama cubierta por una frazada, con su papá sentado junto que le contaba alguna historia que sus propios padres se lo habían contado, sintiendo al poco tiempo como su olfato se llenaba del olor de una rica sopa de pollo caliente que iba en aumento junto al sonido de unos pasos dejando ver a su mamá salir de la cocina con una plato, dirigiéndose a ella.

El peso de una promesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora