Capítulo 4

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Habían pasado algunas semanas antes de poder rehacer lo deseado desde ese entonces, toda acción tenía sus consecuencias y entre ellas, por haberse retirado de una reunión sin el permiso, tuvo que tener horas extras impidiendo cumplir con sus deberes como padre, no le había gustado tener que prolongar la cita, más la hora que sería tiempo después, qué cosas podrían suceder en ese periodo a su hija, empeorar y quedar en un estado más débil, era lo que menos quería.

Sin embargo debía aceptar su castigo en vez de tener peores penitencias al hacer resistencia, así que esperó con la paciencia que era su mejor virtud el tan ansiado día para comenzar su otra tortura, desplazarse por un mundo que no conocía y por más que tratara, la sociedad parecía reacia a darle una mano. Caminó por los pasillos de la misma clínica donde atendieron a su hija dando vueltas por todo el edificio, ya había preguntado a varios guardias pero no lograba ningún resultado satisfactorio, no lograba sacar una simple hora para la menor y por más que poseyera serenidad se estaba hartando de perderse en una simple esquina.

Iba a rendirse para intentar otro día, ya tendría suerte la próxima vez, mas en medio camino entre los corredores abundados de personas esperando su turno, entre ellas había uno que había reconocido de inmediato por sus inconfundibles pecas, estaba sentado más abrigado que la vez anterior y veía despreocupado la máquina donde informaba el turno de cada ser viviente de aquella habitación. Miró de reojo en qué sector estaba, no obstante al girarse bruscamente había chocado con un coche provocando que el bebé antiguamente durmiente comenzara a llorar declamando atención y el susto que tuvo por ser interrumpido de su siesta abruptamente.

— Lo siento. —Dijo con una sonrisa nerviosa Outer al ver a la madre del infante con un semblante molesto, él lo menos que quería era ocasionar un conflicto público, la vergüenza le dejaría mal sabor a la boca el recuerdo de una clínica—...Tendré más cuidado.

Reculó con las manos a la altura de su pecho en gesto de disculpas y piedad, mas el día no iba con él, tropezando con la corrida de sillas que estaba a lo largo, afortunadamente en las dos primeras sillas donde su cuerpo se derrumbó no había nadie, a excepción del tercero donde su cabeza cayó en el regazo de un sorprendido Stave, asustado de la suspensión de su concentración, su semblante se suavizó al reconocer de quien se trataba.

Outer se apartó sonrojado, sofocado por las miradas de los otros por el revuelto, se tiró del cuello de su abrigo para dejar el aire entrar y bajar los nervios, el embrollo el cual se había metido no le gustaba, afirmándose de la segunda silla para poder recuperar su compostura.

— Lo siento. —Se disculpó por enésima vez en el día, suspirando.

— No, no, descuida. Le veo tenso. —Stave mantenía una sonrisa algo burlona mirando al contrario, carraspeando—. Dese un suspiro, mire, por allí hay un baño.  

El padre solamente desvió la mirada hacia donde la mano ajena había indicado, pero la ansiedad y el estrés no le permitía encontrar nada, necesitaba descansar o seguramente se desmayaría por la presión, el de pecas vio su estado agotado y observó la hora para levantarse de su puesto limpiando sus ropas.

— Vamos. Sígame.

Para que acotara su petición, tomó de la manga azul ajena con tal de arrastrarlo hasta el pasillo, alejándose lo más posible del lugar y así entrar a un baño que no quedaba muy alejado, pero sí lo suficiente para que el llanto del crío no fuera motivo de tener que subir la voz para ser escuchado, apenas Outer entró al baño se lavó el rostro, Stave estaba apoyado en la pared sin borrar su sonrisa.

Después de recuperar la respiración, y así mismo la calma, se secó el rostro para ver a quien le salvó el pellejo hace pocos minutos, apenado.

— Gracias... Aunque no esperaba que nos volviéramos a ver de esta forma tan...

— ¿Inusual? Yo creo que esa es la palabra que busca.

— No. ...Patética. 

Stave alzó una ceja sin perder su esbozo, dejó escapar una breve risa antes de separarse de la pared y mirar el espejo, forma indirecta de verlo.

— No todos los días te encuentras con alguien de esa forma. Fue divertido y necesitaba despejarme. Salvó mi día.

— ¿Estabas esperando tu turno allá?

— No. No. —Negó con la cabeza— Da igual. Lo importante es saber qué buscabas, estás desorientado.

— ¿...Recuerdas a Stella? Vine... a sacarle una hora con el médico, pero como quiero un examen en general... no tengo idea donde pedirla.

— Stella, es difícil olvidarse de esa pequeña. Le puedo ayudar si desea.

— Puedes dejar de usar formalidades, tenemos una similar edad... ¿No?

Stave se quedó en silencio por unos segundos, terminando por desviar el rostro apoyado en el lavamanos, Outer se quedó quieto cruzado de brazos, no iba a quedarse tranquilo con aquel joven hasta que la confianza sea notable por parte del susodicho, posiblemente su apariencia brindaba la calidez que provocaba que su hija actuara más aniñada, pero él no caería ante portadas, no era quien se quedaba satisfecho con reseñas, no caería nuevamente en trucos de personas que se aprovechan de su debilidad social, había aprendido a saber con quién se juntaba, pese a que ello le hacía más alejado de más oportunidades en la vida.

— Si tuviste a tu hija a la edad de ocho años posiblemente seamos de la misma edad.

— ¿...Eres universitario?

— ¿Eh?

— Stella tiene catorce años, y más los ocho que dices tendrías veintidós.

— Oh, yo pensaba que era menor. —Se llevó una mano al mentón, encogido de hombros—. No, pero hace un año conseguí título.

Por lo menos para Outer le dejaba una cierta baraja de posibilidades que no superaban los veintiocho años, cifra que le parecía acertada, Stave se veía bastante joven a comparación suya que cargaba con pesadas ojeras, con eso le bastaría para estrechar su mano ante su ayuda.

— Soy un viejo entonces.

— Lo suponía. —Susurró.

— ¿Qué?

— Nada.

Stave rió y volvió a la salida del baño, tomando el pomo y así abrirla retirándose dejando el espacio para que el mayor saliera después de él. Outer le siguió algo ofendido mas le dio la razón, no estaba arreglado como para verse más joven. Se quitó la idea de la cabeza.

— Ya pasé mis treinta hace unos años. —Confesó— Pero eso no me hará viejo.

— Para mí, lo serás.

— ¿Dónde quedaron tus formalidades?

— Tú dijiste que no las tuviera, son las consecuencias. —Ladeó su sonrisa al ver su reacción derrotada— Muy bien, es por acá donde tienes que pedir hora para tu hija. Acompáñame.

Dulce Estrella | OuterStaveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora