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Aʀᴍᴀs

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Aʀᴍᴀs

Duncan.

El hijo mayor de la familia Clyde, su heredero Ian nos había comentado que en el pueblo existía un viejo que se dedicaba a la elaboración de armas y otras cosas para criaturas no humanas. Si iríamos a la guerra necesitaríamos más que nuestros cuerpos, necesitábamos armas y otras cosas que nos fueran de ayuda para salir victoriosos. Aún no podríamos deducir si teníamos ventaja o no, ya que desconocíamos la cantidad exacta de los traidores.

La noche había caído sobre nosotros durante el camino. No había podido estar con Stella para la cena, quizás ella me necesitaba. Sabía que mis acciones traerían consecuencias, ya que prácticamente la estaba abandonando cuando debía estar con ella más que nunca. Debía cuidarla ante todo. Pero le había pedido a mi madre que no le quitara la vista, de todas maneras toda mi familia se había quedado ahí y la defenderían ante cualquier cosa que la amenazase al igual que algunos otros.

Me causaba frustración no poderle contar aún lo que realmente sucedería, temía que ella lo tomara de otra manera debido a lo que sucedió la noche anterior aunque ya me había encargado de explicárselo. El auto de Ian aparcó frente a una casa vieja. Habíamos venido cuatro para verificar si en este lugar podrían conseguirnos las cosas que necesitaríamos, si no, tendríamos que buscar en otro lado y eso sería más complicado y alargaría aún más los planes que ya estaban en proceso.

—Estoy seguro de que este hombre tiene todo lo que necesitamos, incluso hasta lo que no. —exclamó Ian después de apagar el motor de su auto.

—Eso espero. —respondí. Todos bajamos del auto.

El ambiente frío nos envolvió pero eso no era molestia para ninguno, ya que nuestra temperatura nos ayudaba mucho. Había luna llena, pero nosotros no requeríamos de esta para podernos convertir. Podíamos hacerlo cuando lo deseáramos, no sólo cuando hubiese luna llena. Aunque poseíamos mucho más poder cuando esta estaba completa y situada en lo más alto del cielo, observando a los bastardos que había engendrado con una bestia.

La madera bajo nuestros pies crujió. Todo el lugar olía demasiado a humedad. Por las ventanas se alcanzaba a ver una tenue luz en el interior de la cabaña. Observe a todo mi alrededor y al igual que los demás, puse a mis instintos al cien para estar alerta en todo momento. Ya que de ahora en adelante debíamos estar preparados para lo que fuese a suceder. Teníamos que estar atentos a nuestro al rededor mientras estábamos en manada y solos también. En cualquier momento cualquier cosa podía pasar, y sería de donde menos lo imaginas, y de quien menos lo imaginas.

—De acuerdo, dos adentro y dos afuera —ordenó Ian. Todos asentimos en respuesta.—. Duncan tú vienes conmigo.

Asentí de nuevo y me coloqué a su lado listo para entrar junto a él. Ni siquiera sé tomo la molestia de tocar la puerta, Ian solo giro la perilla oxidada y la puerta rechinó en cuanto se abrió. Los otros dos se acomodaron en cada costado de la puerta observando todo a su al rededor. El ambiente afuera era sumamente tranquilo y eso me causaba molestia. Todo parecía ir bien y eso no era buena señal. O quizás si y solo me estaba dejando guiar por la paranoia que me comenzaba a invadir.

DUNCAN ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora