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Desde el momento en que la imponente nave desconocida nos había interceptado luego de la batalla contra Hela, los dos hermanos y yo tuvimos el mismo mal presentimiento. Y no nos habíamos equivocado. Hubiera deseado que sí.
Al ver al titán loco, Thanos, con sus hijos, la Black Order, me congelé como nunca. Pero no por el miedo, todo era porque me resultaba difícil ver a todos los argardianos que mataban a su paso, sin piedad o un poco de compasión. La Black Order nos tenía rodeados para que no intentáramos hacer un esfuerzo por luchar, era una tortura.
Loki me tomó de la cintura al momento, tan atónito como yo, susurrando en mi frente que todo acabaría pronto. Era muy dificultoso creerle, sobre todo cuando fue nuestro turno.
—Ya sabes porque he venido, hijo de Odin —el titán loco se dirigió a mi amigo rubio, acomodando el legendario guantelete del infinito en su mano.
—Ya te dijimos que no está aquí, se debió hundir con el resto de Asgard —pudo decir el dios del trueno, abatido por su nueva pérdida. Sus ojos estaban tan lagrimosos como los míos.
—Tus mentiras te condenarán, asgardiano. Puedo sentir la energía de la gema, está justo aquí... en esta habitación —el hombre púrpura replicó, sonriendo mientras se acercaba al rubio.
—No lo tenemos, sólo estás buscando en el lugar incorrecto. Tú y tus bastardos ya pueden irse —mascullé yo, fulminando con la mirada a Proxima Midnight, que nos apuntaba a mi y a Loki con un cetro brillante.
—Cuida tu boca, tu niña insolente. O te mostraré una manera de hacerlo —amenazó ella, poniendo el cetro peligrosamente cerca de mi garganta.
—No te atrevas a tocarla —le gruñó Loki rápidamente, poniéndose frente a mi como protección.
—Vaya, vaya... que tierno. El principito resultó ser un sentimental enamorado todo el tiempo —se burló uno de los hombres, Corvus Glaive.
—Esta bien, hijos mios —les dijo Thanos—. Tengo una mejor manera de hacer hablar a la escoria.
El titán loco tomó la cabeza de Thor con ayuda de una sola mano, provocando que el rubio cayera sobre sus rodillas al no resistir el peso. El otro hombre comenzó a apretar su cráneo como si se tratara de una sandía, un grito doloroso pronto salió de los labios del dios.
—¡Libéralo! —clamé, tratando de acercarme, pero fui detenida por Loki cuando sujetó mi cintura con sus manos.
—Cariño —murmuró, tomando mi rostro entre sus manos frías—, no podrás con él, o la Black Order te matará sin pensarlo. Tienes que ser fuerte, por favor.
