III. El Libro Rojo

203 20 2
                                    


Silvia nos dirigió al interior de aquel enorme árbol, junto con entrar pude ver diversas personas iguales a ella, con una tez verdosa. Parecían felices al vivir entre la naturaleza y respirar aire fresco. Debe ser un sueño para cualquier persona, además se podría decir que ellos tienen de todo.

Mientras caminábamos, se podían ver diversas salas. Por un lado, había personas creando objetos como jarrones, tejidos y ese tipo de cosas artesanales que se ven muy pintorescas, otros se encargaban de cuidar a los niños que, para ser niños, era casi más altos que yo, lo podríamos comparar con una colmena de Apes; Donde todos trabajan en equipo para que el reino prosperara, nada comparado con Leorium donde su rey pisoteaba al pueblo para poder seguir manteniéndose en el poder.

- ¿A dónde nos dirigimos?- pregunto Amanda, con un tono de preocupación. La verdad estaba tan fascinada con el estilo de vida que llevaban aquellas criaturas, y su cultura, que no me estaba percatando de ese importante hecho ¿Adónde vamos?

-No tienen de que preocuparse, vamos a sus habitaciones para que descansen. Recuerden que ustedes son mis invitadas, si deciden irse tienen las puertas abiertas. Nadie las detendrá- después de escuchar eso me quité un peso de encima. Pero no podía negar que todo aquello era muy bueno para ser verdad o para no tener un precio. 

Pero por lo momentos era oficialmente libre, no le pertenecía a nadie y podía hacer con mi vida lo que me viniera en gana.

¿Volver a ver a mis padres?

Esa pregunta cruzo por mi cabeza, al saber que podía hacer lo que quisiera con la nueva oportunidad que me había dado el destino. Pero con ese pensamiento vino un dolor punzante en mi pecho ya que no había superado para nada, el hecho de que mis padres me habían traicionado, a cambio de dinero, sin permitirse titubear.

-Llegamos. Estas son sus habitaciones- Silvia se detiene y abre la gran puerta que se encontraba frente a nosotras.

Detrás de la puerta se podía ver una hermosa habitación, con dos camas inmensas, solo me imagino perdiéndome entre esas capas de tela al intentar dormir y una decoración muy armónica que hacia juego con la naturaleza que rodeaba todo el lugar. Al divisar una ventana en la pared más cercana, no pude evitar correr hacia ella, moría de las ganas de saber que tan alto nos encontrábamos.

-Ven a ver Amanda. Esto es impresionante, nunca verás nada igual- no sabia qué tan alto estamos, pero podía asegurar que era lo más alto que había estado en mi vida, hasta las personas que estaban entrenando en frente del bosque, parecían unas simples hormigas a las cuales el viento podría desaparecer en segundos.

-Descansen por favor, tenemos muchas cosas que aclarar mañana y me gustaría que estén en buenas condiciones para escuchar todo lo que les explicaré- la voz de Silvia siempre me tranquilizaba y era la primera vez, desde hace mucho tiempo, que alguien me hablaba bien y educadamente sin hacerme sentir inferior.

En medio de las camas se encentraban unos pijamas y Silvia nos indico donde queda el baño. Amanda y yo tomamos turno para bañarnos y cambiarnos.

Nos acostamos como nos aconsejó Silvia, además de que teníamos un sueño fatal, debido a que aquel escape lo habíamos realizado de noche para no ser vistas, al tocar esa suave cama cubierta con esponjosas almohadas y cálidas telas, me dieron muchas ganas de dormir. Pero había algo que estaba impidiendo mi objetivo.

Tengo una extraña sensación. Alguien me está observando.

-Hola- susurre para evitar despertar a Amanda que ya estaba más que dormida. No esperaba que alguien me respondiera, en realidad, no sé para que hablé, pero cinco segundos después caí dormida, no podía más con el sueño, si alguien me intentaba despertar, lo mataría.

El Guardián de los Reinos: El Origen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora