1

3K 250 11
                                    

Eʟ ᴅᴇsᴄᴏɴᴏᴄɪᴅᴏ

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.






Eʟ ᴅᴇsᴄᴏɴᴏᴄɪᴅᴏ

Sus cabellos un poco largos galopeaban con el suave viento de la noche. A pesar de que la luna emanaba un brillo cegador el rostro de aquel chico no era visible ante mis ojos ni su forma de vestir. Las hojas del árbol a su lado izquierdo se movían con brusquedad, las nubes intentaban cubrir el esplendor de la luna pero era imposible.

Lo único que podía distinguir de aquel desconocido eran sus ojos amarillentos los cuales brillaban junto a la luna y eran aterradores. ¿Porque alguien habría de tener los ojos así? La distancia era suficiente entre ambos pero sentía un gran impulso en mi cuerpo que me hizo alzar uno de mis pies y caminar hacia él.

Sentía como si aquella persona fuese un imán el cual me atraía con demasiada fuerza. Podía sentir perfectamente el húmedo césped bajo las plantas de mis pies lo cual me hizo estremecer. Mi bata y cabellos también se movían en una melodía junto al viento. Cuánto más me acercaba sus ojos brillaban más, y a pesar de que estaba aterrada y quería huir no podía hacerlo.

Y cuando al fin estuve frente a él mi corazón latió desbocadamente, casi queriéndose salir por mi boca y por último explotar. Ahora estábamos cara a cara, pero sus facciones no eran visibles, parecía una sombra negra con ojos amarillentos. Alzó una mano y gracias a la luz de la luna pude ver cómo aquella mano se convertía en una gigantesca garra.

La sangre se me heló y sin pensarlo dos veces me eché a correr como si no hubiera un mañana. Mi cuerpo chocó bruscamente con algo, o más bien, con aquel desconocido que hizo un extraño sonido el cual destrozó mis oídos de principio a fin. En un movimiento rápido atrapó mi cuello solo con su mano derecha, unos blancos y largos colmillos se asomaron de entre su boca listos para hundirse en mi piel.

Y grité, grité hasta desgarrarme la garganta y sentir el sabor amargo de la sangre. Pelee, pelee con todas mis fuerzas pero era inútil. Iba a morir.

—¡Stella! ¡Stella, despierta! —la voz de mi madre entró por mis oídos y desperté de golpe. Ella me miraba con el ceño fruncido—. Hija, has tenido una pesadilla. Tranquilízate.

Aún podía sentir como el corazón se me quería escapar del pecho. Mi cuerpo estaba cubierto por una ligera y brillante capa de sudor. Incluso unos cuantos cabellos se habían adherido a mi rostro debido al sudor. Cerré los ojos y tragué saliva. Me sentí un poco más relajada cuando caí en cuenta de que solo había sido una simple pesadilla.

—Dios, estoy muy sudada. —dije y me senté en la cama mientras pasaba las yemas de mis dedos por mi frente.

—Deberías darte un baño, en una hora entras a clases querida. —mi madre esbozó una sonrisa.

—Es cierto...—murmuré cansada y me deje caer de espaldas nuevamente en mi cama.

—Iré a preparar el desayuno. —exclamó y yo asentí levemente.

Después de que mi madre salió de mi habitación mis ojos se posaron en el techo de mi habitación, repasando los ahora casi inexistentes recuerdos de mi pesadilla. ¿Porque había soñado eso? No tenía sentido en lo absoluto. Para no darle más vueltas al asunto hice la sábana a un lado y me levanté. Estire mis brazos y solté un bostezo.

Camine hacia mi closet y saque un atuendo casual y me dirigí a mi pequeño baño. Me deshice de mi ropa y deje que el agua fría me despertara por completo. Cuando termine de darme una ducha y de vestirme tendí mi cama y después baje las escaleras. Mis fosas nasales captaron de inmediato el olor a tocino y casi por instinto mi estómago gruñó.

—Huele delicioso. —halague a mi madre cuando entre a la cocina.

—Concuerdo con Stella. —musitó Ryan alegremente, mi querido hermano menor.

Pase mi mano por sus cabellos despeinándolos y él se quejó un poco. Tome unos trozos de tocino y los comí, me serví un poco de jugo de durazno y lo bebí rápidamente. Subí de dos en dos los escalones y entre a mi habitación por mi mochila y después cepille mis dientes. Baje de nuevo rápidamente, si seguía así esto podría contar como algún tipo de ejercicio y así podría seguir comiendo como un cerdito sin sentirme culpable.

—¡Ya me voy mamá! —grite desde la sala principal.

—¡Que tengas un excelente día cariño! —respondió y con eso me bastó para salir de casa.

El sol recién comenzaba a salir, algunas personas mayores trotaban con ropa deportiva por la acera. No habían tantos autos por la calle, de hecho, el ambiente era muy tranquilo y agradable. Gracias al cielo la preparatoria sólo estaba a unas seis cuadras de mi casa. Así que no era necesario que mi madre me llevara o tomar el autobús.

Igual era más agradable caminar. Más adelante pude divisar a un perro sentado a la orilla de la calle. Sonreí y acelere mi paso para llegar hacia él. Acaricie su cabeza y comencé hacerle mimos.

—Oh, pero que hermoso muchacho. Eres tan tierno —me reí cuando comenzó a mover la cola y acercaba su cabecita a mis manos para que lo acariciara un poco más. Observé mi reloj y lamentablemente ya no tenía más tiempo para estar con este bello perrito color blanco—. Lo siento chico, tengo que irme. —le acaricie el morro y me incorpore para seguir con mi camino.

En menos de diez minutos llegue a mi nueva preparatoria, era más pequeña que en la que estaba antes pero era más colorida y tenía muchas áreas verdes. Muchos chicos se sonreían y abrazaban al verse y otros simplemente charlaban entre sí. Entre y camine por los pasillos buscando mi casillero para sacar mis libros. Lo bueno era que nadie parecía notar mi presencia, era preferible que nadie me notara a ser el centro de atención de todos.

Como un animal exótico.

Al parecer aquí no habían tantos alumnos. Los pasillos se encontraban algo solitarios, tanto, que las suelas de mis botas tipo militar retumbaban en las paredes de mosaicos blancos. Divise el casillero con el número 104 y camine hacia el. Tome el pequeño candado entre mis manos y coloqué la contraseña que días atrás había memorizado. Abrí mi mochila y guardé los libros que iba a utilizar el día de hoy.

Después me daría a la tarea de traer algunos recortes y accesorios para arreglar el interior de mi casillero. No me gustaba que estuviese sin nada. Se veía muy aburrido. Cerré mi mochila y la acomodé bien sobre mis hombros. Justo cuando puse mi mano para cerrar la pequeña puerta algo aplasto mi mano y un ardor agudo me inundó por completo.

Solté un chillido y alejé mi mano de inmediato. Observe a mi lado donde había un chico pelirrojo más alto que yo, el cual, me había aplastado la mano y ni siquiera le había importado. No sentí cuando llego a mi lado ni escuché cuando abrió su casillero. Lo mire de mala manera pero él no se daba cuenta de mi presencia. Cerré de un portazo mi casillero y antes de ir a mi primera clase exclamé:

—Una disculpa no haría daño. —escupí pero el chico ni siquiera me miró. Sentí un coraje enorme y para no hacer un escándalo camine con furia hacia el aula. ¡Vaya manera de empezar el día! La mano me palpitaba y debido a mi color se veía muy roja.

DUNCAN ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora