Capítulo 1.

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Movía sus pies al son de una melodía que solo se escuchaba en su cabeza a partir de su memoria, una canción que estuvo escuchando en todo el viaje a su nuevo hogar al otro lado de la ciudad, no le importaba aquel cambio, los pocos amigos que tenía no llegaron a cruzar lazos tan importantes como para llorar por ellos o extrañarlos hasta la desesperación, solo fueron compañeros de juegos, como todo final de año hace meses donde tenían que plegar sus alas a otros lugares, y tuvo la suerte de ser a un lugar donde su habitación era solo para ella, una cama de plaza y media con suaves sábanas de colores cálidos, más imágenes en las paredes que ella misma eligió para adornar el color beige tan aburrido que era para sí, estrellas de todo tamaño, bien distribuido y capaces de brillar en la oscuridad, le parecía perfecto para su temor a no ver nada, no le gustaba estar sin la capacidad de ubicar a los seres que podían estar en el armario.

Caminó nuevamente por su cuarto, capaz de ocupar hasta un escritorio, un mueble para los libros de aventuras que le gustaba leer, y el cuadro de fotos donde personalizó borrando la cara de tantos males provocó en su padre.

Estaba oscuro, apenas la luz de la luna alumbraba la penumbra del comedor, era segundo día en el que comenzaba a crear un mapa mental de la nueva casa, habían llegado hace poco, y es que no era que odiara el edificio donde estaban antes, allí no tenía otra que compartir cama con su padre, atender a sus tristezas como una hija preocupada, pero tener un avance importante como era el ascenso del mayor tenía que celebrarlo de alguna manera, tener el suficiente dinero para comprar en cuotas su nuevo hogar donde tenían un jardín propio, dejar de subir las escaleras cuando a cada rato el ascensor de su antiguo edificio se echaba a perder, había salido con un segundo lugar en su curso primario, la vida les estaban dando una oportunidad para salir adelante.

Mas, su padre no parecía estar feliz, y menos cuando al asomarse por la puerta que aún le quedaba bastante grande a su corta estatura, podía divisar su figura sentada en el sofá, con ligeros jadeos de su tristeza. Había pasado solo dos años desde que su madre había terminado sin ninguna razón aparente con él, nunca se lo explicaron, y los echaron de su casa, los bienes eran por separado, y por ello su antiguo hogar no les pertenecía, teniendo que vivir del poco dinero de su padre para vivir en peores condiciones.

Stella no quería ser un problema más para la pesadumbre de su progenitor, por lo que su comportamiento mejoró trascendental-mente como sus intentos de subir las notas. Así había sido destacada y terminando bien un ciclo escolar, volvió a comer en la escuela para que él no pagara demás aún muchas veces terminaba con dolor de barriga al no tolerar algunos alimentos. Todo era un intento que parecía ser en vano, Outer aunque la recibiera con una sonrisa orgullosa de tener a una bella hija seguía sin chances de ver color en su vida, Stella no era suficiente para lograr que su padre no cayera en una profunda depresión, pero ella no se iba a rendir, quería lograr que él también no dejara escapar los regalos que le estaba ofreciendo su camino, si no aprovechaba lo podría perder todo.

Por eso ella había buscado por todas las maletas cualquier cigarrillo ajeno, para que no se consumiera ni por el alcohol excesivo, tenía que evitar con todas sus pequeñas fuerzas hacerle razonar.

Su presencia fue escuchada por su padre, quien había levantado la cabeza al oír a su pequeña de solo diez años, se secó las lágrimas que no podían ser visibles por la poca luz que le permitía apenas ver la silueta de la menor para acercarse a ella y sonreír como si nada pasara, como si su tristeza no fuera evidente para ella.

— Stella... ¿Qué haces despierta? Mañana empiezas la escuela y debes descansar bien.

— ¿Estabas llorando, papá?

El mayor, el esqueleto que tenía un buen gusto con la ropa como para la decoración suspiró antes de acariciar el cráneo ajeno, e invitarle a que entrara a su habitación, acostándole con su amor fraternal tan delicado, frágil, la menor le hizo caso de inmediato, cubriéndose bien con sus mantas que antiguamente pertenecía a una cama que quizás alguna otra persona estaría ocupando en ese momento. Outer besó su frente y sentado en la orilla apartó la mirada.

— No es nada... Estoy bien. Solo es el estrés. Esta mudanza es algo más complicada de lo que creí.

Outer a pesar de tener una hija, era nuevo con la experiencia de un adulto, nunca había vivido periodos de pobreza donde su única "pertenencia" era su hija, su conocimiento de la realidad era muy limitada, y buscaba ayuda ajena desesperado con tal de adaptarse a la sociedad sin parecer un raro, y el estrés de mantener a una boca más no hacía su esfuerzo más ameno, y por ello Stella trataba como podía no ser un estorbo para que su padre joven lograra manejarse en las calles, todos tienen sus distintos grados de dificultad para aprender.

La menor infló las mejillas, en su edad tampoco comprendía bastantes reglas de una sociedad, pero trataba de adentrarse para ser de ayuda pese tener que dejar atrás lo que era una infancia perfecta, no tuvo la suerte de algún niño de tener una familia feliz, una vida rosa, tenían sus prejuicios, su padre estaba demacrado por la separación, ella había tenido problemas para hacerse amigos, tener que madurar un poco más. No sabía lo que implicaba una mudanza, pero creía que con más paciencia podría conseguir cualquier cosa, además de empeño.

— Tienes que descansar, papá. —Animó ella con una dulce sonrisa determinada— ¡Papá es genial!

Rió enternecido, para él, su hija era un ángel del cielo, tan vivaz y valiente, estaba feliz de tenerla y se preguntaba muchas veces qué había hecho para merecerla, levantarse y ser destacada, hermosa, sabía que ella iba a tener un buen futuro si seguía así, no como él que se había encaprichado con una humana que le hizo dejar su familia atrás, sin importar ser como un esclavo para ella, un capricho. Había sido un idiota enamorado, y quería proteger a quien más quería para no quedar como él, atascado en la tristeza de ser dejado, en su perspectiva, todo lo que estaba logrando no era motivo para estar conforme, no se sentía cómodo y sabía que con fantasías no conseguiría nada, ni una mansión, no sabía lo que quería en realidad.

Dolido suspiró.

— Gracias, Stella. Pero insisto, la pequeña tiene escuela.

— Pero pap--

— ¿Si te leo un cuento?

— ¡Hecho!

Siempre era vencida cuando le ofrecían una historia antes de dormir, y corriendo a tropezones tomó un libro de su mochila para volverse a acostar y darle el libro, eran pequeños poemas con historia de por medio, las rimas le fascinaban, y Outer buscando algún poema eligió una Oda a las estrellas.

"Pequeños astros de luz que nos miras.

Tan lejos pero tan brillantes.

Capaz de iluminar nuestra vida con tu titilar dominante.

Algún día nos mandarás señales.

Mensajes de amor con tus colas fugaces."

Siendo las horas de la madrugada la menor había caído dormida de inmediato, dejando a un poeta con su prosa en el aire, Outer cerró el libro después de leer en silencio todo el poema, mirando la ventana de la habitación para observar con lujo las pocas estrellas que se podían apreciar del manto estelar, le hubiera gustado ser astrónomo, era su deseo de toda la vida, pero desde que tuvo a su pareja tuvo que conformarse con una licencia técnica, una estrella fugaz iluminó sus cuencas, y aunque pedir deseos eran cuentos de niños cerró sus cuencas deseando dejar de tener su alma tan vacía, encontrar algo que calme sus pésames... O alguien.

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Tuve que hacer la portada de nuevo porque Wattpad me odia.

Mañana es la última novela que presento, la otra recién tiene un capítulo y debo avanzarla antes de mostrarles.

¡Besitos, panqués!

Dulce Estrella | OuterStaveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora