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Después de mi escapada en la cena de celebración del matrimonio de Seokjin mis padres me esperaron en el salón de casa para darme una charla –a gritos– sobre que debía ser buena chica. Como siempre todo acabó en una discusión y un castigo. Porque esa era la forma que tenían de educar: discutir y castigar.

Me encontraba pasando por el salón, en frente de ellos y siendo testigo de la discusión que tenían. Estaban tan metidos en los gritos y faltas de respeto que ni siquiera se dieron cuenta de que estaba pasando por delante de sus narices para ir a la puerta principal.

Se pasaban todo el día discutiendo sobre cualquier cosa. Es lo que pasa cuando te casas con alguien que no quieres y no sois compatibles, que os pasáis todo el día discutiendo. El matrimonio de mis padres era uno de conveniencia y ni siquiera se llevaban bien. Años y años de discusiones. Mi padre trabajaba demás y, así, se evadía todo el día de mi madre, llegaba cansado a casa del trabajo y se dormía para despertarse antes de que saliera el sol e ir a trabajar antes de que ella se levantara. De esta forma, mi madre tenía dinero extra para gastar en ella y en nadie más. Pero con el paso de los años en el matrimonio se sentía sola y vacía. ¿La solución? Tener un hijo al que dedicarle toda la atención de su triste vida, ya que no tenía nada más que hacer. Sin estudios no iba a poder trabajar en ningún sitio, tampoco quería. Años más tarde me tuvieron a mí porque mi madre quería volver a revivir los momentos en los que cuidaba a un bebé, a una persona que dependía totalmente de ella, pues Seokjin en ese momento ya era un infante que no necesitaba su total atención. Aunque al verse siendo madre de dos hijos, sin ayuda del padre biológico –que no quería ser padre, lo fue para que su mujer lo dejara en paz –, y queriendo volver a su vida de lujos sin responsabilidades y compras diarias decidió contratar a niñeras para que se ocuparan de sus hijos.

Yo pienso que lo de tener hijos también fue una excusa para seguir los matrimonios de conveniencia y poder seguir aumentando la riqueza de la familia. Suerte que Seokjin había encontrado a una persona que a mis padres les gustara.

Abrí la puerta y salí de ella sin hacer mucho ruido. Iba andando rápido para encontrarme con mis amigos pero al ver el coche de mi hermano no pude evitar pararme y observar. Estaba con su prometida, los dos estaban fuera del coche y mirándose a la cara. Eunbin no paraba chillarle y mi hermano se limitaba a discutir sus argumentos sin alzar las voz. Demasiado caballeroso y educado como para gritarle a alguien. Me acerqué a ellos hasta el punto en el que mi hermano me vio.

—Hyosun, ¿qué haces aquí? —preguntó tranquilo y sonriendo, a diferencia de Eunbin que me miró queriendo matarme. Por lo visto ya no le caía tan bien como al principio, o ya no se esforzaba en ocultar lo mal que le caía.

—Iba a salir con unos amigos. Me están esperando fuera de la urbanización. —miré únicamente a Seokjin. Eunbin me causaba tal repulsión que no podía ni mirarla. ¿Quién se creía que era ella para gritarle a mi hermano?

—Creía que estabas castigada por lo de ayer. —me dijo, aún sabiendo que él llevaba razón quería confirmarlo.

—Y lo estoy. —me encogí de hombros y Eunbin bufó. —Tía, ¿te vas a la mierda y dejas de poner caras?

Eunbin rodó los ojos y se cruzó de brazos.

—Me voy al coche. —informó la chica. —Después seguimos hablando.

Señaló a mi hermano como si ella fuese superior a él y abrió la puerta del coche para montarse y cerrar de un portazo.

—No sabía que los pijos podían abrir y cerrar las puertas ellas solas. —ataqué, sabiendo que me oía. —Creía que si lo hacían por norma general se les rompían las uñas.

Como Eunbin lo había escuchado dio un golpe en el cristal del coche, enfadada. Pero no me importaba, me había quedado a gusto al soltarlo.

—Hyosun... —me regañó Seokjin.

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