XXVIII.II Unos Helados

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No confiaba en aquel señor de cabello cobrizo y ojos como el sol, a pesar de que me había salvado de los criminales que me habían atapado y me ofreció quedarme en sus aposentos no confiaba en él, era frio y distante, apenas y me dijo su nombre; Allen.

-Oye pequeño tienes hambre- me pregunto con un tono se voz raposa; se acababa de despertar.

Asentí tímidamente, si tenia hambre, pero aquel señor no me daba buena espina no sabía si él también tenía intenciones de venderme como los otros hombres, al saber que era un cambiante de zorro alvino, algo muy inusual al parecer, solo quería conseguir a mi madre y a mi hermana las cuales seguían prisioneras en las garras de aquellos hombres.

Allen salió con un uniforme de guardia igual como el del día anterior cuando lo conocí por primera vez, abandono de la habitación y yo lo seguí, estábamos caminando por los pasillos del castillo, nunca me había imaginado que yo, un simple niño, estaría paseando por el mismísimo castillo, sin duda se me inflaba el pecho de orgullo.

No se si mis ojos me estaban jugando una broma, pero juraría a ver visto pasar a la mismísima reina por uno de los pasillos y mas aun creo que me sonrió, pero de seguro era mi imaginación, debe de ser el hambre que me tenía mal. Finalmente salimos del castillo y el sol era insoportable mis ojos dolían, pero al parecer Allen ni se inmuto ante la segadora luz.

Caminábamos por las calles de Ibishcin y el nerviosismo se apoderaba de mi cuerpo, me daba miedo que alguno de los que había secuestrado a mi mama, a mi hermana y a mi estuviera rondando por ahí, con la intención de volver a aprisionarme, aunque estaba con Allen y el día anterior me había mostrado lo fuerte que era al eliminar a cinco personas en cuestión de segundos.

Allen se detuvo enfrente de un restaurante, este era lujoso con las paredes de un blanco puro sin ningún tipo de sucio, entramos y nos sentamos en una mesa para dos y pidió comida para ambos.

- ¿Cómo te llamas niño? - pregunto, mientras cortaba un pedazo de su panqueque.

No me había presentado ante él. Me daba miedo, nunca sonreía y mato a cinco personas sin más, a quien no le daría miedo eso, pero no podía seguir evitando sus preguntas quedando en silencio porque tarde o temprano iba a explotar en colorar y talvez me matara como si nada.

-Mateo- respondí con un poco de comida en la boca.

-Mateo... um no te preocupes esos hombres no te volverán a hacer daño- afirmo con tanta seguridad que fue como canto para mis oídos el saber que estaba seguro mientras estuviera con él.

-Gracias- susurre levemente esbozando una sonrisa.

El desayuno continuo y Allen me pregunto cómo había caído en las manos de tales personas, con dificultad y con esfuerzo de no llorar le conte como habían capturado a mi madre, mi hermana y a mí.

-Estábamos en la casa, mi mama estaba preparando el desayuno, cuando alguien tumbo la puerta y entro con otros hombres, no pude ver quiénes eran, tenían unas togas negras que cubrían sus rostros, pero vi cómo se llevaban a mi madre y a mi hermana a la fuerza- aguanté todo lo que pude, pero la lagrimas salieron -pude escuchar sus gritos, luego solo recuerdo un gran dolor en mi cabeza y después estaba en la jaula donde tu me rescataste.

-Salvaremos a tu madre y a tu hermana- me aseguro acariciando mi cabeza.

Terminamos de comer y seguimos caminando por las calles, Allen seguía siendo una persona imponente que daba miedo de solo mirarlo a los ojos. Esos ojos amarillos que podían ver atreves de ti, pero a la final me había ayudado a escapar y prometió salvar a mi familia sin nada a cambio, no podía ser tan malo como lo aparentaba.

Mientras caminaba logre captar un olor que se camuflaba con los pasteles de una pastelería, pero me detuve solo para captar aquella fragancia que me había llamado la atención, luego de un rato olfateando logre detectar ese olor familiar a rosas y miel.

- ¡Mi hermana! - grite llamando la atención de Allen.



Gracias por leer.

-Ӂ-

El Guardián de los Reinos: El Origen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora