CAPITULO 18_2

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No encendió ninguna luz. Kibum entró en casa y dejó que la costumbre lo condujera hasta su habitación. Sin ánimos ni para quitarse el abrigo, soltó la mochila y se dejó caer de bruces sobre la cama. Hundió el rostro en el edredón y sollozó desconsolado.

¿Cómo había podido ser tan idiota? Había visto amor en sus ojos, sí, ¿pero acaso no sabía ya que Minho lo amaba? Debería haber estado preparado para eso, pero su mirada, apasionada y confundida mientras se acercaba con la indecisa intención de besarlo, le hizo creer que un nuevo comienzo era posible. ¡Idiota, estúpido, imbécil! Minho era su pasado. Siempre sería su pasado.

La llamada a la puerta lo sobresaltó. Se giró boca arriba mirando al techo donde se reflejaba la luz que llegaba desde los postes a través de la ventana. Esta noche no estaba en condiciones de soportar los consejos y las advertencias de Dongwoon. Tampoco su charla amistosa que siempre lo ponía de buen humor.

Pero el timbre volvió a sonar con insistencia. Resignado, se levantó y se quitó los guantes y el abrigo. Se secó las lágrimas con las manos y se golpeó levente las mejillas. Según se dirigía a la entrada encendió la luz del pasillo.

El corazón se le detuvo un instante cuando lo vio en la penumbra del rellano. Chorreaba agua como si hubiera permanecido horas bajo el diluvio. Kibum se quedó inmóvil, con la mano en la manilla de la puerta, tratando de apreciar su semblante en la oscuridad.

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εїз ~ εїз ~ εїз ~ εїз ~ εїз ~ εїз ~ εїз ~ εїз ~ εїз

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Minho inspiró con energía a pesar de que sus fuerzas hacía mucho que le habían abandonado. Dudó, pero no por él. Minho se había torturado hasta tomar la decisión de aceptar las consecuencias sin importarle cuáles fueran. Dudó por Kibum, por su respuesta. Temió que apenas escuchara lo que pensaba decirle le pidiera que se fuera.

Atrapó aire de nuevo y lo expulsó con lentitud, como si dejarlo marchar doliera.

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—Te deseo —confesó al fin, con voz rota— Llevo más de cuatro años deseándote... Cuatro años soñando con abrazarte, con besarte... —contrajo las manos en el interior de los empapados bolsillos— Cuatro años anhelando sentir el calor de tus brazos alrededor de mi cuerpo... el roce de tus labios... —avanzó un paso que le sacó de las sombras. Su descarnado deseo llameaba en sus ojos achocolatados— Cuatro años muriéndome de necesidad de entrar en ti... esperando entrar en ti para volver a sentirme vivo —las piernas de Kibum flaquearon y se aferró con fuerza al tirador metálico. No podía creer que el hombre que amaba, el hombre que tenía razones para guardarle resentimiento eterno, le estuviera confesando que lo había echado de menos, que lo necesitaba.

—¿Cuánto... tiempo más vas a esperar? —musitó sofocado y anhelante.

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Minho expandió el pecho y se llenó los pulmones de oxígeno. Con un suspiro más animal que humano lo exhaló al tiempo que se abalanzaba sobre Kibum despojándose de la casaca. Devoró con avidez su boca, y sus manos se deslizaron por su cuerpo buscando el redondeado y firme trasero. Toda su contención estalló a un tiempo. Su necesidad física y su hambre de espíritu se fundieron hasta que no pudo discernir cuál de los dos buscaba satisfacción con más urgencia.

Lo llevó consigo hasta encontrar el apoyo de la pared. Kibum gimió al sentir el impacto en su espalda... como aquella primera vez. Pero en esta ocasión no existía la prisa y la emoción por descubrirse. Esta vez la celeridad de Minho era ansiosa, desesperada. Sus besos apenas si lo dejaban respirar y sus caricias eran rápidas, precisas y efectivas. No había atenciones ni palabras amorosas. No había seducción. Todo era como una enloquecedora carrera con la que saciar con precipitación años de dolorosa carencia.

No supo cuándo le desabrochó los pantalones. Reparó en ello cuando él se apartó para deslizárselos de un tirón. Después lo alzó, sujetándolo por las nalgas, y le incitó a que le rodeara con sus piernas las caderas, también desnudas.

Lo hizo con firmeza, dispuesto a entregarse. Su mente se anticipó al placer y su garganta emitió un ronco e involuntario gemido.

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—Espera —susurró él sin aliento— Espera. Quiero sentir tu piel en la mía —jadeó ahogado al tiempo que le soltaba los botones de la camisa. Kibum le sacó el jersey por la cabeza y se quedó mirando sus ojos. Sus ojos ardían con la misma fiebre del pasado. Dejó de verlos cuando él lo penetró y el gozo le hizo cerrar los suyos.

—Di que me amas —suplicó Minho entre jadeos— Dilo como si fuera verdad.

—Te amo —gimió Kibum, mientras Minho lo embestía con fiereza— Te amo, te amo, te amo.

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Minho atrapó de nuevo su boca, y Kibum no supo si para acallarlo o porque necesitaba besarlo mientras entraba en él y se apoderaba de todo su ser; el ser que nunca dejó de pertenecerle.

Le dejó respirar para gritar como un animal herido cuando sintió que a Kibum llegaba el orgasmo y Minho dejó de retener el suyo.

No soltó a Kibum. Resolló junto a su boca mientras recuperaba el aliento. Kibum estrechó el encierro formado por sus piernas para no perder el contacto con su cuerpo y le acarició la cabeza, todavía empapada de lluvia. Le sintió estremecerse y recordó que había dicho que necesitaba sus abrazos. Suspiró, fatigado aún, y le estrechó con fuerza contra su pecho. Sonrió al escuchar un ronco sonido de alivio.

Minho permaneció inmóvil, temeroso de que cualquier simpleza pudiera acabar con el lánguido gozo que sentía, con la placentera extenuación. La piel de Kibum olía y sabía como la recordaba, su boca tenía el gusto que recordaba, su cuerpo le colmaba hasta desbordarle tal y como recordaba.

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—Te amo —oyó a Kibum susurrar... y en un instante Minho le cubrió la boca con la palma de la mano y lo miró a los ojos, encendido y furioso.

—Ahora no —murmuró tenso— Ahora no.

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Kibum parpadeó sorprendido, pero aceptó con un movimiento silencioso.

Entonces Minho aflojó la presión de su mano y la escurrió despacio hacia la barbilla. Cuando contempló sus labios, enrojecidos y lastimados, volvió a someterlos al dominio de su boca y a iniciar nuevas y apremiantes caricias.

Kibum gimió al sentir la precisión y la urgencia con la que lo invadía. Se arqueó para proporcionarle un mejor acceso, y la respuesta salvaje y directa de Minho le dijo que tampoco esta vez lo poseería despacio.

Intentó susurrar que le amaba. Minho lo sujetó por el cuello, sin ninguna ternura, y volvió a silenciarle la boca con la suya.

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εїз ~ εїз


Continuara...    

Je T'aime Et Je Te Hais _ Adaptacion (MinKey)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora