XLII. Visita Nocturna

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¿Qué hice? ¿Qué hice? ¿Qué hice? Yo, no quería...

No sabía que había hecho, simplemente me había dejado llevar por mis instintos primitivos, sabía que quería a Adelina, la amaba mas que una hermana, aunque sabía que ella no sentía lo mismo por mí y que estaba mal amarla de esa forma, pero al ver que había llegado embriagada con la fragancia de aquel chico algo en mi se salió de su sitio haciendo que perdiera el control, sino fuera porque ella me detuvo no sé qué pudiera haber llegado a hacer y de solo pensarlo hacia que mi corazón doliera más por el desgarre del recuerdo.

La había traicionado, la había defraudado y ahora me encontraba escapando de todo, escapando de ella, sin darle ninguna explicación del porque de mis actos, pero no tenia la cara para mirarla de nuevo a los ojos, aquellos ojos a los cuales hice llorar por mis actos sin sentido en un arrebato de celos.

Me odiaba, maldecía el momento en que había visto a Adelina como más que una hermana, mientras ella solo me miraba como lo que en realidad era; su hermano, su dragón, su amigo. Deseaba tener algún tipo de poder que pudiera volver el tiempo atrás y poder enmendar mis errores, pero sabia que eso no era posible, tenia que afrontar mis demonios, aunque en ese momento no podía ni acercarme a ella.

Podía sentir como las escurridizas lagrimas habían tenido el atrevimiento de salirse de su cavidad haciendo que mi visión se distorsionara por la cantidad de liquido que rebosaba en mis ojos. A pesar de que mi enfoque estaba nublado pude ver claramente la luna, aquella luna tan blanca, tan pulcra, tan ella... Que solo hizo que mi llanto incrementara al igual que la presión en mi pecho.

Comencé a descender poco a poco deteniendo torpemente el aleteo de mis alas hasta llegar al suelo donde hice que mis huesos se contrajeran y mis alas desaparecieran en un parpadeo veloz, evitando que con suerte alguien las lograra verme.

Empecé a marchar sin rumbo aparente, no sabía a donde me dirigía, mi mente no estaba lo suficientemente clara para siquiera formular algo en ella, solamente podía albergar recuerdos oscuros y nublados de lo que había hecho; uno de los peores errores de mi vida sin duda alguna.

Me detuve en seco al ver como una gélida aguja había colisionado en mi rostro, levanté mi mirada y pude sentir como de repente miles de misiles comenzaron a caer del cielo haciendo que mis lagrimas se mezclaran con la lluvia. Parecía que el cielo compartía mi dolor y me acompañaba en mi llanto, aunque sabía que eso era otra cosa imposible.

Rápidamente corrí y me posicioné debajo de un árbol vecino con el objetivo de protegerme de la precipitada llovizna que comenzaba a tomar fuerza, pero por más que quería ignorar las gotas que se colaban por las ramas del árbol sabía que no podía quedarme expuesto al peligroso frió de la noche junto al clima tormentoso.

Tal vez me merecía eso, sucumbir ante la furia de la naturaleza como una especia de castigo autoimpuesto, pero si seguía hay de pie sin hacer nada solo me encontraría con mi propia muerte por la llegada de una hipotermia, tenía que conseguir refugio, pero no sabía dónde.

Como una fotografía se plasmo en mi retina la imagen de mi posible salvador haciendo que mi mente formara la trayectoria correcta hacia su hogar, con rápidas zancadas me apresure a mi destino con la esperanza de que me acogieran en su hogar.

Estaba delante de su puerta contemplándola sin hacer nada, el frio se había entrometido en el interior de mis huesos haciendo que mi cuerpo tuviera espasmos involuntarios, lentamente extendí mi brazo haciendo un puño en mi mano, estaba dispuesto a tocar, pero la vergüenza me hizo dudar de esa decisión.

¿Quieres morir?

Esa pregunta cruzo por mi cabeza haciendo que me tragara mi vergüenza y tocara repetidamente la puerta de roble hasta que pude sentir un dolor punzante en mis nudillos, cese el golpeteo y espere a que alguien hubiera escuchado mis golpes de auxilio. De pronto logre percibir como alguien se acercó a la puerta para luego ver el movimiento de la manija al abrirse la misma.

El Guardián de los Reinos: El Origen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora