II. El Bosque

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-Un jinete de

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-Un jinete de... ¿qué?– pregunte, confundida al respecto. Lo que me decía Silvia no tiene el mínimo sentido. Sabia que los jinetes eran los guardias que montan caballos, pero ¿qué era un drag... Esa cosa?.

-Sí, mi niña. Tú eres un jinete de dragón. No tengo duda de eso.- por su rostro parecía muy segura de lo que dice, pero no podía creerle;  yo nunca había montado un caballo siquiera por lo cual no le encontraba la lógica -te tengo que sacarte inmediatamente de aquí.

-Yo te lo dije, no sé para qué dudas- dijo Deus con su tono de superioridad.

-Mejor cállate si no tienes nada útil que decir.

-¿Cómo piensas que podremos salir de aquí Silvia? Este castillo está rodeado de guardias- a pesar de que me emociona la idea de poder salir del castillo, tenia que ser muy sincera conmigo misma ya que era imposible que los guardias dejaran salir a una esclava acompañada al lado de la nobleza como si nada por la puerta principal.

-Tienes razón. Pero no te preocupes pequeña, yo me encargaré de todo. Esta noche yo te sacaré de tu celda y escaparemos de aquí- declaro segura de si -tú sólo sigue tus actividades como siempre y actúa con naturalidad- mi cerebro todavía no lo podía procesar. ¿Esto es real? Que alguien me pellizque. Después de dos largos meses seria liberada por una completa desconocida.

-Por fin volverás a respirar aire fresco.- Deus tenia razón. Podría hacer todo de lo que me habían cohibido todo ese tiempo encerrada.

Silvia no me dijo nada mas. Sólo me señaló la puerta para que continuara con mis actividades cotidianas. Aunque todavía tenia muchas preguntas que asechaban en mi cabeza; ¿de qué se trataba ser un jinete dragón? y ¿por qué yo lo era? Eso todavía no tenia sentido para mi, Pero seguiría la corriente si eso me llevaba a escapar de aquel castillo y saborear la libertad nuevamente.

Abandone la habitación, no sin antes voltearme y dedicarle una última sonrisa a mi futura salvadora mostrando gratitud por lo que iba a hacer por mí y sin pedir nada a cambio, pienso yo. Ella me devolvió la sonrisa y partí corriendo hacia las escaleras. Continué limpiando la escalera por donde me había quedado con una sonrisa de oreja a oreja que tenia plasmada en mis labios inconscientemente debido a la emoción, pero trate de disimularla lo más que puedo para que nadie hiciera preguntas, aunque era algo imposible para mi.

-Oye, inútil. Todavía no has terminado esa simple tarea. Hasta un Sambory lo haría mucho mejor que tú.- me grito desde el nacimiento de la escalera la misma chica que me había mandado a limpiarlas desde un principio.

¿Qué le pasa a esa chica?, ¿cuál es su problema?

Ese regaño no me gusto para nada, pero no iba a bajarme a su nivel así que termine de limpiar cada uno de los escalones y me dirigí hacia abajo donde me estaba esperando esa misma chica con una cara de pocos amigos. Dudo que tenga algún amigo. Al bajar, me miro fijamente con sus ojos avellana y veo cómo abrió su horrible boca.

El Guardián de los Reinos: El Origen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora