XXIX.I Familia De Mentira

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Me levante un poco cansada de la cama y me dirigí al baño como de costumbre, al salir regrese a mi cuarto y mientras me cambiaba se podía escuchar un escándalo que emergía desde la planta baja de la casa y resonaba en mi habitación, baje rápidamente las escaleras, saltándome varios escalones a la ves y me encontré a Ruby y Mateo corriendo por toda la sala, siendo perseguidos por Atrium. Escuchar tantas risas al unísono y verlos correr era placentero, de un día a otro nos habíamos transformado en una familia provisional para esos niños que alegraban la casa con sus risas y ocurrencias.

- ¿Quién quiere comer? - grite haciendo que todas las miradas se dirigieran a mí.

- ¡Yo! - gritaron todos acorde, me sorprendió que él dragón estuviese tan animado, desde que había perdido contra él centinela lo encontraba un poco extraño y decaído.

Los pequeños cambiantes salieron corriendo hacia mí y me dieron un fuerte abrazo, Mateo no había tardado ni dos segundos en agarrarme cariño, claramente su hermana fue de ayuda. Luego Atrium se acercó un me dio un beso en la mejilla.

-Ya, ya, que me empalagan- dije algo avergonzada por tanta muestra de cariño, ya sentía el enrojecimiento en mis mejillas.

Me dirigí a la cocina y mi hermano siguió jugando con los pequeños, preparé huevos revueltos acompañados con tocino. Por suerte sabia cocinar porque, que sería de nosotros si no; comeríamos carne cruda todos los días si fuera por el dragón y los niños incendiarían la cocina en un parpadeo.

- ¡Ha comer! - grite y todos los presentes se acercaron a escoger un plato y sentarse en la sala a comer como una "familia".

- ¿Cómo durmieron? - Pregunto Atrium a los gemelos, que habían decidido dormir juntos en el sofá. Para mí era mejor porque tenía la cama para mi sola de regreso.

Los cambiantes intercambiaron miradas y rieron -bien- dijeron con sus caras de cómplices, creyendo que no me había percatado que estuvieron toda la noche jugando y hablando entre ellos.

-Hoy saldremos a comprar una litera para ustedes- anuncie y los niños empezaron a saltar por la emoción.

-Y algo de ropa por favor, ya huelen mal- agrego mi Atrium tapando su nariz, haciendo que los niños le dedicaran una mirada asesina.

-Aquí el único que huele mal eres tu aliento de lagartija- mofo Ruby sacando la lengua, haciendo que todos riéramos.

Seguimos comiendo entre risas y charlas, al terminar les pedí a los gemelos que se dieran un baño, la verdad si olían un poco mal, sobre todo Mateo, al parecer Allen no lo había cuidado muy bien, típico; solo se preocupa de él mismo. Mientras los niños se bañaban limpie sus ropas convocando hilos de agua y ráfagas de viento para secarlas, se vistieron rápidamente y salimos a de la casa.

Por suerte ese día el sol no estaba enemistado con nosotros como los demás días y se le agradecía. Íbamos caminando con los niños agarrados de las manos; para que no se perdieran entre los bancos de personas que circulaban por las callen, sin duda alguna parecíamos un grupo familiar normal y la idea no me desagradaba para nada,

Ser normal, no tener que preocuparme por nada... Atrium.

Pero si fuera normal nunca hubiese conocido a mi hermano ni a los niños, ni todo un nuevo reino, seguiría atrapada en aquel castillo, perdiendo mi juventud entre barrotes de hierro que me aprisionaban y me cohibían de libertad. Ser alguien especial era difícil, cada día era un poco peor, pero valía la pena; gracias a eso estaba paseando con una familia provisional, aunque sea por un corto tiempo.

Nos detuvimos enfrente de una pintoresca carpintería. Al entrar el olor a roble invadió mis fosas nasales haciendo que tosiera por el fuerte olor que provenía de la madera y muebles del local, poniendo de lado el fuerte olor, el lugar estaba repleto de mobiliaria y decoraciones elaboradas en madera. Los niños se habían desprendido de nuestras manos y se acercaron a observar y toquetear lo que yacía en aquel establecimiento.

El Guardián de los Reinos: El Origen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora