Capítulo 31

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Abrí los ojos perezosamente cuando escuché que tocaban la puerta. Gemí cuando levanté mi cabeza y me di cuenta que por la posición incómoda en la que estaba ahora me dolía el cuello. Volvieron a tocar la puerta y gruñí con irritación porque vi la hora en mi teléfono y decía que eran las siete y media de la mañana.

Me levanté de la cama y me fijé que cargaba la misma ropa de anoche; estaba tan cansada que tan pronto mi cuerpo cayó a la cama quedé dormida. Solté una maldición cuando me dirigía a la puerta porque la seguían tocando.

Hasta que la abrí.

Era Nathaniel.

—Hola. —dijo.

—Hola, Nathaniel. —le dije amablemente.

No era que se me había olvidado lo que me hizo, sólo se me pasó un poco el enojo, pero aún seguía enojada.

Él me sonrió levemente y se aclaró la garganta.

—¿Cómo te sientes?

—Estoy bien. —afirmé.

—¿Todavía no estás lista? —preguntó lentamente.

Fruncí el ceño.

—¿Para qué?

—Dijiste que nos íbamos hoy.

Mierda.

—Ah...

Bueno, por mi bocota y la diarrea verbal que le dije ayer, dije que nos iríamos hoy. No lo recordaba. Pero estaba tan enfadada que comencé a decirle muchas cosas para que supiera cómo me sentía, y la verdad es que no me quería ir, todavía.

—... Pues, no me gustaría irme hoy. —dije.

—Pero tú ayer dijiste que...

—Sí, sí, recuerdo lo que dije —rodé los ojos—. Todo lo que dije.

Nos mantuvimos en silencio unos minutos, seguro él recordando todo lo que le dije ayer. Se balanceaba de adelante hacia atrás con las manos metidas en los bolsillos de su pantalón y mirando hacia el piso. Me sentía un poco incómoda porque tampoco quería cerrarle la puerta en la cara y seguí durmiendo. Aunque ganas no me faltan.

—De verdad, perdóname, Lauren. —susurró.

Suspiré.

—Nathaniel.

—No, escucha —dijo firme—. Sí, fui un completo idiota, y un imbécil, y todas las cosas que tú quieras. Cometí un error, siempre vivo cometiendo errores, pero te digo que soy sincero porque estoy arrepentido y sólo quiero que sigamos siendo amigos. Por favor. —suplicó.

Mordí mi labio con fuerza porque me sentía en desventaja de no perdonarle y también frustrada. Anoche no sabía lo que tenía al ver a Carlin y él estando juntos en el parque de diversiones, pero creo que fue que, si Nathaniel no lo hubiese arruinado, los dos hubiésemos estado felizmente anoche y yo no tuviese que lidiar con la tensión provocada por los dos. Me sentía cohibida y sola. No era lo que me imaginaba al principio. Pero como él es tan cabeza hueca, no pensó en las consecuencias que traerían sus actos.

Me miraba suplicante y expectante por mi respuesta. Yo podría perdonarlo fácilmente, pero no olvidarlo. Quería disfrutar de estos días y estando así con Nathaniel no lo iba a hacer.

—Está bien. —suspiré.

Sus labios se fueron estirando para esbozar una gran sonrisa, y me empujó con suavidad para él entrar en la habitación y cerrar la puerta.

Lo miré desconcertada.

—Nathaniel. —le advertí.

Me sonrió seductoramente y me atrajo hacia él tirando de mi blusa.

Mi Amigo con DerechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora