X. Luna Azul

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-¿A dónde iremos?- pregunté a Orión, quién me miró desde el marco de la puerta con una sonrisa.

-No lo sé. Tú fuiste quien me invitó- se rio de mí.

A pesar del hecho de haber vivido quince años en Leorium, solo conocía la parte de los barrios pobres donde vivía. Mis padres nunca me dejaron salir del barrio por lo que era la primera vez que me encontraba transitando aquellas calles.

-¿Qué te parece si tú eliges? Después de todo eres mi invitada- no pude contener la risa al escuchar esto, a lo que respondió: Está bien ven

Orión pasó el marco de la puerta y se acercó dónde estaba; tomó mi mano y me arrastró fuera de la habitación.

-Espera un momento- dije mientras hacía fuerza con mi peso deteniendo a Orión, quién al parecer, pensaba llevarme a rastras a todos lados.

Orión se giró y me miro confundido, sin decir ni emitir, ningún sonido. Entré de nuevo a la habitación y cerré la puerta. No podía irme vestida de esa forma, no soy de las chicas que se obsesionan por su imagen, pero acababa de pelear. Todavía quedaban rastros de sangre en mi ropa.

Abrí la puerta del baño. Noté que en la ducha había una ventana que daba a la calle y se encontraba un poco abajo, muy abajo. No tenía otra opción, así que entré a la ducha y giré la manija dejando correr el agua.

Terminé de ducharme y me puse ropa limpia. No me arreglé mucho, solo peiné mi cabello a ciegas y me hice una media cola. Planché mi ropa con las palmas de mis manos y abrí la puerta de la habitación encontrándome con Orión justo donde lo dejé.

-Estas asombrosa, pequeña guerrera- dijo con una media sonrisa.

No entendía muy bien el porqué de sus palabras; solo me había bañado... ¿tan mal me veía antes? Su comentario me agarró desprevenida y sentía como mis mejillas ardían.

-¡Claro!, ¿qué esperabas de mí?- traté de disimular el enrojecimiento de mis mejillas con mis manos, pero al levantar la mirada noté como no era la única que estaba avergonzada. Orión tenía sus mejillas coloradas.

-Bueno, es hora de irnos- logró decir al bajar la cabeza, tratando de tapar su rostro y agarró mi mano volviéndome a llevar a rastras.

Creo que piensa que soy una carretilla.

Salimos de la taberna, Orión bajó la velocidad. No entendía el apuro por salir, pero ya podía caminar a su lado y sin sentirme arrastrada como un trapo viejo. Al salir, el olor de la panadería de al lado me impactó. Era un aroma muy dulce, creo que era piña. No pude evitarlo, solté a Orión y, como una niña, pequeña salí para ver de cerca que delicia estaban preparando.

Llegué y tenían una repisa de muchos dulces. Se me hizo agua la boca de solo verlos, Orión llegó por detrás y por el reflejo del vidrio noté como levantó su brazo para encestarme un golpe en la cabeza, pero lo logré esquivar.

-¿Y eso?, ¿quieres pelea?- No sé por qué me quería golpear, pero me puse alerta.

-No te sueltes, te puedes perder- Orión hizo un puchero como si fuese un niño enojado inflando sus mofletes. Al verlo solo pude reír.

-Eres muy raro ¿sabes?- Orión cambió el puchero por una sonrisa que terminó en carcajadas y los dos nos reímos al unísono.

Me despegué del están de la panadería y por inercia tomé de nuevo la mano de Orión, todavía no sabía a dónde me llevaba, solo lo seguí.

El Guardián de los Reinos: El Origen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora