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______ se acercó al rubio que, desde el diván, había sido un espectador de sus extrovertidos y sugerentes pasos de baile al ritmo de una canción de los setenta que el estéreo reproducía a todo volumen.
—Baila conmigo —pidió ella con una gigantesca sonrisa, tomando las manos del Capitán entre las suyas.
—Oh no. Sabes muy bien que yo no bailo —Steve negó con la cabeza, esbozando una sonrisa divertida.
—¡Vamos, cariño! —rogó su novia sin dejar el bamboleo de sus caderas.
—Te amo, pero no sé como bailar ésa canción —se excusó él.
—Bueno, levanta tu bonito trasero del sofá y mira —le ordenó ______, consiguiendo la fuerza suficiente para empujar al Cap lejos de su asiento.
Rogers se quedó de pie, rígido como una piedra al no tener ni una sola idea de cómo moverse. Ella le sonrió para dar inicio a otro de sus bailes donde su cintura y sus piernas eran el mayor atractivo para su amante. Incluso si no era un baile erótico, para Steve debía ser lo más sensual que podía llegar a admirar.
Sin tener tiempo para notarlo, pronto se sintió caliente.
—Tienes que pegarte a la canción, cariño. Deja que tu cuerpo haga el resto del trabajo —habló la mujer que se movía contra su cuerpo, aunque él no levantara ni un músculo.
—Créeme, no quieres ver eso —rió el Capitán Rogers, dejando que ella se apoderara de sus brazos en un intento por hacerlo danzar.
—Eres un pésimo compañero de baile, Steve —se quejó ella burlona.
Su anticuado novio no quiso dar su brazo a torcer y prácticamente estuvo empujándolo y obligándolo a dar unas cuantas vueltas por toda la extensión del living.
El rubio no podía seguirle el paso, sus suaves vaivenes lo tenían atrapado como un idiota bajo alguna clase de hechizo, debía ser eso, porque no podía dejar de mirarla lascivamente: admirar la manera en que la falda de su vestido se sacudía o cuando su pequeño cuerpo se frotaba contra el suyo, crispando su piel.
______ se sobresaltó al sentir las manos de el Capitán sobre su cintura y de inmediato lo miró, tenía ése rostro de quiero hacer el amor.
Ninguno emitió alguna palabra, sólo se dedicaron a lanzarse repentinamente hacía un beso hambriento, profundo y rudo. Las manos de la chica viajaron a los hombros de Steve cuando él le sujetó ambos muslos con sus dedos hasta levantarla del suelo en un santiamén.
Se encontraron contra la pared en el camino, pero no tuvieron tiempo para detener aquél beso pasional, ni siquiera cuando colisionaban con los muebles tirando un par de cosas en el acto.
Steve sabía que no podía resistir otro segundo más sin querer tomarla y hacérselo ahí mismo pero también estaba consiente de que sería imprudente y alguien podría entrar y descubrirlos en pleno acto sexual. No obstante, cuando ella abandonó sus brazos para empujarlo hasta caer sobre el diván, no halló la resistencia necesaria para negárselo. En especial cuando la descubrió desnudándose sin inconveniente alguno.
—Amor... alguien podría entrar aquí y vernos —le advirtió él, tratando de traer al Capitán de buenos valores morales.
—El ruido los alejará —aseguró la mujer, riendo al mismo tiempo que procedía a quitar las estorbosas prendas en el cuerpo de su novio.
—¿Y... si no lo hacen...?
Ella sonrió, poniendo los ojos en blanco antes de hacer un simple ademán con la mano para lograr que la puerta se cerrara con el pestillo incluido.
—Debes empezar a disfrutar el peligro, Steve —dijo mientras se montaba sobre el fornido cuerpo del Capitán.
—Lo siento, aún soy anticuado.
—Tranquilo. Dejame enseñarte.
_______ dirigió el miembro firme y rígido a su coño, dejándose caer en el con una paciencia que lo hizo delirar deliciosamente y lo demostró bien al jadear con su voz ronca. Ella no esperó más para balancear las caderas en una secuencia que iba de atrás hacía adelante para terminar en movimientos circulares. Apretó los párpados, consumida por la magnífica sensación en sus paredes vaginales, inclinando un poco la cabeza a la vez que gemía con suavidad.
Las manos fogosas de Rogers se deslizaron en los muslos de la mujer, ascendiendo a sus caderas hasta llegar a la curva de su cintura donde se aferró con firmeza para ayudarla a subir y bajar sobre su pene con más fuerza. La melodía aún se podía escuchar por encima de sus respiraciones agitadas y el golpeteo insaciable de sus cuerpos trabajando en perfecta armonía.
—Por más que me guste verte así sobre mí, tengo que dejarte descansar un poco —musitó él, poniéndola debajo de su cuerpo con un veloz deslizamiento.
Se volvió a meter en ella sin poder contener la exuberante lujuria que reclamaba todo su cuerpo, aumentando el número de estocadas por minuto.
—¡Oh Steve! —clamó _____, ahogándose en su propia marea violenta de placer—. Eres... increíble.
—Y tú hermosa —jadeó con las mejillas sonrojadas.
Hundió sus labios con los de su chica en un efusivo beso el cual rezumaba tanto fervor, tanto deseo mutuo y el más sincero amor que su cuerpo no podía contener más y quería darlo todo a ella. Y es que le provocaba tantos sentimientos y reacciones inefables que siempre lo tenía como un subordinado a sus pies.
—Te amo —susurró Steve.
—Yo también. Incluso más.
—¿Quieres probar eso?
—Suena muy tentador.
Y ahí estaba él, tomándola con más desesperación, sin cesar, sin dejar de mirarla como lo más hermoso en el cosmos, sin poder hallar el control. Todo había iniciado esporádicamente por causa de un baile incitante y tentador, pero no significaba que no sería especial.
