Capítulo 24

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No hay mejor cura que el tiempo y atención, pasaron los días donde Stave se quedaba en la casa de Outer y su hija, en un principio dormía en la cama matrimonial solo, mientras Outer, tras varias disputas y argumentos, se quedaba en el sofá.

No así hasta dos semanas después que, después de varios besos ambos se quedaron en la misma cama, durmiendo abrazados.

Stave siempre era acompañado cada vez que se podía, pasaba la mañana sin compañía, entretanto dormía más que nada, y cuando Stella llegaba, pasaban el rato juntos, Outer llegaba dos horas después, haciendo una variedad de actividades para que Stave estuviera contento; los fines de semana salían los tres a conocer por la ciudad. Pasó un mes para que Stave recobrara energías y volviera a trabajar.

Por supuesto, Outer había pagado parte del tratamiento de Blard para mantenerlo y así no preocupar al menor; éste cada semana iba a visitarlo con tal de darle compañía a su inconsciente cuerpo. Cada noche, el de pecas miraba al cielo por la ventana, inclusive estuviera nublado, oraba para rogar a la estrellas. Stella se aprendió su rezo para recitarlo a su lado, esperando que el doble de oración diera mejores resultados.

Parecía que al segundo mes, aquella ayuda cayó del cielo, en manos de Stella.

La pequeña caminaba de vuelta a la casa de Stave, le habían pedido ese gran favor, pues ambos adultos trabajaban; tenía las llaves y un bolso del que guardaría unos objetos, así se encaminó hasta el recinto. Pero tuvo que detenerse a media cuadra al fijarse que un auto estaba detenido frente su meta, había una persona dentro, aún así, intentó ignorarlo, entrando a pasos rápidos para cumplir su misión. 

Se demoró más de diez minutos, hasta que sintió la puerta golpetear.

Mentiría si dijese que no se asustó, pero no tenía más salida que esa puerta. Miró por la ventana, reconociendo que el auto anteriormente visto, le faltaba el chofer, por ende, quien estaba tras la entrada, era su conductor. Se armó de valor y abrió un poco la puerta con tal de distinguir sin peligros al desconocido.

— Hola. —Saludó al adulto, era un esqueleto con una larga bufanda roja rodeando su cuello, una cuenca estaba tapada por un parche blanco, pero su mirada era bastante amigable.

— Buenas tardes, pequeña. ¿Eres... hija del joven Stave?

— ¿Hija? —Ambas cejas se alzaron con sorpresa, era cierto que tenía una peculiaridad compartida, que eran sus inusuales pecas doradas, no era el primero en pensar algo así; negó con la cabeza— Nop, no, aunque lo conozco.

— Oh, claro... No hay forma de que sea lo contrario si estás aquí. 

Stella se escondió detrás de la puerta, juntándola un poco, no podía caer tan fácil ante esa dulzura innata o falsa.

— ¿Por qué busca a Stave?

— Es algo bastante serio, la verdad, es para hablar sobre su hermano, Blard.

— No puedo confiar en usted, no sé su nombre.

— Perdona. —Dijo sonriendo apenado— Mi nombre es Geno Crayon, no conozco en persona a Stave pero habrá escuchado de mí más de una vez.

— Llamaré a Stave... Entonces, ¿Puede esperar?

El llamado Geno asintió, y la de pecas con su alma latiendo a mil, hizo lo dicho, informando del inconveniente que surgió, desde el otro lado de la llamada, Stave reaccionó sorprendido, casi ni lo pensó, dijo que fuera a la casa el siguiente día, donde todos podían estar presentes, pidiendo que tenga cuidado y solo volviera a casa cuando el adverso se fuera, por si a caso. 

Stella le dijo al de bufanda lo dicho por Stave, y éste agradeció por su atención, retirándose sin antes saber la dirección.

Al siguiente día, Stave caminaba de un lado a otro esperando la visita, Outer estaba sentado en el sofá, también algo impaciente, mientras acariciaba el hombro de su hija, orgulloso de su comportamiento por el día anterior. Stella no sabía para nada del destino que había metido a todos, pero sí sentía presentimientos, buenos. Por ello, estaba más tranquila que los mayores.

El timbre ni alcanzó a terminar de sonar para cuando Stave ya abría la puerta, la misma bufanda roja se hizo presente, al igual que su mirada. Stella saludó desde la distancia, mientras que Outer y Stave tenían sus respectivas sorpresas, para el menor, se trataba del guardia que Blard siempre contaba, aquel "bello joven que siempre le acompañaba por las noches". Para Outer, era claramente el esqueleto de su trabajo que vio hace meses atrás.

— Perdón mi incumbencia... —Saludó Geno, con una suave reverencia, además de delicada. Outer mantuvo silencio, el de pecas solo quería llegar al grano, quería saber cuál era la razón de que estuviera frente a un guardia de seguridad— ¿Tú eres Stave?

El aludido miró a los lados, y después se indicó.

— ¿Yo? Sí, soy Stave.

— Es un gusto verte, Blard me contó mucho de ti.

Geno tomó sus manos, estrechándolas con un claro gesto de alivio.

— Tú... ¿Tú eres...?

— Soy Geno, trabajé de guardia por un tiempo en el hospital, donde reposa tu hermano.

— ¿Trabajo extra cuando eres un gerente de banco? —Preguntó de vuelta Outer, tanto Stella como Stave le vieron con confusión, al parecer se habían visto antes de esa forma, alternaron a mirar al de bufanda buscando respuestas.

Geno bajó ligeramente la cabeza por toda esa atención, asintiendo.

— Sí, me gusta hacer voluntariados, aunque también trabajos parciales, como el de guardia, ahí pude conocer a Blard, fueron muchos meses de convivencia, muchos más del que tienes conocimiento, Stave... Jamás pensé que él iba a llegar a ese estado, y estoy muy angustiado por no haberme dado cuenta antes. Yo... —Se llevó una mano al pecho, ligeramente encorvado como si las palabras que decía hicieran mucho peso a su conciencia— Yo lo quería, y desde entonces, he buscado algún modo para contactarte. 

— ¿Por qué? —Preguntó Stave, cada vez más nervioso.

— Yo, yo podría pagar su tratamiento para que lo trasladen y salga del coma.

— ¿¡De verdad!? —Habló Stella, sonriendo con notable emoción, esa carismática interrupción ayudó a los mayores disipar la nube que se formaba, estaban anonadados.

Stave miró a Outer, de forma recíproca, era información era valiosa y había llegado tan de golpe que les costó procesarlo, podía ser él, la solución a sus penurias, el salvador de sus problemas.

— ¿Entonces? —Preguntó Geno, agachando sus cejas esperando su respuesta.

Dulce Estrella | OuterStaveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora