Mérida miraba a Astrid, como le ayudaba a uno de sus hermanos a abrochar el impermeable, eran las cuatro de la tarde, solo se escuchaban las gotas de lluvia caer sobre el helado vidrio de la sala principal.
- ¡Vamos Mérida! – le decía su prima con botas para agua y un impermeable que le llegaba hasta las rodillas – ponte tus botas y salgamos un rato a mojarnos en los charcos, como cuando éramos niñas.
- Dudo mucho que haya un charco tan grande, en donde quepamos las dos – le respondía ella mirando su teléfono móvil – aparte, se me esponja el cabello.
- Tu siempre lo tienes esponjado – le respondía la rubia con cierta burla.
Mérida estaba a punto de responder, cuando los cinco escucharon un portazo y los refunfuños, con bastantes maldiciones, de un muchacho molesto. Escuchaban como los gabinetes de la cocina se movían de un lado a otro, la puerta de la nevera como sonaba y las pisadas que se acercaban con rapidez hasta la sala.
Vieron a Hiccup entrar a la sala y sentarse en el suelo, mientras metía una cucharada a la cubeta de helado que tenía en sus manos. El chico estaba totalmente empapado y con el seño totalmente fruncido, no había sido un buen día y él lo demostraba.
- Creo que si iré con ustedes – soltaba Mérida, con las botas y el impermeable puesto – su negatividad inunda la casa.
Astrid frunció el seño y les hizo una señal de que se adelantaran. Los chicos salieron junto con Mérida, dejando a Astrid, con aquel problema.
- ¿Mal día? – le decía ella sin quitarle la mirada.
- Pésimo – le respondía él sin voltear a verla – tres días y aun no encuentro un empleo.
- Hiccup, nadie encuentra empleo en una semana.
- Yo sí, no es por egocentrismo, pero yo no soy cualquier persona, yo encontraría empleo hasta debajo de las piedras – respondía él, clavando su mirada a los ojos azules de su compañera.
- Tal vez no has dado con la imprenta correcta – trataba la rubia de animarle – ya llegara...
- No Astrid – le interrumpía él – ya fui a cada una de las imprentas en estos últimos tres días, desde la de mayor prestigio, hasta la de menor, pero nada.
Ambos se quedaron en silencio por un momento, se escuchaban desde afuera los gritos de los chicos y las gotas de lluvia con mayor intensidad.
- Hoy... una de las imprentas, me dijo que le encantaría tenerme como asesor de ventas – mencionaba el dejando el helado a un lado suyo.
- Ahí está Hiccup, te hablaran y te contrataran – le respondía ella animada.
- No Astrid – le respondía él bajando la mirada y soltando una burla – dijo que no podía contratarme, ya que mi padre le había hablado, había formado unos convenios con ellos, a cambio de que no me contratasen – cayó por un momento, inhalo aire y siguió – ninguna empresa me contratara, tendré que regresar a Berk, no conseguiré un empleo jamás así, eso o conseguir en el extranjero.
- No puedo creerlo – mencionaba Astrid – me resulta imposible.
- Créeme, ya somos dos – respondía él, mientras se levantaba del piso de madera – iré a cambiarme, no resolveré nada haciendo una rabieta.
Hiccup le despeinaba el flequillo a la rubia con una caricia, mientras daba paso a las escaleras. Ella solo miro como él subía, era extraño, demasiado extraño ver esa actitud de Hiccup. Astrid fue interrumpida por los gritos de sus primos y Mérida, fue hasta la puerta y siguió con su plan original, nada arreglaría quedándose en casa y cuestionando a Hiccup.
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¿Un contrato por Amor? (Hiccstrid en la vida real)
Fiksi PenggemarHiccup Haddock es uno de los herederos de las empresas más importas de Oslo Noruega, Las Empresas Berk. Sin embargo su abuelo al morir estipula que todas las acciones de las empresas se heredaran al primer nieto que haya contraído matrimonio y es ah...