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Para Peter Parker, el más nuevo y joven miembro de los Avengers, le resultaba imposible no actuar como una fangirlal entrar en el Sanctum Sanctorum de Londres. Tony le había obligado al chico a prometer cientos de veces que se comportaría como un buen mocoso o lo regresaría a casa con la tía May, una táctica que nunca fallaba.
Pero al estar en ese lugar místico y majestuoso, como si fuera sacado de una película de Harry Potter, Peter se sintió tentado a romper esa promesa.
—Señor Stark, joven Parker —los saludó un atractivo hombre de capa roja, acompañado de una mujer muy similar a él y de ropa también extravagante.
—Gracias por recibirme, sé que no llamé antes pero supongo que entiende la situación —habló Tony, estrechando su mano con el castaño.
—Sí, él ya viene. En éste momento necesitamos toda la ayuda disponible —coincidió él, posando su mirada ahora en el muchacho de traje rojo— ¿Él es tu hijo o...?
—¡Dios no! Es mi nuevo asistente —bromeó Stark, palmeando el hombro del chico— ¿No vas a saludar, mocoso?
—Oh, claro —Peter sacudió su cabeza, regresando al mundo real para estrechar la mano del hechicero—. No me he presentado, soy Peter, Parker.
—Mucho gusto, soy el Doctor Strange —se presentó el de capa roja antes de apuntar a la chica a su lado—. Esta es mi hija, _____ Strange. Mi nueva aprendiz en el negocio.
—Oh, así que usaremos nombres clave. Bueno, yo soy Spider-Man —dijo Peter, tratado de lucirse frente a la joven maga.
—¿De dónde sacan a estos tipos? —se burló ella, levantando una ceja ante la ingenuidad del muchacho.
—Salen de cualquier lado, señorita Strange —le sonrió Tony Stark al mira el leve enrojecimiento de su nuevo integrante—. Tengo asuntos que ver, pórtate bien mocoso.
El aludido asintió avergonzado, ¡la había cagado en tan sólo un minuto en ése lugar! ¿Cómo era eso posible?
Los adultos se retiraron del living, dejando un momento de privacidad para los más jóvenes. La chica dejó caer su mágico trasero en un diván mientras abría una bolsa de gomitas. Las favoritas de Parker también.
—¿Te vas a quedar ahí como inútil? Porque debo decirte que es un poco inquietante —habló por fin la castaña antes de llevar un puño de golosinas a su boca.
