XLI. Malentendido

47 11 0
                                    

La noche nos había agarrado por sorpresa luego de la reunión que habíamos tenido con la reina de Ibishchin, todos tomaron caminos diferente y nosotros íbamos en dirección a nuestra casa, quería que pasara la noche rápidamente para encontrarme con Sofía y así poder aprender un poco mas de lo que era realmente.

-Estás loco ¿Sabes? - expuse de la nada rompiendo el silencio de nuestro andar.

- ¿Y ahora por qué dices eso? - pregunto el dragón en tono juguetón.

-Por lo que hiciste en el castillo ¿No te dio miedo? - inquirí curiosa por saber que pasaba por su cabeza en ese momento.

-No tenía porque temer si te tenia a mi lado- aclaro regalándome una amplia sonrisa.

-Si que estas loco- declare haciendo que los dos rompiéramos en carcajadas evitando que notara el rubor que se había apoderado de mi rostro.

Reír con él hacia que mi mente se olvidara de todos los problemas por los cuales pasaba, a veces deseaba que solo fuéramos Atrium, Deus y yo, sin problemas, sin magia, sin tener que rescatar a mi hermana, pero por mas que mi mente fantaseara en las nubes mis pies estaban bien puesto en la tierra y sabía que no podía ser así, tenia que rescatar a mi hermana, ella me necesitaba y yo no la podía abandonar.

Al llegar a la casa cada quien tomo su camino y se dirigió a su cuarto, yo no estaba muy contenta de volver a estar atrapada entre mis sabanas, ya mucho tiempo fui rehén de ellas para volver tan pronto, pero no tenia nada mas que hacer, era de noche, aunque no tenía sueño que recuperar. Mientras forzaba mis ojos para que se cerraran por mi cabeza cruzo el recuerdo de una persona a la cual tenía tiempo sin ver.

-Theo- pensé en voz alta haciendo que me revolviera en la cama y mirara el reloj.

Ya era de noche y la luna estaba en lo alto del cielo rodeada de sus pequeñas estrellas, muy tarde para irlo a ver en su trabaja, no sabia si estaba molesto conmigo; lo había dejado plantado en el circo cuanto había sido yo quien lo había invitado, de solo pensarlo me avergüenzo, pero sabia que salvar a todos aquellos prisioneros había sido lo correcto.

La idea que estuviera molesto me abrumaba, pero no quise enredarme más la cabeza con ideas por lo cual me quedé dormida esperándolo ver el día siguiente luego del entrenamiento con Sofía y aclarar mis dudas.

La llegada del sol fue pronta haciendo que sus rayos se colaran por la ventana e interrumpiendo mi profundo sueño, la mañana fue como siempre, aunque se podía sentir la soledad por la ida de los gemelos. Luego de terminar de almorzar me coloque una ropa cómoda y tome mis dagas dispuesta a reunirme por fin con la erudita.

- ¿Ya te vas? - pregunto Atrium al verme bajar por las escaleras.

-Si, y tu ¿Vas a hacer algo hoy o te quedaras todo el día en casa? - inquirí mientras me dirigía hacia la puerta.

-Iré a ver a Santiago y Evangelin a su nueva casa, al parecer no están tan lejos- aclaro mientras pasaba una página de su libro.

-Bueno, nos vemos.

-Vuelve pronto y cuídate- advirtió como si fuera mi padre.

Abandoné la casa y cerré la puerta detrás de mi para empezar a marchar hasta el consejo de erudito donde me esperaba una buena charla con Sofía acerca de los jinetes de dragón, las calles se encontraban vacías por lo cual se me hizo fácil llegar a mi destino. Al verme los guardias me dieron acceso al edificio donde al entrar pude ver a la erudita sentada en una mesa lejana.

-Hola- salude haciendo que desviara la mirada de su libro y la redirigiera hacia mí.

-Hola Adelina, no te esperaba tan temprano- cerro su libro y me dedico su completa atención -al parecer estas ansiosa por que te empiece a hablar sobre todo lo que se de tu especie- expuso como si tuviera la capacidad de leer mi mente.

El Guardián de los Reinos: El Origen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora