CAPITULO 12_1

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Minho tuvo que dar algunas explicaciones a Hyun Ah. No la había visto el sábado y tampoco sabía si podría encontrarse con ella en algún momento de ese domingo. Ante la imposibilidad de decirle la verdad sin herirla, se escudó en su necesidad de estar solo, de poner en orden sus ideas, de encontrar un nuevo plan que sustituyera al que había tenido que abandonar.

La misma disculpa utilizó con Hyun Seung cuando este le pidió cuentas de lo que había hecho el día anterior. Le pareció curiosa la mezcla de enfado y satisfacción con la que le habló del tiempo que había compartido con Hyun Ah, de la cena que habían preparado entre los dos mientras esperaban a que él llegara. Pero no le extrañó que lo que mostrara no fuera solamente enojo. Ella era una criatura maravillosa, capaz de robar el corazón de un hombre en una sola tarde.

La conversación entre los dos amigos fue breve. Minho engulló deprisa el desayuno especial de los festivos y salió de casa sin haber dicho nada de su encuentro en el café ni del lugar en el que iba a pasar una buena parte de ese día.

Antes de preocupar a ninguno de los dos, quería asegurarse de que aceptaría el trabajo.

Se desplazó hasta Haeundae en su viejo auto. Cuando llegó, Kibum y el cliente le esperaban conversando en el jardín delantero, junto a la carretera.

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—Es un placer conocer a un verdadero artista —le había dicho, estrechándole la mano, el que le fue presentado como el señor Goo— Me han dejado a mí la responsabilidad de convencerte, pero dejaré que sea el lugar quien lo haga. Él te hablará mejor que yo. Sé que tienes la sensibilidad que se necesita para escucharle.

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Minho se preguntó qué le había contado Kibum de él para que se mostrara tan fascinado. De lo que estuvo casi seguro era de que no le había dicho que era un presidiario. Sabía cómo reaccionaba la gente ante los que habían pasado un tiempo entre rejas, y cliente le trataba con respeto, casi con reverencia.

Kibum le contempló a distancia. Había decidido no tomar parte activa en la conversación para no interferir de forma negativa. Pero no quiso perderse ninguna de sus reacciones. Sobre todo la primera, cuando llegaron a la zona trasera del chalé y les azotó el recio viento del norte.

A Minho, la sensación que le invadió le resultó indescriptible. Se llenó los ojos y el alma contemplando el encrespado mar de frente y los rocosos acantilados que custodiaban la playa por ambos lados. A sus pies, el césped al que apenas un metro de pendiente herbácea y rocas separaba de la fina y dorada arena. Y el cliente quería que esa grandiosa sensación de libertad imperara en todos los espacios de la casa.

Le pareció curioso. Nadie más que él podía sentir lo que era la libertad. Nadie mejor que él podía recrearla entre cuatro paredes. Nadie, con más precisión que él, podía abrir ventanas imaginarias donde solo había muros. Al fin y al cabo era lo que, en su lucha por subsistir, había estado haciendo durante cuatro largos años.

Una vez dentro de la vivienda, le resultó más difícil ignorar la presencia de Kibum. Si bien era cierto que este hablaba poco y siempre con el cliente, también lo era que estaban en un espacio cerrado y que hasta las estancias más amplias parecían encogerse cuando lo tenía cerca. Un único roce tuvo con Kibum. Un roce leve y casual de sus manos, al coincidir ambos en la entrada al salón. Él crispó los puños sin mirarlo, y el celo con el que se movió a partir de ese momento evitó más contactos y proximidades.

Cuando consiguió centrarse descubrió que dotar de identidad a esas paredes podía ser una labor sencilla a la vez que apasionante. Por los enormes ventanales entraba con ímpetu la luz, el cielo, el mar, los árboles... la vida.

Je T'aime Et Je Te Hais _ Adaptacion (MinKey)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora