CAPITULO FINAL

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Minho gimió, aliviado. Todos los sonidos a su alrededor se apagaron. Todos, excepto el murmullo, dulce y entrecortado, de su llanto. Se apartó ligeramente hasta que pudo verle los ojos. Tragó, conmovido por sus lágrimas, y lo miró con la misma emoción con la que lo había descubierto hacía unos segundos, cuando el dolor físico le tenía postrado en el suelo; con el mismo amor que le ayudó a levantarse utilizando el apoyo de la pared para no preocupar a Kibum; con la misma necesidad de llenarse el espíritu y los ojos de él. Lo contempló queriendo olvidar el miedo atroz que había tenido, no a morir, pero sí a esa muerte que le condenaría a pasar la eternidad sin Kibum. Lo dibujó con los ojos mientras Kibum le acariciaba el rostro con dedos trémulos asegurándose de que lo tenía a su lado, y esta vez para siempre.

Siguió con la mirada la hilera abierta del cierre de la casaca de Kibum buscando el punto bajo el que se formaba su hijo. Kibum, que no se había perdido ni uno de sus emocionados gestos, le sintió estremecer. Le cogió la mano izquierda y la condujo por la abertura de la prenda hasta posarla en su vientre, donde ya latía el pequeño corazón.

Alzaron a la vez los ojos, incrédulos y dichosos mientras el algodón de la camiseta traspasaba el calor de la palma abierta. Kibum sonrió y la apretó más contra sí. Entonces se abrazaron con ímpetu, con fuerza, como si necesitaran estrecharse hasta cortarse el aliento para asegurarse de que nada de cuanto estaban viviendo era un sueño.

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—Creí que no llegaba —dijo Kibum entre nuevos sollozos.

—Y yo que no volvía a tenerte así, a mi lado.

—Creí que desaparecías de mi vida, y... y esta vez para siempre —musitó Kibum.

—Y yo que me iría sin acariciarte una última vez y sin confesarte que te amo más que a mi vida —bajó el rostro hasta rozarle los labios, húmedos y con sabor a mar. Se besaron con desesperada ternura, se bebieron con la feroz ansia que el miedo a perderse les había cosido a las entrañas. Pero ni la profunda calidez de sus bocas colmaba por completo el anhelo con el que se deseaban— ¡Dios, cómo necesitaba verte y sentirte así, conmigo! —exclamó enterrándose en el cuello blanquecino de Kibum— Esa noche iba a decirte que te amo más que a nada en el mundo. Iba a pedirte que habláramos de lo que quisieras, cuando quisieras, todas las veces que quisieras. Pero solo te hice daño por... —la angustia de aquel momento volvió a encogerle el corazón— Perdóname por todas las cosas terribles que te dije, pero tenía que hacerlo. Necesitaba alejarte de mí y no encontré forma más segura de lograrlo que ganándome tu odio.

—Nunca podría odiarte. No existe nada que puedas hacer para conseguirlo.

—Lo sé —susurró cerrando los ojos— No se puede odiar cuando se ama de esta manera. Yo lo sé. He puesto mi alma en intentarlo —Kibum sonrió, recostado en su pecho. Por el ajustado espacio entre la manga de cuero de la casaca de Minho, pudo apreciar dos cadáveres. Reconoció la figura impecablemente vestida de Chun Jae Man, boca abajo, junto a la puerta abierta de su lujoso Mercedes negro. Se encogió al sentir un escalofrío.

—Ya ha pasado, gatito —dijo él al notar su temblor— Todo ha pasado. Nadie te hará daño jamás.

—Dime que no lo has hecho tú —suplicó.

—¿Importa eso? —preguntó, tenso, abrazándolo y conteniendo la respiración.

—Dime que no lo has hecho —insistió angustiado— Dime que esto no volverá a separarnos.

—No sufras. Todo va a estar bien —le acarició la espalda con suavidad— Él me ha ayudado —alzó los ojos, extrañado, y se encontró con su tranquilizadora sonrisa— El oficial —aclaró tomando aire— Al enterarse de la verdad, de los planes de Chun Jae Man y de la existencia del CD, quiso pactar conmigo. Llegó a casa cuando yo pensaba que todo había terminado, me expuso sus planes y no tuve más remedio que aceptar —deslizó la mirada por cada línea de su sorprendido rostro— Lo que me ofrecía a cambio era demasiado valioso como para no tragarme el orgullo.

Je T'aime Et Je Te Hais _ Adaptacion (MinKey)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora