V. El Susurro De Las Sombras

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-¿Pueden dejarme sola un momento?- pedí amablemente.

Necesitaba pensar a solas. Sentí como Atrium me soltó y se marchó junto a Silvia y Amanda hacia el interior del árbol, me quedé más o menos una hora pensando en todo...

Me levanté del suelo y limpié mis lágrimas, respiré muy hondo y acepté mi nueva vida, ya no podía hacer nada, todo había cambiado tanto en tan poco tiempo, pero sabía que me tenía que adaptar y afrontarlo por mi bien y el de los demás. El odio en mi corazón creció.

Todos los que un día me hicieron llorar, lloraran diez veces más.

Me dirigí hacia el interior del árbol, y miré hacia atrás, donde estaba sentada llorando y decidí que con esos pasos marcaba el inicio de mi nueva vida, pero sin olvidarme de todo aquellos que me dañaron en la anterior. Los haría pagar con la misma moneda.

Esa noche no fui a comer con los demás, solo quería estar encerrada en el cuarto. Ya era tarde y Amanda no llegaba a dormir así que decidí dormirme primero, pero volví a sentir esa extraña sensación de que me observaban, hasta que el sueño me venció y caí dormida.

Me levanté con mi cabello hecho un desastre, giré mi cabeza para ver a Amanda y me encontré con Atrium dormido en su cama, se veía muy tranquilo y no me apetecía despertarlo así que fui al baño para cambiarme de ropa y bajar a comer.

Al parecer no fue un sueño, todo fue y es real.

Abrí la puerta y vi que ya no estaba el guardia de antes, creí no necesitar a uno ya que tengo un hermano que se pueda transformar en dragón a mi antojo y lo único que tengo que hacer es gritar su nombre.

-¿Adónde vas sin mí?- al escuchar eso me volteé y vi a Atrium que estaba despierto.

-Voy a desayunar pensé que estabas dormido y no te quise molestar.

-No puedes irte sin mí y tienes permitido molestarme, al final, somos hermanos ¿o no?- esas palabras me hacían feliz.

-Entonces apúrate iguana negra o se acabara la comida- no pude evitar reírme al final.

Él sonrió sarcásticamente así que salí corriendo hacia el comedor consciente de que me perseguía, pero en un solo instante me rebasó, al parecer ese tonto dragón es muy ágil. Al llegar al comedor pude verlo sentado junto a Amando y Silvia, quienes aún no habían empezado a comer.

-Hola, disculpen lo de ayer... no sé qué me paso- dije mientras me sentaba junto a ellos a esperar la comida.

-No tienes de que preocuparte, estas en todo tu derecho de sentirte mal- me respondió Silvia con una cara sonriente que me alivió un poco, ya que no quería que pensaran que era una llorona.

Esa mañana la comida fue carne de Ariete acompañada de una ensalada fresca y de tomar té verde. Estaba muy hambrienta, no sabía si era por lo que había pasado el día anterior o por el hecho de que no había cenado. Terminé de comerme mi tercer plato y por fin pude medio saciar mi hambre, la verdad me avergonzaba pedir otra ración.

Soy un pozo sin fondo.

Vi como llegaban varios Viridi supuse que a desayunar como nosotros, así que me levanté junto a los otros de la mesa donde estábamos para no ocupar el puesto si otros lo querían usar y nos dirigimos hacia el frente. Mientras comíamos Silvia comentó que nos quería allí para algo.

Llegamos al frente, al tocar el verde pasto todo llegó a mi mente de golpe, pero no reaccioné, no iba a dejar que eso me afectase. Igual que ayer, varios Viridi se encontraban entrenando, me imaginé que era por la guerra.

El Guardián de los Reinos: El Origen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora