26

313 32 9
                                    

Rᴇᴠᴇʟᴀᴄɪᴏ́ɴ

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.






Rᴇᴠᴇʟᴀᴄɪᴏ́ɴ

Divague por la noche durante unas cuantas horas. Pensé lo que tenía que pensar y aclaré mi mente. Al principio del recorrido no podía dejar de llorar, hasta que me pregunté porque lo hacía. Lo que sea que haya hecho Duncan lo hizo antes de mi, muchísimo antes. Ni siquiera había nacido. Pero lo que aún me causaba intriga y un poco de dolor era si él estaba conmigo por lo que era. Y si así era, ¿en qué le beneficiaba a él? O ¿porque le interesaba?

Antes de hacerme más cuestiones decidí que hablaría con él para escucharlo y entenderlo. Era muy buena para saber cuando alguien me mentía y de todas maneras la noche que descubrí toda mi ascendencia también leí conjuros y otras cosas. Encontré una receta muy fácil de un té para hacer que las personas dijeran la verdad, no estaba segura de que funcionara pero ahí decía que era cien por ciento efectivo con cualquier raza que la tomase.

Agradecí mucho que no me buscara o siguiera, ya que si lo hubiese hecho posiblemente habría dicho muchas cosas hirientes porque no estaba pensando con claridad. Sé que le jodio no haberlo hecho, pero decidió darme mi espacio. Regrese a la mansión unas dos horas antes del amanecer, no había ni un alma despierta o al menos eso era lo que creía. Jamás había sido tan silenciosa para entrar un lugar, fui como un gato que se escabullía entre las sombras. Los rayos del sol comenzaban a penetrar las cortinas de las ventanas. Podía sentirlos en mi espalda.

Tenía mucho remordimiento por mi actitud la noche anterior con aquella mujer. ¿Debía pedirle disculpas? Sentía vergüenza de mi misma. Pero de acuerdo a mi orgullo no debía hacerlo, más bien debía actuar como si nada en caso de que la llegase a ver de nuevo. Y así sería. Un bostezo se escapó de mis labios. Si acaso había dormido unos treinta minutos. No quería levantarme pero mi estómago gruñía de hambre. Me sentí sola. Obviamente iba a ir a desayunar pero no lo haría con nadie a mi lado.

Me sentía como literalmente eran las cosas, yo entre una raza a la cual no pertenecía. ¿Como no pude pensarlo antes? Lo curioso era que no podían hacerme ningún daño por ser hija de la luna y para ellos no había algo más sagrado que la misma. Sabían que si alguno de su raza hacía algo contra mi o contra algunas de mis hermanas moriría devorado por su misma manda y su alma pasaría la eternidad en el purgatorio sin descanso jamás. Decidí levantarme de una vez, de todas maneras no estaba descansando en lo absoluto.

Me dispuse a darme una ducha con agua helada para así alejar cualquier rastro de sueño. Después me coloqué unos jeans negros y una blusa básica blanca. Jamás había sido de arreglarme tanto, solo lo hacía cuando tenía eventos importantes en mi vida anterior. Me senté en el borde de la cama y terminé de abrochar las agujetas de mis amabas botas negras tipo militar. Dejé mi cabello al natural y salí de la habitación. A pesar que tenia los nervios de punta no iba a dejar que nadie más me intimidara, si me echaban por lo que hice la noche anterior me iría.

DUNCAN ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora