u n o

8.7K 440 156
                                    

Apreté el asa de mi maleta y suspiré. No quería estar en Corea, quería coger el primer vuelo a Los Ángeles y volver con mis amigos.

—¿Qué tal? —preguntó mi padre. Cuatro años sin verlo y sólo se le ocurrió decir eso.

¿En serio? Por eso no quería volver.

—Estaría mejor en Los Ángeles. —mascullé.

Miré a mi madre a los ojos, que no se dignaba a decir nada.

Ni un mísero abrazo para su hija.

—Eh, bueno, ¿por qué no nos vamos por ahí, a comer? —propuso mi madre.

—He estado horas metida en un avión. —fruncí el ceño enfadada. —No tengo ganas de irme por ahí, sólo tengo ganas de descansar en una cama en condiciones.

—Vale... —mi madre suspiró. —Había olvidado tu carácter.

Es que ninguna nos soportábamos. ¿Por qué me habían hecho volver?

Con lo bien que estábamos separadas.

—¿Dónde está Seokjin? —pregunté.

—Está en casa arreglando unos asuntos, pero eso ya te lo contará él.

Suspiré, cediendo al ver las caras que tenían. —Si vamos a comer por ahí tiene que venir Seokjin.

Mi madre sonrió feliz y sacó su móvil de su bolso de marca.

—Voy a llamarlo. —señaló el teléfono y marcó.

Se alejó un poco de nosotros para hablar con Seokjin, haciendo ruido en el suelo al posar sus tacones en el suelo.

Mi padre y yo fuimos hacia el coche sin decir ni una sola palabra mientras mi madre nos seguía y hablaba por teléfono. Se la escuchaba desde la distancia. Chillaba mucho, a menos en eso nos parecíamos.

—Veo que has cambiado de coche. —dije. Acaricié el capó azul del Mustang GT del 79.

Me gustaban los coches. No sabía mucho de ellos pero eso no quitaba el hecho de que me gustaran.

—Sí. Habré cambiado unas cinco veces de coche desde que te fuiste. —dijo sonriendo.

No tenía una relación muy cercana con él, probablemente porque había estado cuatro años y no sabía de qué hablar con él.

Era incómodo estar con él.

—Vaya. —dejé de acariciar el capó para mirar a mi madre, que seguía parloteando. —¿No está tardando demasiado para una simple llamada?

Se encogió de hombros y miró su coche con felicidad. Mi padre era un amante de los coches, más aún si se trataba de coches antiguos. A mí sí que me gustaban los coches antiguos bastante pero no sabía tanto como a él.

—Listo. —mi madre se acercó a nosotros, feliz y meneando sus caderas de casi cincuentona. —Seokjin ha dicho que vayamos al Club de Campo, él ira en un rato.

Metí la maleta en el maletero del coche y al cerrarlo me llevé una reprimenda de mi padre por haber cerrado demasiado fuerte, según él.

Rodé los ojos y me monté en la parte de atrás del coche.

—¿No podemos ir a otro sitio? Recuerdo que odiaba el Club de Campo. —dije mientras agarraba el cinturón de seguridad y lo abrochaba.

—¿Hay algo que no odies, hija? —preguntó mi madre irritada.

Pues si ya estaba así no querría saber cuando llevásemos dos semanas juntas.

En fin.

—Los Ángeles. No odio Los Ángeles y tampoco a Seokjin. —me crucé de brazos y sonreí falsamente, mirándola por el espejo retrovisor.

mygDonde viven las historias. Descúbrelo ahora