La verdad es que estaba realmente molesto, pero no por estar peleado con Diana, su novia, por haber olvidado por completo el cumpleaños de ella. No. Estaba molesto porque ella estaba haciendo un inmenso drama de todo ello. Se estaba exasperando con su actitud y comenzaba a parecerle cada vez más una chica irritante. Sin embargo, más por compromiso que por deseo, decidió recompensarle las cosas comprándole un regalo. El plan era simple, iría al centro de la ciudad a comprar cualquier cosa que pudiese gustarle a Diana y volvería a casa. Ya después le daría el regalo, porque la verdad es que no quería verla durante un buen rato. Pero el día había sido uno realmente malo. Primero, no había agua caliente en su edificio, por lo que se tuvo que bañar con agua literalmente helada. Después, ya cuando estuvo vestido y fuera del complejo de departamentos, a unas calles de distancia, un perro le orinó los zapatos cuando él se encontraba distraído. Seguido de eso, cuando se subió a un taxi para ir a su destino, hubo un jocoso embotellamiento que solo logró estresarlo, pero finalmente llegó a donde quería. Luego de ver los alrededores y habiendo comprado un disco para Diana, se decidió a regresar a casa caminando, pero el cielo comenzó a nublarse en demasía, poniéndose gris, y de un segundo a otro había comenzado a llover. Lo malo era que no traía paraguas consigo y terminó refugiándose bajo el letrero de una tienda. La lluvia no era fuerte, pero tampoco suave. Si tenía suerte, y ese día era sobre todo mala, la llovizna cesaria en cualquier momento. Suspiró derrotado, maldiciendo todo a su paso.
Mientras miraba las gotas caer rápidamente, estrellándose inevitablemente con el pavimento de la ciudad, se deleitó con el aroma a tierra húmeda y se percató de que alguien salia de la tienda. Su atención se centró en aquella persona, cuyos ojos se encontraron con los propios y ambos se reconocieron velozmente.
—Fernando, ¿cierto?— preguntó Luis, señalando al aludido que asintió —. Tony me ha hablado de ti. Soy...
—Sé quién eres— espetó, mirando como el muchacho se detenía a un palmo de distancia de él—. Antonio ya me ha hablado de ti.
—Ya veo. Por eso actúas así.
—Sí, bueno. Dejemos en claro que no me agradas. Y está bien si Antonio es tan pendejo como para creer tus palabras y perdonarte lo que hiciste, pero yo no me trago tus engaños tan fácilmente.
—¿Piensas que estoy mintiendo?
—En efecto. No creo que lo que digas sea la verdad. ¿Qué intenciones tienes con Antonio?
—Quiero enamorarlo de nuevo.
—¿Por qué?
—Porque yo aun le quiero— dijo, llevándose una mano al pecho y sonriendo genuinamente—. Dime, ¿por que tanto interés?
— Por qué, preguntas. Porque es mi amigo y un engaño es algo doloroso. No quiero que le hagas nada. Te juro, que si lo haces llorar, te haré un candado.
—Tranquilo. No pienso hacerle nada. No creo que debas ponerte a la defensiva— le echó un vistazo de abajo hacia arriba, deteniéndose largos segundos en sus ojos chocolate—. Antonio te tiene que importar mucho.
—Supongo. Sí. Eso creo. ¿Qué más da?
—Es solo un comentario. Me parece curioso, puesto que no llevan mucho tiempo conociéndose.
—¿Eso importa?— gruñó Fernando, frunciendo sus pobladas cejas, causando que el contrario se encogiera de hombros—. Considero que conozco bastante bien a ese chico.
—¿En un par de meses?
—¿Por qué no? No es imposible, ¿sabes? ¿Qué más da si son dos o tres o cuatro meses? No importa cuanto tiempo lleves con alguien, sino cuanto de él entiendes.
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Amor hispano
JugendliteraturUno es de México, otro de España. Uno está en tierra extranjera, otro en su pueblo. ¿Qué traerá el porvenir para ambos?