XLIV. Pesadilla

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-Atrium...

Gire por todos lados en búsqueda de los labios que habían pronunciado mi nombre, pero me encontraba desolado en una habitación completamente vacía.

-Atrium... - volvió a susurra, pero esta vez en mi oído haciendo que un escalofrió se apoderada de mi cuerpo.

Rápidamente gire, pero nuevamente estaba solo, no había señales de nadie.

-Atrium...

Delante de mis ojos la voz que me llamaba tan insistentemente empezó a tomar forma, primero era como una nube de polvo que poco a poco fue tomando más consistencia pasando a ser una masa blanca y luego crecer dejando ver a una chica la cual usaba un vestido blanco hasta sus rodillas y unas medias del mismo color enfrente de mí, con su rostro tapado por una melena de cabellos blancos como la nieve.

-Adelina- susurre como un pensamiento que salió inconscientemente de mi cabeza.

La chica levanto la mirada y aparto las hebras de su cabello que ocultaban su rostro. Era ella, tenía sus labios, sus orejas, su nariz y sus ojos... Pero aquellos orbes zafiro se encontraban empapados de sentimientos que al verlos causo una presión en mi pecho de gran intensidad de solo pensar que yo era originario de aquellas lágrimas.

- ¿Por qué me abandonaste Atrium? - pregunto haciendo que el camino de lagrimas que cruzaba por su rostro tomara más intensidad.

Su pregunta retumbo en la habitación como un eco y a pesar que la había escuchado claramente no sabía que responder; podía decir, que era un cobarde, que la traicioné, pero preferí quedarme callado y apreciar como se formaba un charco de lagrimas de bajo de ella haciendo que sus medias se empaparan.

-Yo... - intente de responder, pero las palabras no salían.

Traté de dar un paso hacia ella, pero al intentar moverme algo me detuvo frenando mi caminar, al bajar la mirada pude aprecia como me encontraba encadenado de mis tobillos por unas cadenas que se encontraban soldadas al suelo. Forcejeé tratando de romperlas, pero eso fue en vano, era como si no tuviera fuerzas.

-Me dejaste sola... -expuso haciendo que devolviera mi mirara hacia ella topándome con la sorpresa que el charco que se había formado debajo de sus pies había aumentado de tamaño y ahora el nivel del agua nos llegaba a ambos a los tobillos.

Estire mi brazo en un intento de poder alcanzarla y tocarla, pero al apuntarla con mi mano esperanzado con atraparla, de mi palma emergió una daga que se proyecto justo en su hombro haciendo que liberara un espantoso grito de dolor que perforaba mis tímpanos e hilos carmesíes brotaran de su herida los cuales pintaban su vestido.

Entre en pánico al ver como en mi intento de tenerla cerca la había herido produciéndole un terrible dolor, mi mano temblaba incrédula de lo que había hecho, pero sin que yo pudiera nada hacer otra daga emergió desde las sombras clavándose en su pecho haciendo que la herida liberara una masa negruzca acompañada de otro grito de dolor.

- ¡Adelina! - grite alarmado por el estado en que en se encontraba.

El agua había vuelto a subir y ahora nos llegaba a la cintura sin siquiera darnos cuenta, pero yo solo podía notar como Adelina se desangraba delante de mis ojos sin poder hacer nada, su vestido antes blanco ahora se encontraba teñido se su propia sangre cediéndole un color rojo carmesí a toda la tela mientras yo me encontraba incapaz de poder mover un solo dedo a su favor.

Volví a intentar quebrar las cadenas que me tenían prisionero, pero de igual forma fue inútil. De pronto escuché otro grito atormentador y al levantar la mirada pude ver como otra daga había sido incrustada en el torso de mi hermana sin ninguna pisca de misericordia hacia ella.

El Guardián de los Reinos: El Origen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora