CAPITULO 08_2

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«Se detendrá si algún día dejas de amarme», musitó en aquel mismo instante Kibum mientras miraba las hojas de glicinia dibujadas en una de las piezas de tela. Se había quedado solo en la trastienda, ordenando tejidos, y había vuelto a recordar el momento en el que Minho se le declaró. Lo hacía a menudo. Pensaba en sus dulces palabras de amor y se preguntaba si un corazón podría dejar de latir al sentirse traicionado. Ahora, tras su encuentro, sabía que el corazón de Minho se había revestido de una infranqueable capa fría y dura, y le dolía asumir que lo hubiera hecho en el momento en el que dejó de creerle y comenzó a odiarlo.

Oculta por la penumbra de su habitación, Kibum respiraba con dificultad junto a la ventana. Vigilaba los movimientos de una figura oscura sentada en un banco del parque. Lo había descubierto al regresar del trabajo acompañado por Dongwoon. Se le había congelado la sangre cuando lo reconoció a pesar de que solo pudo apreciar su espalda. Le costó continuar la conversación y reír las bromas, pero la necesidad de que Dongwoon no advirtiera la presencia de Minho le ayudó. Comprendía que el oficial no miraba hacia los lados por no molestarlo, y temía que volviera a hacerlo en cuanto se quedara solo. Mientras forzaba la sonrisa calibró el peligro de que le viera. Se encontraba al otro lado del parque, frente a la barandilla que separa el paseo del río. Además, nevaba de forma copiosa, lo que dificultaba la visión de la sombra inmóvil.

Demoró cuanto pudo el momento de despedirse y al final lo hizo con prisa. Fue al advertir que Minho se reclinaba hacia un lado, despacio, dejándose caer en la superficie del banco. Lo vio desaparecer tras el respaldo y pensó que en aquel momento nadie, ni siquiera Dongwoon, podría verlo.

Subió a casa con un escalofrío apremiándole por la espalda. En el ascensor pulsó sin cesar el botón de la segunda planta, como si no supiera que no por eso iba a ascender a mayor velocidad. Entró en el piso a la carrera y se precipitó hacia la ventana para asegurarse de que Dongwoon se alejaba y comprobar si Minho continuaba en el mismo lugar.

Después de una hora también él seguía allí, quieto y con el abrigo aún puesto. Los pocos movimientos que había advertido en Minho lo tenían confundido. Se había enderezado y asegurado contra el respaldo. Un rato después había oscilado hacia los lados de forma extraña, y se había inclinado hacia delante hasta apoyar el cuerpo sobre sus piernas. Y desde entonces, nada. Ni un signo que indicara que seguía estando vivo. Una fina capa de nieve cubría su gorro de lana y la espalda de su casaca negra, como si formaran parte del paisaje.

Sobresaltado, se hizo a un lado cuando le vio erguirse. Se sujetó el corazón con la mano y trató de tranquilizarse. Él no podía verlo desde esa distancia, sobre todo estando la casa a oscuras.

Volvió a pegarse al cristal. Minho se había levantado y caminaba con paso vacilante hacia la barandilla. Al parecer no dominaba bien los movimientos de su cuerpo. El corazón de Kibum se comprimió hasta dolerle al advertir que tenía toda la apariencia de estar herido. En apenas tres metros dio bandazos hacia uno y otro lado sin demasiado control. No pudo respirar con alivio cuando le vio alcanzar uno de los balaustres de hierro y agarrarse a él. Estaba junto a las oscuras y fríos aguas de la río y sus gestos seguían mostrando una alarmante inestabilidad.

Salió de casa con la presteza con la que el aire escapa de un suspiro, pulsó el botón de llamada del ascensor pero corrió escaleras abajo. En el exterior seguía nevando con derroche. Miles de copos danzaban bajo la luz de los postes y cambiaban de pronto de dirección como orquestados por el ritmo de ese vals vienés. Pero Kibum avanzó deprisa, con los ojos clavados en la silueta amada que se dibujaba contra la baranda pintada en blanco.

Detuvo la carrera al alcanzar el paseo. Contempló la espalda vencida y desgarbada de Minho, y su preocupación se convirtió en dolorosa pena. Dominó el deseo de llamarlo por su nombre. Con la emoción humedeciéndole los ojos, introdujo las manos en los bolsillos de su abrigo y avanzó unos pasos en silencio.

Je T'aime Et Je Te Hais _ Adaptacion (MinKey)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora