Capítulo 20

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Nathaniel había aparcado su auto al frente de mi casa. Por unos segundos deseé quedarme unos minutos más, pero no era por él, sino porque a pesar de que siempre esté a la defensiva con él, esta vez no lo estaba. Pero claro, era por una buena razón; porque llegar y entrar a la realidad de mi hogar con dos lunáticas que tengo como amigas, es agotador.

A pesar de las barbaridades de cosas de las que me enteré, había tenido buenos momentos con Nathaniel las últimas horas, pero igual mi mente no dejaba de pensar cada cosa y cada detalle entre la noche de ayer y el día de hoy. Es como si me hubiese caído un balde de agua fría y tener que lidiar con el frío, que en este caso era todo lo que me había dicho Nathaniel, sería difícil y llevaría tiempo.

Me había dado un baño en su casa, y me había puesto otra vez la ropa de anoche, que aunque todavía estaba un poco húmeda, no iba a salir con casi nada a la calle como solamente su camisa y unos bóxers. Recordé también que no había avisado al restaurante del porqué de mi falta y creo que ya a estas horas que son, las cuatro de la tarde, no podría ir y cumplir al menos unas horas de mí turno, por lo tanto Nathaniel me había vuelto prestar su celular para llamar al número del restaurante que se utilizaba a veces como de domicilio.

-Bueno, creo que esta fue la primera vez que pasé un buen rato contigo, ricachón. – dije.

-¿En serio? – preguntó con una sonrisa arrogante.

Me encogí de hombros.

-Yo siempre paso buenos momentos contigo. – dijo elevando y bajando las cejas al mismo tiempo.

-No me quiero ni imaginar por qué lo dices. – murmuré poniendo los ojos en blanco y él rió.

-Hablando en serio, Lauren, gracias por todo lo que hiciste. Jamás me había desahogado con alguien como lo hice contigo. – dijo.

-Creo que necesitabas desahogarte con alguien, y sólo te dejaste llevar.

-Sí. Supongo. – dijo frunciendo los labios.

-Bueno... Hasta la próxima, Nathaniel. – abrí la puerta, y bajé del auto.

Tan pronto bajé del auto un calor recorrió todo mi cuerpo por el clima, que era muy diferente a cómo estaba esto anoche, y la calle aún estaba húmeda. Pasé a la entrada de la casa y metí mis llaves en la cerradura de la puerta.

-Eh, Lauren. – me llamó Nathaniel desde su auto con la ventanilla abajo. Me giré a verlo. – ¿Se te olvida que los novios se dan besos de despedida? – preguntó con una sonrisa.

-¿Qué? – grité desde la entrada.

-¡Que quiero mi beso de despedida! – dijo. – Somos novios, ¿no?

-Tú y yo sabemos que no lo somos. Y además, te dije que resolvieras eso. – abrí la puerta, y con una sonrisa burlona hacia Nathaniel, la cerré.

Pude sentir el olor hogareño de esta casa al estar adentro, y también un olor a comida que me hizo tocar el cielo, e inmediatamente fui a la cocina. Cuando llegué a la cocina inhalé varias veces el olor a una salsa que de seguro estaba deliciosa. Y lo raro fue ver a Peyton revolviendo en un sartén la salsa, y lo más raro aún, es que la salsa olía bien.

-Vaya, pero miren quién apareció. – dijo mi amiga con su mano libre en la cadera.

-¿Qué es eso que huele tan bien? – pregunté.

-Una especie de salsa que vi en internet. ¿Huele bien? – preguntó emocionada.

-Sí. ¿A qué se debe que estés cocinando? – pregunté, mientras abría la nevera y me servía un vaso con agua.

Mi Amigo con DerechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora