Dolor

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Abrí los ojos aunque creí que ya estaba despierta.

— Bel. ¿Estas bien? — preguntaba ella mientras caminaba hacia mi.

Alucinaba...

No era real. Mi pecho latía con fuerza mientras cada segundo de mi vida se hacia más y más turbio.

¿Qué era esto? ¿Qué rayos pasaba?

Me puse de pie mirando a Rebecca fijamente. Estábamos en mi habitación, ella a unos pasos de mi.

— ¿Viste algo?

Negué con la cabeza, apresurada me senté en la esquina de la cama abrazando a mis piernas sintiendo como las lágrimas corrían por mi rostro.

— ¿Qué sucede Bel? — inquirió.

Ya no podía hablar, mi mente divaga sobre ciento de conjeturas que podrían explicar lo que había vivido, fue tan real. Todo todo era tan real...
Se sentó junto a mi acurrucandome en sus piernas, ambas desgraciadas y malditas. 
Malditas, eso eramos.
Él infierno nos arrastraba poco a poco a la locura.

— Tal vez ya estamos muertas y este es nuestro limbo — dije susurrando.

— Estamos vivas — respondió Rebecca.

— ¿Cómo sabes? — quise saber.

Ambas temblabamos, no de frío sino por el temor a lo desconocido, a nuestro futuro incierto.

— Sentimos dolor Bel. Si estuviéramos muertas ya no sentiríamos nada...

El eco del aullido de los perros nos ponía alerta, el viento susurraba en la ventana. Las sombras atravesaban la habitación mostrándose para intimidar, sin forma humana, sin ojos, sin voz. Solo oscuras apariciones turbulentas que buscaban enloquecernos aún mas.

¿Cómo sé que es real y qué no?
¿Juegan con mi mente o solo alucinó?

Una enorme sombra se situó sobre mi, mi amiga solo atino a gritar.
El ente me tomo de las manos y abrió sus fauces para tomar algo mio y arrancar la vida de mi cuerpo. Agitaba mis piernas con fuerzas e intentaba no mirarlo. No podía gritar, de pronto toda mi complexión se endureció y quede rígida tendida sobre las sabanas mientras sentía como algo se posicionaba justo encima de mi cuerpo. 
Allí inmóvil en la cama veía a Rebecca alejarse poco a poco con las manos en la boca aún gritando y las lágrimas surgiendo de sus ojos.

Mirame Ordeno la cosa que me sostenía con fuerza de los brazos.

Allí estaba él, con su rostro perfecto y sus ojos brillosos, tal como recordaba haberlo visto cientos de veces.

Bel, yo nunca te haría daño.

Era William...

Era William

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WILLIAM (Historia Corta) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora