La verdad es que se había levantado de la cama con buen animo. A diferencia de lo que anteriormente había pensado, las cosas con Luis estaban yendo bastante bien. El castaño no era obsesivo ni intenso, mucho menos presionaba al rubio para que las cosas avanzaran con mayor rapidez. Actuaban como desconocidos que poco a poco comenzaban a forjar una linda y amena amistad, aunque de antemano Antonio sabía que el muchacho esperaba que el amor floreciera nuevamente en su corazón para que volviesen a ser pareja. Sin embargo, el rubio ya estaba encantado con Fernando. El mexicano nunca estaba más de media hora fuera de su mente. Pero esa era solo una de las razones por las que se encontraba de buen humor; ese día era su cumpleaños.
En cuanto encendió su móvil, miles de notificaciones, mensajes y llamadas, empezaron a llegar a éste, siendo felicitaciones por haber cumplido ya 20 años. Contestó a todas con una brillante sonrisa en el rostro, agradeciendo las buenas palabras y deseos de sus seres queridos que habían recordado aquel día.
Sin más preámbulos, se arregló para ir a la universidad, vistiéndose con más elegancia de la usual. Luego de salir de casa y mientras se dirigía por las calles españolas hacia el colegio, recibió una llamada de improvisto que contestó con alegría. Estuvo hablando al teléfono durante todo el trayecto, hasta que debió entrar al salón pues no estaba permitido el uso de celulares dentro de éste mientras las clases se impartían.
El día, aunque transcurrió como cualquier otro, era uno agradable y distinto a los otros. Cuando menos se dio cuenta ya era hora del almuerzo, por ende se marchó en dirección a la cafetería, dispuesto a gastar más dinero del acostumbrado en sus alimentos solo porque era una ocasión especial. Llegó al recinto que tenía forma de domo, armada con vidrio polarizado, y se compró sus alimentos sin importar que hubiese una extensa fila en la que debió esperar largos minutos. Cuando tuvo su comida en manos, buscó donde sentarse y se encontró con que en una de las mesas se encontraban sus amigos, por lo que se acercó a ésta casi dando saltitos de animo con cada paso. A penas a un palmo de distancia de la mesa, Cristóbal se percató de su presencia y sin tardar ni un segundo, se levantó de su sitio para ir donde el rubio para darle un cálido, y varonil, abrazo que casi le causa muerte por asfixia y algunas costillas rotas. El resto, incluído Daniel, igualmente le felicitaron con burlas y demás antes de sentarse todos a la mesa a engullir lo que habían comprado mientras conversaban de temas varios. Fernando llegó al poco rato y se sentó junto a uno de los muchachos sin hacer acto de presencia espectacular. Simplemente llegó, se acomodó en una silla, sacó el almuerzo que llevaba en la mochila desde casa y comenzó a saciar su hambre, soltando palabras para formar una conversación con el resto de los chicos.
Antonio no pudo evitar sentirse ligeramente decepcionado por la falta de interés del moreno con respecto a su cumpleaños. Había esperado aunque fuese un "Feliz cumpleaños" de su parte. No esperaba que le llevase fuegos artificiales ni que palomas blancas salieran volando cuando le diese un abrazo o algo así. No. Sólo había deseado que el mexicano hubiese recordado el día que era y que esto hubiese significado algo importante, pero el muchacho ni se inmutó con la fecha. El rubio se sintió irremediablemente insignificante para Fernando, pero supo ocultarlo bajo una perfecta sonrisa de alegría que logró engañar a cada uno de sus amigos, incluyendo Cristóbal.
Luego del almuerzo, sus clases continuaron sin inconvenientes hasta que por fin fue hora de retirarse.
Fernando aun debía presentarse a dos clases más, pero su necesidades fisiológicas hicieron presencia y por ende se dirigió al baño. Cuando regresaba por el pasillo hacia su aula, mirando por las ventanas amplias que estaban limpias y brillantes, se percató de que Antonio se encontraba caminando en dirección al portón de la universidad. Se limitó a pensar que sus clases habían concluido y que por ello ya se estaba marchando a su hogar, pero cambió de idea cuando vio, allá abajo, que había un Beatle blanco en el cual el rubio se montó. Reconocía ese carro con facilidad. Lo podría haber identificado en cualquier lado sin problema. Era el auto de Luis y esto solo causó que el moreno se irritase sin remedio. ¿Qué hacia Antonio en el carro de ese muchacho y a donde se dirigían con tanta prisa? Vio al Beatle marcharse, mezclándose con el resto de automóviles en las calles. Inconscientemente, frunció el ceño con insatisfacción y molestia. Dispuesto a continuar con su camino en dirección a su salón, retomó la marcha, embutiendo las manos en los bolsillos de sus pantalones y mirando el suelo desinteresadamente.
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Amor hispano
Teen FictionUno es de México, otro de España. Uno está en tierra extranjera, otro en su pueblo. ¿Qué traerá el porvenir para ambos?