XLIII. Sosiego

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Podía sentir un dolor punzante que emanaba de mi cuello debido a que me había quedado dormida en el sofá, esperanzada con que el dragón acudiera de vuelta a su hogar con la posibilidad de que pudiéramos hablar del asunto, pero este nunca se presento haciendo que los nervios se apoderaran de mi cuerpo de solo pensar en lo que podía llegar a hacer capas en un estado inestables de emociones.

Los rayos del sol me daban seña de que había pasado la noche en vela y no quería que eso se repitiera, con lentitud me incorpore del sofá y masajeé mi lastimado cuello. Lograba notar como mis ojos se habían hinchados por la tristeza que habían liberado sin siquiera mirarme al espejo por lo cual con prontitud me dirigí al baño.

La soledad que se reflejaba en el espejo me recordaba que Atrium me había abandonado, no podía negar que su pronta huida me había afectado gravemente desgarrando partes de mi ser, como si se hubiese congelado el tiempo en mi cabeza se repetía el momento en que se fue y me abandono llevándose una parte de mí.

Sin ánimos de seguir en tal depresión tome una buena ducha y me dirigí a mi cuarto donde vestí ropa cómoda para salir, tome mis dagas y baje. Sabia que tenia que comer algo antes de salir, pero de solo pensar en la idea me causaba nauseas. No tenia cabeza para pensar en otra cosa que no fuera mi fugitivo hermano.

Abandone la casa y mi mirada se fue directamente al cielo el cual estaba pintado de tonos grises, las nubes habían tomado como rehén al sol evitando que pudiera reinar con libertad, alcanzaba a notar como el olor a petricor inundaba mis pulmones como resultado de la fuerte lluvia que había azotado la noche anterior.

- ¿Deus puedes encontrar a Atrium? por favor- pude notar como mi voz estaba quebrada a pesar de que hablaba dentro de mi cabeza.

-Ya es costumbre que me uses como tu perro de caza- objeto en un noto molesto.

Quede impresionada por la forma de hablar de Deus, pero tenía razón, ultimadamente lo había hecho a un lado, solo le hablaba para que me ayudara a buscar personas por lo cual entendía su molestia; se sentía utilizado por mi parte y en cierta forma era así. Antes de conocer a Atrium y todo lo que era me la pasaba hablando con el hasta que caía la noche, pero eso cambio con la llegada de todos los problemas que trajo consigo el descubrimiento de mi verdadero ser dejando de lado a mi otro hermano.

-Sabes que eso no es así, tu eres mi querido dragón- corregí con un tono de niña pequeña -,el cual tiene una asombrosa vista- agregué tratando de bromear con él.

-Tienes suerte de que soy un buen hermano.

Por suerte Deus acudí a mi pedida ayuda y comenzó con la búsqueda, pero no quería quedarme sentada hasta que me dijera donde encontrar a Atrium, por ende, emprendí un recorrido por las calles de Ibishchin con la ilusión de encontrar a mi hermano vagando a la deriva entre las calles de piedras.

Los rostros de miles de personar pasaban por mi escáner rápidamente en búsqueda de mi dragón, varias veces me exalte al creer encontrarlo al confundirnos con alguna persona que congeniaba con sus características físicas, pero solo era eso un leve parecido, no había rastro de mi hermano entre la multitud y Deus no llegaba con noticia, lo que hacía que mis expectativas bajaran haciendo que por mi cabeza pasara la idea de no volver a ver a Atrium.

Me aferraba a la idea de que todavía estuviera hay, esperándome, completamente solo, pensando en lo que había hecho, pero en realidad eso ya no me importaba solo quería tenerlo de nuevo entre mis brazos y poder golpear su galán rostro por haberme abandonado.

-No logre encontrar a Atrium- informo Deus haciendo que mi corazón se estrujara y perdiendo la poca esperanza que me quedaba.

- ¿Qué quieres decir? - no comprendía, era imposible que mi hermano hubiese sido tragado por la tierra sin dejar un rastro.

El Guardián de los Reinos: El Origen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora