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Rᴇɴᴀᴄᴇʀ

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Rᴇɴᴀᴄᴇʀ

Conforme transcurría el tiempo más me convencía que no debería haber venido. Duncan me había pedido que viniese a su casa para que pudiéramos hablar. El estómago me daba vueltas y sentía muchos nervios. Temía que fuera a decir algo que me destrozará aún más. Era medio día, por lo que el sol estaba en su máximo esplendor.

Aunque trataba de ponerme en lugares con sombra parecía que me odiaba y le gustaba quemar mi piel. Comenzaba a creer que no era normal la enorme picazón que causaba el sol en mi piel, incluso ardía. Hace un par de minutos que llegue y aún no habían señales de él. Saque mi celular y observe con desesperación la hora.

—Hola. —exclamó la voz más hermosa que he escuchado alguna vez a mis espaldas. De acuerdo, quizás eso sonó muy cursi.

Me giré sobre mis talones y lo observé. Casi me escurre la baba. Estaba completamente sudado y solo utilizaba un short deportivo. Su cabello también estaba húmedo y desacomodado. Su pecho subía y bajaba con frecuencia mientras que su respiración era entrecortada. Quise golpearme mentalmente cuando mis ojos siguieron una gota de sudor que recorrió su pecho hasta llegar al borde de su short.

Sentí como las palmas de mis manos comenzaron a picarme, como si me estuviesen diciendo que lo tocara. El solo hecho de pensar que él estaba conmigo me hacía perder la cabeza. Duncan se aclaró la garganta y reaccione. Si mis mejillas estaban rosadas por el sol probablemente ahora eran rojas por la vergüenza. Pero aún así debía mantener mi postura de molestia ante él.

—Hola. —dije.

—Creo que el sol no es tu mejor amigo —fruncí el ceño y después apuntó con su dedo índice mis mejillas—, ¿verdad?

¿Había otro color del cual pudieran teñirse mis mejillas? Porque ya no sabía si aún eran rojas o un color más fuerte. Y era más que obvio que Duncan sabía que verlo me había hecho sonrojar.

—Ajá. —rodeé los ojos.

—¿Es enserio? —cuestionó.

—¿Qué? —respondí haciéndome la desentendida.

—¿Enserio serás así?

—¿Debería ser de otra manera?

Esto no me gustaba en lo absoluto. No era una persona de problemas, sino una pacífica. Y con quién menos quería discutir era con él.

—Lo siento. —me disculpé y desvíe la mirada hacia el jardín.

Su mano tomó con suavidad la mía. Ambas se entrelazaron y lo miré. Como amaba esos ojos color oscuridad. Se acercó aún más a mí y depositó un pequeño beso en mi mejilla. Sonreí inconscientemente. ¡No se supone que deba sonreír! ¡Estoy molesta con él!

DUNCAN ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora