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Había pasado unos días desde el arresto de Will y Elizabeth y desde entonces papá no me había dejado salir de casa. Al parecer tener a sus dos hijas en peligro lo estaba llevando a tomar medidas drásticas de protección.

Me la pasaba encerrada día y noche en espera que el arreglara el problema ya que también no había podido conseguir el pase para mandarme a londres y el creía que si salía me expondria a algún peligro, la noticia de no irme a londres en parte me alegró pero con eso había traído mucha inseguridad a papá sobre mi bienestar a tal grado que contrato a Adam para cuidarme día y noche.

No podía más que estar que ansiosa y molesta de no poder salir y tener a Adam cuidanodome como si fuera una niña, los días eran largos y mi sufrimiento crecía cada día.

Estaba acostada en mi cama en espera de llenarme de ánimos para levantarme cuando escuché un ajetreo fuera de mi cuarto, adormilada aún me levanté perezosamente y busque una bata para colocarmela e ir a ver qué ocurría.

Abrí la puerta de mi alcoba y el intenso sonido de varias voces peleando se hizo más fuerte pero hubo una que logró despertarme por completo y aparte me hizo correr. Corrí lo más rápido que mis piernas me lo permitieron y al llegar al inicio de las escaleras pude ver en el recibidor a Will, Adam y varios sirvientes peleando.

—will— lo llame sintiendo una alegría inmensa de verlo.

—Davina— me respondió con una sonrisa mientras apartaba a Adam de enfrente de el.

Sin importarme lo poco presentable que estaba bajé las escaleras rápido antes de llegar al final de esta me avente a brazos de Will el cual me recibió y me abrazó dándome una vuelta en el aire.

—Oh por dios— exclamé abrazándolo con fuerza.

—Davina me estás ahorcando— trato de decirme entre risas abrazándome por la cintura mientras yo lo apretaba más fuerte.

— ¿Estás bien? ¿que ha ocurrido? ¿Que haces aquí? ¿Te liberaron? ¿Y Elizabeth? ¿Esta bien?— comencé a bombardearlo con preguntas una vez que lo solté para mirarlo de frente.

—Pequeña tranquila una pregunta a la vez— me interrumpió sonriente acomodando un mechón de cabello tras mi oreja.

Lo miré sonriente antes de aventarlo en juego. Alguien aclarandose la garganta nos hizo voltear a Will y a mi y vimos a un Adam serio mirándonos a ambos rodeado de varios sirvientes.

—Señorita Davina su padre ha prohibido la entrada de cualquier persona a su casa y eso incluye al joven Turner— dijo y miró a Will entrecerrando los ojos.

Algo en su forma tan indiferente de llamarme me dió una punzada en el corazón pero no deje que nadie lo notara. Desde que adam estaba cuidándome me sentía aprisionada, no podía hacer nada y tenerlo las 24 hrs del día era frustrante y doloroso.

Nos la pasabamos peleando todos los días y estaba segura que ya habíamos hartado a los chicos del servicio.

—Esas son tonterías— le contesté confundida por las órdenes de papá— Will siempre será bienvenido aquí.

—Su padre nos pidió que..— trato de hablar una de mis mucamas apoyando a Adam pero yo la interrumpi.

—No quiero escuchar nada más— hablé seria— papá no está y tampoco está Elizabeth por lo que yo estoy acargo de la casa y si yo digo que el joven Turner puede entrar el entrará y listo. Así que todos vayanse a desayunar o hacer lo que tengan pendiente que yo atenderé a William ¿Entendido?

Todos los sirvientes me miraron perplejos por mi actitud la cual nunca había tenido pero tan rápido como termine de hablar estos asintieron y se fueron del salón.

Piratas del Caribe: La Maldicion del Perla NegraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora