Abrió los ojos un segundo, viendo que el lugar ya estaba iluminado por el Sol que se colaba entre las cortinas. Se movió en la cama, con los ojos cerrados, aguantando el dolor que aquejaba sus músculos y quedó de frente con el rubio que seguía durmiendo con tranquilidad. Lo observó en silencio, notando que el más alto tenía los labios entre abiertos, con un río de baba que bajaba por su barbilla hasta mojar la almohada donde descansaba su perfil.
Escuchó como Antonio soltaba un sonido nasal similar al de un cerdito y contuvo la risa para no despertarlo. Soltó un ligero bostezo, recordando todo lo que había pasado el día anterior.
Antonio se quedó en su departamento, y actuaron como una pareja durante el lapso de tiempo en el que el Sol estuvo en el cielo. Cuando la noche cayó, empezaron las caricias. Al principio se había rehusado de ser el de abajo, pero conforme se desarrollaba la situación, le fue difícil negarse y, aunque le costase admitirlo, le gustó. Eso no lo hacía menos varonil y masculino, ¿cierto?
Se sentó en la cama, sintiendo como un dolor le recorría toda la espalda, pero se abstuvo de quejarse. Su gato maulló al pie de la cama y se agachó para tomarlo en brazos. Lo acarició un rato antes de dejarlo junto al español; el minino rápidamente se acurrucó contra la cara del muchacho.
Se puso en pie y fue al baño a descargar su vejiga llena. Luego, fue hasta la cocina para preparar algo de desayunar, pues la verdad es que estaba hambriento y probablemente Antonio también moriría por probar bocado cuando se despertara.
El rubio sentía cosquillas en la nariz y comprendió que eso se debía al pelaje del gato cuando abrió los ojos. Rodó sobre el colchón hasta quedar boca arriba y talló su cara con ambas manos, tratando de espabilar. Miró el techo unos largos segundos, esperando que su cerebro comenzase a trabajar óptimamente y, cuando lo hizo, recordó que no estaba en su cuarto, ni en su departamento, sino en el del mexicano. A su mente llegaron todos los acontecimientos de las últimas veinticuatro horas y no pudo evitar sonreir como tonto enamorado. La verdad es que estaba sumamente feliz.
Un aroma a tocino friéndose hizo que su estómago rugiera de hambre, por lo que se puso en pie. Rascándose la cabeza y bostezando, caminó descalzo y en ropa interior hasta llegar a la cocina. Se recargó contra el marco de la entrada y se dedicó a observar, de brazos cruzados, al moreno que cocinaba con habilidad.
—¿Vas a quedarte ahí mirándome?— preguntó el moreno, sin mirarle y volteando un panqueque en el sartén.
—Podría.
—Eso es un poco extraño.
Antonio se encogió de hombros, restándole importancia al asunto, y se adentró a la cocina. Fue hacia una de las gavetas y tomó un vaso de vidrio para luego llenarlo de agua del grifo. Bebió aquel liquido transparente que refrescó su sistema y dejó el vaso sobre la encimera para luego colocar su mano libre en la espalda baja del moreno, causando en él un sobre salto.
—¿Cómo te sientes?— preguntó, genuinamente interesado.
—Me duele todo el puto cuerpo— confesó, moviendo las manos ágilmente.
—Lo siento.
—No te disculpes.
—Si te sirve de algo. Siempre duele la primera vez.
—¿A ti también te dolió?— el rubio asintió y su estómago volvió a rugir—. En un segundo término de cocinar. Mientras, puedes llenarte de agua.
Antonio negó con la cabeza y descansó su barbilla en el hombro desnudo del más bajo, viendo como éste movía los panqueques y el tocino en las sartenes. Sus manos descansaban en la cintura del moreno, y supuso que a él no le molestaba puesto que no se apartó ni se quejó. Quizás aun estaba bien actuar como pareja y, en cuanto saliera del departamento, volverían a ser solo amigos. Besó la mejilla de Fernando, ocasionando que éste se voltease a mirarlo y aprovechó para besarlo en los labios.
Un resuello de sorpresa se hizo escuchar en todo el recinto, ocasionando que los dos muchachos se separasen y se girasen a mirar de dónde aquello había venido. A Fernando se le cayó el alma a los pies en cuanto vio a su madre ahí parada.
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Amor hispano
Teen FictionUno es de México, otro de España. Uno está en tierra extranjera, otro en su pueblo. ¿Qué traerá el porvenir para ambos?