Duncan era un alma muerta en vida, quien vagaba solo porque su corazón latía. Stella poseía la luz de la luna y sería su nueva guía.
¡Gracias por la hermosa portada a @AshryverDesigns!
Fecha de publicación: 2 de Marzo del 2018.
#68 En Hombres Lobo...
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Lᴀ ғᴜᴇʀᴢᴀᴅᴇʟᴀᴍᴏʀ
Las clases transcurrían muy lentas, las voces de los maestros me provocaban mucho sueño, lo único que quería hacer era irme a casa a dormir todo el día. Tome mi bandeja con el almuerzo y me giré. Todo el lugar estaba infestado de estudiantes quienes comían y conversaban entre sí así que era inevitable no escuchar todos los murmullos. Aún no había socializado con nadie y no me interesaba hacerlo por ahora.
Divisé una mesa sola y sonreí en mis adentros. ¡Genial! Camine hacia allá y cuando llegue coloque la bandeja sobre la mesa, me senté y dejé mi mochila a mi lado izquierdo. Justo cuando iba a darle una mordida a mi sándwich un desconocido se sentó frente a mí con una sonrisa de oreja a oreja. Colocó su bandeja sobre la mesa y se sentó. Me observó aún con aquella sonrisa y yo lo veía con confusión.
—Mi nombre es Lucas, hemos compartido todas las clases hasta ahora. —dijo.
Mi expresión no había cambiado en lo absoluto.
—Vaya, realmente no me había dado cuenta. —respondí. Pero no con sarcasmo, lo decía enserio. No le había prestado suficiente atención a mis compañeros en las últimas horas.
—Lo noté, es como si te encerraras en tu propio mundo y a tu alrededor no existiera nada más. —exclamó y después le dio un sorbo a su botella de agua.
—¿Tanto se me nota? —pregunté. Si se me notaba mucho de seguro ahora todos pensaban que era una loca. ¡Que vergüenza!
—¿Realmente quieres que te responda eso? —murmuró con una sonrisa burlona.
Puse los ojos en blanco. Después, una melena cobriza apareció en mi campo de visión. Cuando vi a ese chico entrando a la cafetería mi mano comenzó a palpitar como si me la hubiese aplastado de nuevo. Gracias a Dios no se me había hecho un moretón o algo así. Seguí sus pasos con la mirada, se veía tan inexpresivo y arrogante. Gruñí por lo bajo, pero no lo suficientemente bajo como hubiese deseado, ya que para mí mala suerte Lucas me escuchó.
Lucas se giró y dirigió su mirada hacia la persona sobre la cual también estaban mis ojos.
—¿Enserio? ¿Duncan? —preguntó con una ceja enarcada.
—¿Qué? —dije cuando al fin reaccioné—. Oh Dios, para nada.
—No te culparía si te gustara, es muy guapo. —sonrió pícaro y entonces lo entendí. ¡Lucas era gay! Y no sólo su mirada lo delataba, sino también su forma peculiar de vestir a la cual no le había prestado atención para darme cuenta antes.
—No me gusta, es solo que hace rato tuve un pequeño incidente con él. —seguido de hablar le di una mordida a mi sabroso sándwich.
—¿Qué clase de incidente? —Lucas posó los codos sobre la mesa y colocó su fino rostro entre las palmas de sus manos mientras me observaba con atención.
—Su casillero está al lado del mío y cuando fui por mis libros al momento de cerrar la puerta el me aplastó la mano con la puerta de su casillero —dije y sentí un pequeño coraje nacer en mí al recordarlo—. Ni siquiera se disculpó.
—Ni esperes que lo haga, él es así.
—Entonces, ¿siempre es así? —pregunté con fastidio. Si la respuesta era positiva entonces tenía que alejarme de él. Las personas así eran detestables y no los toleraba.
—No siempre lo fue, sino que la m... —Lucas cortó lo que sea que iba a decir. Fruncí el ceño de inmediato esperando que continuara—. Verás... —me hizo una seña para que me acercara más a él y así poder hablar más bajo—, a pesar que Duncan es muy joven estaba casado. Era una excelente persona, su esposa fue asesinada hace unos meses y él perdió la cordura. Pensé que no iba a volver a clases debido a lo mal que estaba, pero me equivoqué, aquí está y desde entonces actúa muy extraño.
>Pero es de comprenderse cualquiera se volvería loco si asesinaran a sangre fría al amor de tu vida.
No me había dado cuenta en que momento mi corazón se había acelerado como caballos galopeando en la orilla del mar. ¿Pero que clase de padres tenía que le habían permitido casarse a tan temprana edad? Era muy joven para tener una responsabilidad tan grande. Estaba en shock, no era lo que esperaba escuchar pero si Lucas tenía razón entonces la actitud de aquel pelirrojo tenía sentido. No sabía que responder, necesitaba tiempo para procesar tal información.
A comparación de las primeras horas de clase las últimas habían pasado demasiado rápido para mí, ya que lo único en lo que mi mente estuvo ocupada fue en Duncan y su situación. Lucas tenía esa clase de esencia que hacía que fuera imposible detestarlo. Era muy agradable con todas las personas y ellas con él. Siempre quise ser así, pero gracias a mi cero tolerancia en algunas situaciones me era inevitable.
Seguí caminado por la acera hasta llegar a la casa de mis abuelos. Le había prometido a mi abuela visitarlos después de clases. Abrí la puerta y entre. La casa de la abuela siempre olía a manzana y canela, ¡me encantaba! Deje mi mochila en uno de los sofás y camine hasta la habitación de mi abuelo donde seguramente se encontraban ambos.
—¡Abuela! —exclame con gran emoción. Ella me miró y sonrió de oreja a oreja, después extendió sus brazos y me acerqué para abrazarla.
—¡Mi niña! ¿Como estás?
—Excelente, ¿y ustedes? —sonreí y me senté en un sofá de cuero negro que se encontraba frente a la cama del abuelo.
—Yo bien, pero tú abuelo está como todos los días. —soltó un suspiro triste y miró al abuelo con dolor.
A mi abuelo lo habían azotado una serie de enfermedades por lo que ahora no podía valerse por sí mismo. Era como un bebé. No caminaba ni podía moverse, si acaso sus brazos pero no tanto como cualquier persona normal. Su memoria se esfumaba cada vez más rápido y por lo general siempre decía cosas sin sentido. Era triste, me dolía mucho pero algunas veces hablaba con él y me recordaba. Toda la atención de mi abuela estaba sobre él las veinticuatro horas del día y los trescientos sesenta y cinco días del año.
La abuela tomó entre sus manos un plato con comida licuada, el abuelo ni siquiera podía masticar las comidas. Ella siempre lo veía con ternura y tristeza a la vez. No me imaginaba cuán doloroso era para ella. Tomó una cucharada de la comida y la dirigió a la boca de su esposo.
—Abre la boca mi amor, es hora de comer mi cielo. —dijo con dulzura. El abuelo observaba hacia la nada, perdido en alguna otra dimensión, pero una ves que la escucho separo sus labios para comenzar a comer.
Siempre era así, él algunas veces no la conocía pero ella siempre le hablaba con cariño y amor, aún cuando él solo decía blasfemias. Lo cuidaba demasiado porque no quería perderlo, el abuelo era su joya y ella lo adoraba con todo su ser. Observarlos me hacía caer en cuenta que el amor realmente existía, aún cuando en la actualidad estaba casi extinto. Aún existía y dichosas las personas que lo gozaban.