CAPITULO 13_2

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Su semblante, al entrar en los servicios masculinos de la comisaría, indicaba que estaba contrariado. Se acercó a la hilera de lavabos a la vez que doblaba, con gesto brusco, los impecables puños de su camisa blanca. Tras él entró el agente Park. Un gesto silencioso del oficial y el joven se inclinó para avistar por la zona inferior de las puertas de cada excusado, abriéndolas después para asegurarse de que no tenían compañía.

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—Despejado, señor —y se acercó lo bastante como para que su superior no tuviera que alzar la voz, pero guardando una prudente y respetuosa distancia. Dongwoon tardó en comenzar a hablar. Se enjabonó las manos con parsimonia, con el único fin de tranquilizarse.

—No puedo creer que no tengas nada —dijo con destemplanza— No puedo creer que alguien con tu ambición no sea capaz de llevar a cabo una misión tan simple —el agente sacó pecho dentro de su uniforme. Nadie le había indicado que se mantuviera firme, pero lo hacía con la misma rigidez con la que acostumbraba mantenerse en formación.

—Disculpe, señor, pero no puedo averiguar nada si lo único que se me permite es intimar con antiguas novias del sospechoso.

—¿Estás insinuando que no sé hacer mi trabajo? —le miró a la vez que se retiraba la espuma bajo el chorro de agua frío.

—No, señor —se apresuró a responder— Nunca se me ocurriría, señor —Dongwoon cogió una toalla de papel del dispensador automático y se volvió a mirarle. Se apoyó sobre el lavabo frotándose las manos con el suave pliego blanco.

—Una amante despechada es siempre un pozo de información, sobre todo para un buen policía. Pero estoy empezando a creer que me he equivocado contigo —el agente se cuadró, más ofendido que nervioso.

—Con el debido respeto, señor, no se puede sacar información de lo que no existe. Y le aseguro que no hay mujeres despechadas en este caso —el oficial sonrió abiertamente. Le gustaba el velado desafío en los ojos del joven agente, su controlado gesto de rabia. Sabía que el orgullo herido a menudo se transformaba en plena eficacia.

—¿Qué necesitas para conseguir resultados? —arrugó la toalla y la arrojó al cubo de basura.

—Libertad de movimiento, señor —se atrevió a solicitar—. Poder seguir a quien yo crea conveniente y en el momento en el que lo necesite sin perder tiempo en localizarle y preguntarle a usted.

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¿Confiaba en él hasta ese extremo?, se preguntó mientras volvía a abotonarse los puños. ¿Sería Park lo bastante astuto como para actuar sin dejarse notar? Si Kibum descubría lo que estaba haciendo no se lo perdonaría nunca, y no estaba dispuesto a perderlo por la ineptitud de un subordinado.

Observó con atención al joven agente. Le gustó que le mantuviera la mirada. Vio osadía, pero también el punto adecuado de prudencia.

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—Voy a acceder —hizo una pausa durante la que siguió analizándolo— Si consigues lo que quiero, yo obtendré para ti ese ascenso que tú deseas. Pero grábate bien lo que te voy a decir: si me comprometes, con Kibum o con quien sea, archivarás estúpidos documentos hasta el día del juicio final.

—Me gustan los desafíos, señor —aseguró con orgullo.

—Y a mí me gusta la eficacia, la limpieza, la discreción. ¿Tienes algo así en ese cerebro de novato?

—Lo tengo, señor.

—¡Pues demuéstralo! —advirtió apretando los dientes— Demuéstralo antes de que decida que has agotado tu tiempo.

Je T'aime Et Je Te Hais _ Adaptacion (MinKey)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora