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Pᴀʟᴀʙʀᴀs ᴅᴇ ғᴜᴇɢᴏ

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Pᴀʟᴀʙʀᴀs ᴅᴇ ғᴜᴇɢᴏ

Hace un par de minutos que había despertado. No tenía consciencia de qué hora era, y aunque sabía que no conocía el lugar en donde estaba ahora mismo, no le preste mucha atención. Más bien me dediqué a observar el techo de color negro mate mientras buscaba una respuesta a la reacción que había tenido anoche. No sabía cómo estaba mi herida, ni tampoco si se encontraba mejor o peor. Me aterraba verla.

La puerta se abrió y dejó entrar a un Duncan con una bandeja de comida sobre su mano izquierda. En cuanto me vio no dio ni un paso más. En ese instante comencé a sentir como los nervios me recorrían. ¿Ahora que iba a decirle? Trague saliva y baje mi mirada hacia mis manos, entonces, comencé a jugar con ellas. La puerta se cerró y él dejó la bandeja sobre una pequeña mesa de cristal.

Y como si una ola de agua helada me llevara de encuentro recordé a mi madre. Claramente no estaba en mi casa, ni siquiera cerca. Iba a matarme y perdería su confianza, ya que posiblemente estaría pensando lo peor y yo lo entendía. ¿Qué más iba a pensar? Necesitaba irme a casa lo más pronto posible y explicarle a mi madre lo que había sucedido.

—¿Porque lo hiciste? —escupió el pelirrojo con desprecio.

Deje de jugar con mis manos y mis ojos se encontraron con los suyos. Su mandíbula estaba apretada y su manzana de Adán subía y bajaba con frecuencia. Podía notar en su rostro pequeños cortes rojizos y uno que otro hematoma morado también. Entonces lo pensé bien, ¿porque lo había hecho? ¿Porque me interpuse en algo en lo que no tenía nada que ver?

—Yo...

—No tenías derecho —me interrumpió. Con pasos firmes se paró frente a mí y por alguna extraña razón él estaba molesto conmigo—. Por alguna razón no pedí ayuda.

Que ingenua fui al pensar que recibiría al menos un agradecimiento de su parte, pero para mi sorpresa fue su molestia quien apareció. Él sabía que no podía más, que si yo no hubiese llegado en ese momento él probablemente ahora estaría muerto. Pero si él también era un hombre lobo, ¿porque no se había convertido para defenderse? Quizás el cuchillo lo había debilitado y no podía completar su transición.

—Te lo debía. —dije.

Una sonrisa sin ganas apareció en su rostro, marcando sus comillas en sus mejillas. Jamás había visto sonreír a alguien de una manera tan cínica como él lo estaba haciendo. Un pequeño escalofrío me recorrió el cuerpo.

—¿Deberme qué, niña tonta? —exclamó. Sus cejas se arquearon y se cruzó de brazos.

Si él seguía con cambios tan repentinos mi mente iba a explotar. No suelo tener mucha tolerancia, y sin duda alguna su extraña y horrible forma de ser comenzaba a cansarme.

DUNCAN ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora