Me apoye en la corteza de un árbol y tomé un poco de aire fresco con el peculiar olor a lluvia. Me levanté muy temprano, antes incluso que Peeta, y me fui al bosque. Necesitaba pensar. Me adentré más aún en la maleza y me escondí tras un pequeño saliente de tierra, a la espera de alguna pieza que cazar.
No hacía más que pensar en Gale, ¿por qué había vuelto? Todas nuestras vidas estaban ya casi atadas y ahora venía él, a cambiarlo todo. Tenia que hablar con él, con mi amigo, para que me explicase todas mis interminables dudas; incluidas las que tratan sobre la guerra y Ermion.
Caminé 15 minutos más hasta que llegué al lago. El agua estaba cristalina, no turbia como ocurre los días posteriores a las tormentas. Aún no había cazado nada, y como era verano y hacía calor, decidí bañarme. Al principio dudé: ¿y si aparecía alguien? No creo, este lugar apenas lo conocían un puñado de aldeanos, de los cuales la mayoría ya están muertos.
Me desnude dejando la ropa bien colocada para que no se arrugase. El agua estaba fría, tan solo eran las 12 y media del mediodía. Nadé como pude de un lado para otro, intentando despejarme. Miles de recuerdos invadieron entonces mi mente: recuerdos de cuando era pequeña y venía aquí con mi padre, cuando me enseñó a disparar con el arco (algo que después me salvaría la vida), de cuando me enseñó a pescar...; recuerdos con Gale, de cuando le traje aquí por primera y última vez, del día de la ultima cosecha que se celebraría en todo Panem, la última cosecha y los últimos juegos que luché; recuerdos Finnick, de cuando salvó a Peeta y Beete de morir ahogados, de cuando pescaba en la última arena, de cuando tejía las redes, de cuando murió... mi amigo murió, el que arriesgó su vida por proteger la mía; recuerdos de Peeta, de cuando nos bañamos juntos, de cuando me declaró su amor por primera vez, de cuando se sacrificaba por mí, de esas veces en las que yo le ignoraba, de cuando el era un muto... Esto último me estremeció, como todo lo demás. Recuerdos de personas que ya no estaban en mi vida o que habían cambiado con el paso de los acontecimiento. Mi vida, que era la de una chica normal que luchaba por llevar comida a casa, había dado un giro inesperado desde que el nombre de Prim salió de aquella maldita urna.
Salí del agua porque ya no soportaba estar ahí mas tiempo, dejando que los recuerdos me asolasen. Me vestí de nuevo y cogí el arco y el carcaj de flechas. Anduve por los alrededores del lago en busca de al menos un conejo, aunque en realidad ya no lo necesitaba gracias a la carnicería que había dentro del distrito.
Arrastré los pies de camino a la aldea sin hacer mucho caso a los pájaros que revoloteaban sobre mi cabeza. Involuntariamente silbe la melodía de cuatro notas que Rue me enseñó y un sinsajo en la copa de un árbol me contestó. Miré hacia arriba y lo vi mirándome. Saqué del bolsillo de mis pantalones el broche de Prim y lo miré detenidamente.
"El broche que me dio un nombre; este broche fue la chispa que inició la revolución, no yo". Pensé, quizás así la pesada de cargar con tan numerosas muertes dejase de aplastarme y oprimirme el pecho. No fue así.
Lo cogí con rabia de nuevo y lo observé fijamente. Dibujé sus líneas con mis dedos detenidamente, lo volví a mirar y lo tiré furiosa a las profundidades del bosque.
-¡Tu tienes la culpa! ¡¡TU!! Maldito sinsajo. Tu mataste a Prim, tu iniciaste la guerra, tu me separaste de Gale, tu mataste a mis amigos... ¡¡TU!!- grité frustrada en mitad de la nada. Me tiré al suelo y empecé a llorar. Lloré lo que no había podido llorar todos estos años, lo que no me habían dejado porque tenía que parecer fuerte. Apreté las piernas contra la cabeza y pasé, no se cuanto exactamente, mucho tiempo acurrucada en posición fetal.
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Las heridas del pasado. COMPLETADA
FanfictionKatniss vuelve a casa después de recuperarse, no del todo, de sus heridas. Vivirá una serie de nuevas aventuras y romances en los que la vida la dará varias vueltas y jugará con sus sentimientos.