Capítulo 22.

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Outer cruzó los brazos algo rígido a la vez que movía su pie de arriba a abajo golpeteando el suelo a un rápido ritmo, su razón de estar así era porque tenía pensado visitar al de pecas, pero una reunión llegó de improviso. Debía concentrarse en el trabajo pero le costaba, su preocupación era mucho mayor. Afortunadamente, todo terminó, llenó sus informes y se apresuró a la salida, siendo interrumpido por su compañero de trabajo, Dust.

  — ¿Tienes un momento, grandulón? —No esperó respuesta, se apresuró en hablar—  ¿Si? Muy bien, gracias, acompáñame. 

— Dust, debo irme. — Interfirió.

— Es una pena, necesito que vayas donde el jefe.

El de ropas esponjosas tragó saliva, no se esperaba eso y pronto temió, fue preso hasta la oficina, siendo abandonado posteriormente por el de capucha, y respirando, dispuesto a ocultar su nerviosismo, entró. En el asiento individual estaba su jefe, escribiendo en sus papeles algo que no podía leer, en uno de los sofás había otro esqueleto con una bufanda roja pero lo demás estaba formal, por un momento se acordó la primera vez que había ido con Stave a la clínica, movió la cabeza ligeramente, volviendo a la realidad.

— ¿Qué necesita? —Dijo Outer educado.

— Solo necesito algo simple, señor Outer, necesito que rellene unos papeles de transferencia, él es un gerente del Banco asociado a nuestra empresa, mañana vendrá su intérprete para terminar con algunas cosas, el cargo sería para usted.  

  — Oh... Claro ¿Dónde debo firmar?

Tras breves asuntos pudo por fin retirarse, no se lo escapaba de la mente aquella bufanda roja, pero no debía preguntar, quizás, era una casualidad. Al salir del despacho vio al gerente del banco retirarse por el otro lado, eso era extraño, la salida no estaba por ahí; dispuesto a dejar el tema pasar, se encaminó a la casa de Stave. 

Estaba preocupado y ansioso, llevaba días, semanas sin verle, lo primero que debía revisar, era su salud, por ello cuando llegó, después de buscar las llaves escondidas bajo unos matorrales, entró, no era tan tarde, eran las seis, no había ruido en el interior, a lo mejor el menor estaba durmiendo.

Al entrar notó que el de pecas estaba recostado en el sofá boca arriba con ambas manos sobre el pecho, respiraba temblorosamente con sus cuencas cerradas. Trató de no desesperarse, caminando hasta la cocina para ver si habían rastros de loza sucia; no había nada, ni un rastro de suciedad ni en el basurero. Suspiró llevándose la mano al rostro, sabía que no debió haber dejado tanto tiempo solo al menor, seguro estaba muy débil. Respiró y volvió al living, acercándose con cuidado hasta Stave, sentándose bajo la cabeza ajena, para lograrlo lo tomó, con su cráneo descansando en su regazo.  

Stave abrió sus cuencas lentamente, sin reaccionar.

  — Hola... —Habló suave, Outer llevó su mano a su frente.

— No tienes fiebre... pero estás tibio, Stave... ¿Hace cuánto no comes? 

— ...Cuatro días...

— Stave...

Stave permaneció en silencio, desviando sus hermosas pupilas hacia un lado, el mayor acarició su rostro, no debía estar enojado, hubo veces que tras terminar con su ex-pareja no deseaba comer, solo comprando lo necesario para su hija. Sentó al menor con una expresión preocupada, acunando su rostro entre sus manos, el adverso no le dirigía mirada, tampoco lo iba a obligar, al menos respecto a eso ya que estaba dispuesto a hacer las cosas como se debía, saldar cuentas. 

  — Stave... Te quiero, y me preocupas, comprendo parte de su sufrimiento, sé que es difícil, pero no estás solo, estoy acá para ti, haré lo necesario para que puedas, más que superarlo, lograr sobrellevarlo, y esperar lo necesario. Si te descuidas, no vas a lograr nada... Quiero lo mejor para ti. 

  — Outer... No es necesario...

— Lo es, eres importante para mí, para mi hija y para tu hermano, él me pidió que te cuide, pero no lo haré solo porque me lo pido, lo hago porque quiero ver la sonrisa que te hace brillas más fuerte que un astro. 

El de pecas tuvo un ligero rubor ante sus palabras, con pequeñas lágrimas que colapsaban en las falanges del mayor, estaban bastante cerca, casi podía sentir la respiración débil ajena, empero ese pequeño ensueño se detuvo por como Stave se alejó, levatándose algo torpe. 

  — Voy a cambiarme ropa y... hablamos. Siento que no estoy presentable. 

— De cualquier forma el brillo que provoca la luz de mi estrella es suficiente para sentirme cálido y abrigado.

—  ...No entiendo. —Dijo sonriendo apenado. 

 — Lo sé.

Outer esperando a que Stave se alistara, tomó la escoba para barrer el polvo y la basura, dejando la sala limpia. Quería pensar un poco en como decirlo, ya tenía el tiempo suficiente, ambos lo tuvieron.   

  — Esto me queda un poco grande. —Dijo algo burlón el menor volviendo a aparecer con una camiseta anga corta pero ancha, estaba claro que no le pertenecía esa ropa.

— Stave, no hace calor, y estás delicado. —se le acercó, poniéndole su abrigo— Mucho mejor.

— Siento que tienes algo pensado...

— Iremos a mi casa para que pases la noche y comas, acá no hay nada.

— No soy un niño pequeño.

— No lo eres, pero hasta los adultos necesitan ayuda.

— Tampoco soy un discapacitado.

— Me alegra que estés mejor de ánimo. Vamos, estrellita.

Outer tomó su mano cariñosamente, Stave no correspondió pero no se tensó, era mejor irse pronto de la casa que producía sus penas. 

Dulce Estrella | OuterStaveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora