→ Happy endings are disgusting

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No era su lugar favorito, nunca sería eso más que los tristes recuerdos que aún quedan en su mente « « La infancia desastrosa » » que había tenido con su madre y ahora está aquí para verla aunque sea por una última vez en su vida.

El perdón.

— ¿Nombre de la paciente, por favor?

— Sí, Bra Ouji. — susurro, aunque el nombre completo de su madre fuera " Brassica " a ella antes de caer en toda la locura le llamaban Bra por nombre abreviado. Y así se quedaría.

— Claro, Brassica de Ouji. Está en la habitación quinientos cinco. Transtorno de esquizofrenia, contrajo sida ¿Ya te habían dicho, muchacho? La han inyectado con una aguja infectada ahora está muriendo lentamente debido a su deterioro mental. Puedes pasarla a ver rápidamente.

Vegeta meneo su cabeza de arriba hacia abajo en un gesto leve dando un sí. Siguió a la enfermera por el elevador, ese lugar es tétrico y lleno de emociones manchadas de tragedia.

Sus nervios crecieron cuando el elevador abrió sus puertas y comenzaron a caminar por los pasillos solos y con sonidos de quejidos a lo mejor de estar sumamente hundidos en los medicamentos o a lo mejor de estar sufrimiendo. Pero no quería pensar en eso: la puerta de metal con solamente una ventanilla reforzada de rejillas lo esperaba con el número (505) plasmado de un color dorado oxidado.

— No dudes en llamarnos si pasa algo ¿De acuerdo, muchacho? — cuestionó la enfermera. Vegeta entró a la habitación y en sus ojos negros se pudo reflejar a su madre en una cama, convaleciente y con aparatos a su lado, con una mirada puesta en un solo lugar, la esquina donde está colgado un espejo chico.

Tiene canas y un poco de arrugas en su blanco rostro, esos ojos apagados igual que sus labios antiguamente rojos como los recordaba.
Brassica sonrió cuando reconoció esa silueta.

Jamás olvidaría a su primogénito, ni en su lecho de muerte.

— Pensé que te habías olvidado de mí, hijo... Te ves muy guapo, con buen salud y futuro. ¿Cuántos años tienes, cariño? Perdí la cuenta, en este lugar el tiempo pasa lentamente.

— Soy veinteañero madre, voy a los treinta, parece que la vida no te trato bien

Sabia que eso había sonado como un reproche.

— Treinta años... Casi — su madre rió entre dientes antes de tener un ataque de tos, los odia tanto - Eras un bebé cuando te trate tan mal, perdóname cariño, perdóname por todos los golpes y chantajes que te di. Yo... Estoy mal.

Y de sus ojos miel apagados surgieron lágrimas sinceras de arrepentimiento

— Mierda, no hagas esto — susurro él con un hueco en su corazón al verla llorar.

— V-Ven — Tartamudeo su madre, llamándolo para que se sentará a un lado de ella.
Accedió por qué no se iba estar poniendo difícil en esos momentos seriamente críticos por supuesto. Y como un flashback se sintió como un niño de tres años, cuando ella tenía cordura y le siempre le contaba sobre su vida viajera.

—¿Cómo es que tienes sida? — susurro.

— Yo misma, necesitaba droga y ... por no hacer casos a las instrucciones mírame, muriendo. Pero he vivido bastante ¿No? Desde que eras un niño hasta ahora. Voy a vivir para siempre, para estar contigo y Tarble para siempre — sonrió.

Pero sabía que no era verdad, no la contaría.

— Claro, madre.

— Oh vamos, cuéntame ¿Que has hecho en todos estos años?

Azul → Bulma BriefDonde viven las historias. Descúbrelo ahora