XXVI

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Estaba preocupado. Miraba su comida con poco apetito, picándola con un dedo e ignorando el hecho de que Cristóbal estaba sentado justo frente a él.

-¿Qué sucede, tío?- preguntó su mejor amigo.

Antonio suspiró pesadamente y alzó la mirada para observar al otro muchacho, quien le dirigía una mirada llena de interés y preocupación.

-No es nada.

-¿Me ves cara de imbécil? Es claro que algo te agobia.

Volvió a mirar su emparedado en el plato antes de clavar su atención en su amigo. Inhaló profundamente y comenzó a relatar lo que había sucedido los últimos días, causando que Cristóbal abriese con sorpresa los ojos. Aquello sonaba digno para una telenovela.

-Entonces- decía el castaño-, ¿están saliendo?

El rubio asintió con la cabeza.

-¡Enhorabuena! Estoy feliz por ti, tío.

-Gracias- sonrió débilmente el más alto-. Sin embargo, estoy preocupado por su relación con su familia. Ya te lo he dicho, no se lo tomaron muy bien. Y su hermana le ha llamado para que se viesen hoy. Tengo curiosidad de saber por qué lo ha citado. Realmente espero que no sea nada malo.

-No te preocupes. Fernando ya es un chico grande. Se puede cuidar solo.

Antonio lo sabía, pero no podía evitar angustiarse por el moreno. Se limitó a mirar su almuerzo mientras su mejor amigo lo engullía con emoción.

...

Las horas habían pasado con una lentitud que exasperaba al rubio, pero, finalmente, sus clases habían concluido y se encontraba caminando en dirección a la salida de la universidad, mirando hacia el suelo y aun preocupandose por su actual pareja; aun le costaba creer que podía llamar novio a Fernando, mas no es que se sintiera raro ni mal, todo lo contrario.

Llegó al portón principal y se detuvo cuando en su campo de visión aparecieron un par de pies, cuyos zapatos reconocía. Alzó la cara y sus ojos verdes se encontraron con los cafés del mexicano. Fernando lucía tranquilo y dedujo que la charla con su hermana no había salido mal como esperaba. O al menos eso suponía.

-¿Cómo te fue? - preguntó Antonio, genuinamente interesado.

-Mejor de lo que esperaba- confesó el moreno, encogiéndose de hombros-. Mi hermana se lo tomó bien. Dijo que ella no le importaba si yo salía con un chico o una chica, que seguía queriendome y que seguía siendo su hermano. Dijo que lo acepta y que no me odia ni nada de eso. La verdad es que me alivió escucharla.

-Me alegra saberlo- sonrió el español, tranquilo de ver bien al moreno.

Realmente no esperaba que la hermana de él lo aceptara. Había creído que se lo tomaría como sus padres y lo alejaría, pero era bueno que no fuese así.

-Sí- continuó Fernando-. Pero me dijo que mis padres ya no me ayudaran económicamente. Supongo que tendré que buscar un trabajo, aunque tampoco es mucho el problema porque tengo la beca de la universidad.

-Oh... - hubo un momento de silencio en el que ambos parecían meditar algo sin mirarse. Antonio tenía los ojos clavados en sus manos y finalmente, pensó en voz alta-. ¿Y si viviésemos juntos?

-¿Qué?- Fernando le miró, con las cejas unidas y causando que el adverso le observara con ojos llenos de sorpresa.

¿Lo dijo en voz alta? Antonio se puso rojo cual tomate, completamente avergonzado por hablar en voz alta sin pensar.

-No- se apresuraba a decir el rubio, negando con la cabeza y moviendo las manos como si tratara de explicarse-. Espera. Sé que podría ser algo apresurado porque llevamos saliendo un par de días. Es decir, no lo digo por eso. No. Ahm... Lo digo porque así podemos dividir la renta y te saldrá más barato. No es como si fuesemos a dormir en el mismo cuarto. Podemos rentar un apartamento con dos recamaras para que cada uno tenga su espacio. C-claro, solo si quieres.

Fernando se quedó observándolo, en silencio, antes de desviar sus ojos a un costado, embutiendo las manos dentro de los bolsillos de su pantalón y aclarándose la garganta.

-Lo pensaré- dijo, causando que el rubio aguantase un suspiro de alivio.

Había pensado que la había cagado.

-En fin- exhaló Fernando, pasándose la mano por su cabello negro-. Debo ir a clases. Aun me queda una.

-¡Ah! Por supuesto. No debes llegar tarde.

El moreno miró alrededor para luego cruzar miradas con el más alto. Se estiró para alcanzarlo y, tímidamente, besó sus labios.

-Nos vemos luego- dijo, marchándose rápidamente, evitando que el español viese el ligero sonrojo que se hallaba en sus pómulos.

Antonio solo pudo ver como se alejaba, incapaz de hablar. Cuando volvió a mirar hacia el frente, pudo vislumbrar a un castaño que yacía postrado junto a su auto. Alzó la mano y, cohibido, saludó Luis quien respondió de igual forma, algo desanimado. El rubio tendría que dar una larga explicación al contrario. Y tendría que aguantar su felicidad que lo desbordaba.

Amor hispanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora