Epílogo

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El gobernador Weatherby miró con tristeza a su esposa.

Sentado sobre la arena, bajo una sombrilla y tomando una taza de té apreciaba como su mujer caminaba descalza  por la orilla del mar con el vestido atado a la cintura permitiéndole libertad a sus pies para así poder sumergerlos en la tibia agua.

Lydia Swann era una mujer cautivadora, perfecta en todos los aspectos, desde el primer día que había puesto sus ojos en ella le había robado el aliento. Aquella mujer de rojos cabellos y mejillas regordetas era el ser más puro y perfecto que alguna vez haya conocido, irradiaba luz y felicidad, pero actualmente no lo hacía.

El gobernador suspiro.

— ¿necesita algo más señor?— interrumpió sus pensamientos una de las mucamas.

—No, todo está perfecto— dijo casi en un susurro mirando aún a Lydia.

La mucama siguió su mirada y suspiró.

— ¿como se encuentra la señora ya dejó de sangrar?— pregunto preocupada.

El gobernador se tensó, la miro y después miro nuevamente a su mujer que ahora estaba sentada en la arena, solo asintió.

— Ha acatado las órdenes del médico, gracias a dios está bien.— dijo seco.

La mucama asintió nerviosa sabiendo que había cruzado la linea y se alejo con la cabeza gacha.

El gobernador se quedó ahí mirando aquel triste panorama.

Varios minutos después su esposa se levantó y se acercó a la mesa en la que estaba. Llego se sentó y sirvió temblorosa una taza de té manchando el mantel por las salvajes gotas que escurrieron. El gobernador inmediatamente quiso auxiliarla pero su mujer lo impidió.

—Dejame....— exclamó con tono irritado Lydia. Weatherby se tenso y triste aparto sus manos de la tetera— puedo hacerlo, se que puedo hacerlo— susurro Lydia mirándolo con ojos cristalinos.

Un silencio incómodo los inundó.

— Hablame por favor— suplico el gobernador herido ante la nueva actitud de su esposa— necesito sentirte cerca no me apartes ahora, no en estos momentos que se que me necesitas más que nunca.

Su mujer lo miro con lágrimas silenciosas correr por sus mejillas y dejo la tetera en su lugar. — lo siento.

Aquel susurro rompió en pedazos a Weatherby. Sin pensarlo se abalanzó a ella y la estrujó entre sus brazos.

— Te he fallado, lo siento tanto — sollozo aferrada a su esposo— mi niña, mi pequeña niña— exclamó llena de dolor.

El gobernador la apretó más a su pecho y beso su cabeza sintiendo su mundo derrumbarse y eso estaba pasando. Lydia estaba destrozada en su abrazo.

—No es tu culpa mi amor...— susurro tratando de dar consuelo pero el nudo en su garganta lo hizo más difícil— todo estará bien.

La pareja aferrada el uno al otro se soltaron a llorar, llenos de tristeza por la  perdida de su muy esperada segunda hija.

—Tal vez si no hubiera insistido en venir a Inglaterra habría evitado esto— susurro llena de dolor recostada Lydia en el pecho de su esposo.

El gobernador suspiro y la estrujó.

— no creo que esto sea culpa tuya mi vida— susurro dando consuelo— tal vez tenía que pasar.

...

Después de 2 semanas de apartarlo por completo su esposa comenzaba a abrirse más con el. Nuevamente volvían a ser un equipo, un apoyo y consuelo el uno para el otro ante momentos difíciles. El gobernador agradecía el saber que pasaba por la mente se su esposa en estos momentos y estaba más que dispuesto a auxiliarla a super lo ocurrido.

Piratas del Caribe: La Maldicion del Perla NegraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora