XXVII.I Golpe Roca

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Llegamos a Ibishchin sin complicaciones a excepción de una vez en que la soga de un Equo se soltó; haciendo que se dispersara del grupo, por lo cual perdimos tiempo buscándolo en el bosque, que debido a la oscuridad de la noche fue un martirio, no sabía qué hora era exactamente pero seguro ya pasaban más de las doce de la noche y el cansancio ya me está pasando factura.

Nos dirigimos al establo donde dejamos a los Equos resguardados en su interior. Allen nos "felicito" por haber realizado la misión, pero en realidad la mitad de su discurso eran críticas sobre nuestra forma de pelear y el trabajo en equipo. El sueño me estaba ganando así que Atrium y yo nos dirigimos a la casa sin rechistar y el centinela tomo su rumbo a quien sabe dónde.

-Qué día no- expreso mientras abría la puerta.

-Sin duda- musite con una pizca de fastidio, lo único que quería hacer en ese momento era dormir.

Subí al segundo piso y marche hasta mi cuarto al entrar me encontré con la niña que habíamos rescatado de unos abusadores, mi mente la había borrado por completo, no podía despertarla y decirle que me diera una espacio y tampoco me podía arrinconar en un espacio de la cama debido a que la niña se encontraba explayada en el centro de esta, con los brazos abiertos, la frustración llego a mi como un golpe en la nuca, no sabía qué hacer, pero un poco a regañadientes me a recosté en el sofá de abajo y con tan solo el contacto del acolchado con mi cara caí.

-Señorita, señorita...- repitió una y otra vez una voz chillona.

¿Señorita?

Tras la insistencia de la chillona voz abrí mis ojos los cuales colisionaron con unos enormes rubí que me hicieron sobresaltar dando un pequeño salgo en la cama, los rubís se alejaron de mi rostro y pude ver con claridad el semblante de la niña del día anterior, tenía una sonrisa inocente propio de alguien pequeño la cual respondí de la misma manera.

Todavía tenía un cansancio recorriendo mi cuerpo, con pereza me incorpore y examine mi alrededor llevándome la sorpresa de que no me encontraba en la sala, si no en el cuarto de Atrium mi cerebro se tardó un poco en procesar por qué yo estaba hay justo en su cama y ¿Dónde estaba mi hermano?, la niña seguía con su mirada fija sobre mí, me levante tocando el frió suelo con mis pies desnudos.

- ¿Cómo te llamas niña? - pregunte con un tono raposo digno de una recién levantada.

-Rubí- respondió claro y fuerte.

-Yo soy Adelina... ¿Dónde está Atrium? - dije con la esperanza de que ella supiera.

-Esta abajo preparando la comida.

¡Ho no mierda!

La niña no sabía lo que decía, mi hermano cocinando era un peligro para todo el mundo, salí corriendo, baje a la planta baja y cruce la sala para llegar a la cocina donde me cruce con un Atrium justo apunto de quemar unos emparedados, apago la cocina al oler el humo y se giró a verme con un rostro que pedía disculpa, se notaba un poco avergonzado lo cual me causo risa y estalle en carcajada haciendo que él se ruborizara ligeramente.

Sin más rodeos le exigí a el dragón que abandonara la cocina; antes de que provocara un incendio y tome las riendas de esta para preparar el desayuno, despeje el desastre de Atrium, no me gustaba desperdiciar comida, pero eso ya era incomible solo eran resto de cenizas, limpie levemente todo y prepare huevos y pan tostado para los tres. Con un simple llamado tanto Atrium como Rubí se dispararon hacia la sala y les entregue la comida con lo cual todos nos sentamos a comer en el sofá.

-Gracias por la comida- agradeció un poco tímida dejando el plato vacío sobre la mesilla.

-No hay de que- respondí Atrium con una amplia sonrisa que dejo ver un poco de comida entre sus dientes.

El Guardián de los Reinos: El Origen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora