VII

843 91 17
                                    

—¿Tu ex? —preguntó incrédulo el mexicano, señalando con el pulgar por encima de su hombro.

—Sí—afirmó Antonio con la naturalidad que uno implementa para decir que el cielo es azul.

Fernando abrió la boca, pero, al no conseguir que palabras fuesen proferidas por ésta, la cerró. Parecía un pez fuera del agua. Por otro lado, el español bajó la mirada a sus pies, que se removían en su lugar con incomodidad y nervios, sabiendo que el contrario no tenía o no sabía qué decir.

—Soy bisexual—confesó en voz baja, casi había parecido un sutil susurro del viento.

—Oh—fue lo único que respondió Fernando, aun asombrado por aquella frase. Guardó silencio unos instantes, viendo lo inquieto que se encontraba su amigo—. Las cosas lucían tensas con él. ¿Qué sucedió?

Vio que el rubio abrió la boca para responder, pero rapidamente la cerró, presionando los labios entre sí con fuerza, como si temiera decir algo erróneo. Antes de que cualquiera de los dos pudiese proferir ruido alguno, se escuchó un gruñir al unísono. Los dos se miraron sutilmente, reconociendo que sus estómagos rugieron, avisando que tenían hambre y exigían comida tan pronto como fuese posible. Antonio sonrió tímidamente con ligera diversión.

—Vamos a buscar algo de comer.

Y así, los dos se dirigieron a un restaurante de comida rápida que se encontrara cerca del lugar. Ya con sus alimentos, se sentaron en una de las mesas que se hallaban libres con dos sillas. Se colocaron uno frente a otro y, por largos segundos, no hicieron nada más que comer sumidos en un silencio pesado. Sorbiendo la soda de su vaso con una pajilla, Fernando miraba al contrario que observaba las papitas sobre la charola con total interés. Antonio terminó de masticar lo que tenía en la boca y tragó, antes de decir:

—Las cosas no funcionaron bien.

Fernando le escuchó suspirar. Dejó el vaso sobre la mesa y centró toda su atención en el rubio, sin decir nada.

&¿Recuerdas que te dije que hace poco había estado en una relación donde me engañaban con otras dos personas?— preguntó, alzando ligeramente la vista para ver como su acompañante se limitaba a asentir como respuesta —. Pues era él. Luis, el chico que viste hace poco, estaba jugando conmigo y otras dos chicas. Cuando supe, les dije de inmediato, pero ninguna me creyó. Supongo que siguieron con él, pero yo no dudé y terminamos. Había sido claro con Luis. Le dije que no quería volver a verlo de nuevo y así fue, durante un tiempo.

—Te ha vuelto ha buscar.

—Sí. Empezó hace una o dos semanas, enviándome mensajes. Luego, recurrió a las llamadas.

—Y ahora viene a buscarte a la universidad—el moreno resopló, dejándose caer contra el respaldo de la silla y cruzándose de brazos. Por alguna razón extraña, la situación le irritaba—. Es un puto acosador si me preguntas.

&Supongo que puede catalogarse de esa manera.

Se quedaron en silencio de nuevo; Antonio comenzó a jugar con una papa frita mientras Fernando le observaba.

—No pensarás volver con él— dijo el mexicano y el español negó sutilmente con la cabeza—. ¿Qué hará entonces?

—Ignorarlo. ¿Qué más puedo hacer? Me usó nada más. Me tenía solo para satisfacer sus sucios deseos sexuales. Soy más que un saco de carne y huesos.

&Lo eres—aseguró Fernando con tanta seguridad que logró captar la mirada de Antonio sobre su persona—Eres más que una cara bonita, gran altura y sedoso cabello. Eres una persona increíble, Antonio, porque eres gracioso y amable, te preocupas más por el resto que por ti mismo. Te mereces a alguien de tu nivel que sepa valorarte.

Amor hispanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora