CAPÍTULO 18

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Estaba por amanecer, se podía divisar la luz amarillenta a través de las nubes avisando que el sol ascendería en cualquier momento. Joseph había perdido la cuenta de cada uno de los cigarros que Sophie había fumado, quiso acercarse y quitarle el que traía entre sus dedos, pero entendía su ansiedad y nerviosismo.

—Llegará en cualquier momento —anunció ella.
—¿Cómo puedes estar tan segura?

Sabía que el hermano de ella llegaría ese mismo día pero le parecía que era demasiado pronto para asegurar que estaría tocando la puerta en cualquier momento.

—Sólo lo sé.

Se hizo el silencio entre ellos, todo lo que se oía era el constante tic tac de las manecillas del reloj que estaba colgado en la pared, el repiqueteo amortiguado de los tacones de Sophie sobre la alfombra, la respiración de ambos y el sonido que ella emitía cada vez que le daba una calada al cigarrillo —el cual estaba a punto de consumirse— y expulsaba el humo. Joseph no soportaba verla así, se acerco a ella e intento abrazarla pero Sophie se retiró de inmediato levantando los brazos en un gesto de repulsión, como si él tuviera una grave enfermedad infecciosa. Joseph suspiró y dejó caer sus brazos a sus costados, no la culpaba, él se había portado como un patán.
Entendía como debía sentirse Sophie, la había herido, y no solo sentimentalmente, sino también su orgullo, él desde el principio sabía que todo eso pasaría en cuanto se reencontrara con Rachel. Sus sentimientos por ella nunca habían cambiando, a pesar de todo lo que  había intentado para olvidarla. Sin embargo, en cuanto vio a Sophie creyó que podría rehacer su vida, le atrajo de ella prácticamente todo. Sí, le gustaba y sí, la quería... pero no la amaba y ese cariño que sentía por Sophie no era suficiente como para seguir con ella y hacer a un lado a Rachel. Definitivamente no.

—Sophie yo...

Pero antes de que pudiera continuar el timbre sonó. Sophie sintió un nudo en la garganta que le impedía respirar bien. El corazón le latía desbocado.
Apagó el cigarro en el cenicero que estaba sobre el tocador y salió casi corriendo de la habitación. Caminó hacía la puerta principal, sus tacones resonaban sobre el linóleo del suelo. Tomó el picaporte de la puerta, respiro hondo y lo giró abriéndola. Ahí, frente a ella estaba Giusseppe, su hermano, con una sonrisa sarcástica en el rostro. Sus ojos azules tan gélidos y profundos como los de ella, su piel tan blanca  y ese ligero rubor en las mejillas... tan iguales y tan diferentes a la vez.

—Bonjour —saludó él y la abrazó.

Los músculos de Sophie se tensaron, él la soltó con suavidad.

—Vaya, luces muy bien —dijo a su hermana con su perdido acento francés.
—Por lo visto has estado mucho aquí en estados unidos —observó ella.
—Realmente sí, puedo decirte incluso que casi no recuerdo nuestro idioma natal.

Ella asintio sin decir nada, tenía muchos sentimientos encontrados, una parte de ella estaba... ¿contenta? de ver a su hermano, pero otra estaba llena de pánico. Se hizo a un lado permitiéndole la entrada. Giusseppe entró con una maleta no muy grande.
En ese momento Joseph apareció en el vestíbulo.
Las miradas de él y de Giussepe se encontraron.

—Supongo que tú eres Joseph —dijo mirándolo de pies a cabeza.
—Sí.
—Sí que mi hermana tiene buenos gustos —dijo en tono burlón. Giussepe sentía una especial aberración por los estadounidenses y el hecho de que su hermana anduviera con uno, no le hacía tanta gracia.

Joseph no entendía el porqué de su tono pero decidió dejarlo pasar, se volvió hacia Sophie y la vio mas calmada, notó la evidente similitud entre ambos. El cabello rubio, los ojos azules y la tez blanca, la misma estructura osea, sus facciones e incluso algunas expresiones, no podían negar que eran familia.

REVENGE II [+18] •TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora