CAPITULO 14

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El mismo recuerdo que por la mañana había estado a punto de costarle la vida a Minho, por la tarde acompañó a Kibum en el recorrido a casa. Esta vez caminó directo hasta el Museo Guggenheim y cruzó el río por la pasarela de madera de Songsan Ilchulbong, frente a la Universidad.

Se paró en el centro, sobre las fríos aguas del Nakdong, y miró a lo lejos, hacia las luces verduzcas que iluminaban el puente levadizo de Beon 1-dong. Lo había contemplado muchas veces desde allí, acurrucado en los brazos protectores de Minho. A él le gustaba acompañarlo por ese trayecto y recrear en cada esquina su poca prisa por llegar a Haeun-daero 779 y despedirse de Kibum.

Bajó los párpados al recibir un remolino de viento frío y los mantuvo así durante largo rato. Hacía mucho que no se detenía a rememorar aquella primera noche.

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FLASHBACK

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Había sido encantador, apasionado, incomparable. Al fin había encontrado valor para dejarse llevar por sus sentimientos; para cumplir su anhelo prohibido de enloquecer entre sus brazos, dormir entre sus brazos, despertar entre sus brazos. Despertar y ver sus ojos, achocolatados y emocionados, contemplándolo en silencio, fue uno de los momentos más maravillosos que había vivido hasta entonces.

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—Dime que esto no es un sueño —le pide Kibum emocionado.

—No es un sueño —le responde con aire somnoliento— El amor hace que la realidad sea mejor que cualquier sueño.

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Y en ese instante quiere creer que eso es cierto. Piensa que el amor hará desaparecer todas sus mentiras para no tener que confiarlas nunca, para no correr el riesgo de perder al que ya es, para siempre, dueño de su corazón.

Pero las mentiras nunca desaparecen. Se agrandan, se agigantan y destruyen todo lo hermoso que encuentran a su paso.

Esa primera mañana vuelve a ver a Minseok. Lo encuentra en la cocina tomando leche con cacao en la que remoja galletas. Le parece apenas un niño. Un niño tan semejante a Minho que es como retroceder en el tiempo para conocerlo con sus preciosos y puros dieciocho años. Al verlo, Minseok se levanta, raudo y cordial, a prepararle el desayuno.

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—¡Así que eres el novio de mi hermano! —le dice con una expresión radiante— Me gusta esto de tener a alguien más en casa —aclara colocando ante Kibum el café negro que le ha pedido.

—Descartando a sus padres, ¡por supuesto! —sonríe al pronunciar la obviedad.

—Minho solo conoció a omma. Yo no —cuenta él sin ninguna emoción. Kibum detiene el movimiento de la cucharilla en el interior de la taza. Minho no le ha relatado penas. Ninguna pena. Nada que denote que en su vida haya habido sombra alguna.

—Él no me ha contado...

—Y no lo hará —interrumpe Minseok— No le gusta hablar de lo que pasó. No le preguntes —aconseja en tono amigable y confidencial— Aunque yo sí que lo hago, y si le insisto mucho me cuenta cosas —sus ojos brillan misteriosos mientras muerde una nueva galleta— ¿Tú tienes una familia grande?

—La verdad es que no —dice, confundido Kibum aún por lo que acaba de descubrir— Vivo solo. Tengo unos tíos y algunos primos a los que veo en Navidad y poco más.

—¡Perfecto! —exclama como el niño que todavía es— Bueno... —cabecea incómodo— No me alegra que estés solo, es que... podrías venirte a vivir con nosotros. Estaría bien tener compañía.

Je T'aime Et Je Te Hais _ Adaptacion (MinKey)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora