Capítulo 6.

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Nathaniel.

Me encontraba acostado en el sofá con una botella de tequila en la mano. Estaba desvelado, mi cabello estaba alborotado de las tantas veces que tiré de él, los dos primeros botones de mi camisa estaban desbotonados, y eso era porque me veía en la pared de cerámica que estaba a unos metros de donde estaba. Me sentía frustrado, no sólo porque no tuve sexo anoche, sino porque... De alguna forma, pensar en mi hermana me puso mal, y confundir a Lauren con ella, peor; es por eso que después de dejar a Lauren que durmiera en mi habitación, mi humor se fue a la mierda y una gran ansiedad de consumir ese maldito polvo que desde hace unos años consumía, me dieron. Y si, el tema de Nathalie me ha afectado mucho, porque la extraño, extraño hablar con ella y contarle sobre mis problemas, extraño sus gritos reprochándome o regañándome por cualquier cosa, extraño celarla cuando algún idiota se le quedaba viendo o cuando venían a hacer tareas a la casa; hasta discutir con ella extraño. Y si tan sólo mis padres le hubiesen hecho su fiesta de quince años o que hubiesen estado con ella, al menos, ella no se hubiese largado de la casa molesta para que después un carro la atropellara.

Tomo un gran sorbo de la botella de tequila y rápidamente el líquido pasa por mi garganta quemando, pero de alguna forma, no hace que se me quite este nudo en la garganta. Ya el Sol ilumina la casa con un silencio estremecedor, no deben ser más de las siete de la mañana. Mi teléfono comienza a sonar, y suspirando resignado, lo agarro del bolsillo de mi pantalón y veo el número del contacto. Mamá.

Por supuesto que no le voy a contesta, probablemente cuando le conteste ella se va a dar cuenta de mi lenguaje corporal y dirá que estoy ebrio, porque si lo estoy. Dejé sonar el teléfono hasta que no sonara más. Ya todos se han ido, y el desastre que hay no es para menos. Me levanto del sofá tambaleándome un poco, y dejo la botella en el piso, y camino hasta las escaleras subiendo los más de veinte escalones que hay. El segundo piso también es un desastre, hasta vomito hay; qué asco. Camino más hasta llegar a la puerta de mi habitación, y la abro, viendo a la cama cómo duerme Lauren. Cierro con cuidado la puerta, voy hacia la cama, y parado, me le quedo viendo durmiendo. Tiene ya el maquillaje corrido, está bocabajo con un brazo flexionado y su mano debajo de una sus mejillas y el otro brazo estirado al lado de su cuerpo. Sonrió de lado y niego con la cabeza, aprovecho de que está dormida, para comenzar a quitarme la ropa. No, no es para lo que piensan, es para darme un baño. Me quito toda la ropa rápido sin hacer cualquier tipo de ruido, y entro al baño cerrando la puerta con seguro. Abro el grifo de la regadera y el agua fría cae al suelo salpicándome. Me adentro al agua y toda el agua fría recorre mi cuerpo y de alguna forma me relaja.

***

Lauren.

Una gran punzada en la sien hizo que abriera los ojos gruñendo y con pesadez. Me senté en la cama frotándome los ojos pero el maldito dolor de cabeza seguía.

¡Ah!

Después de dejar de frotarme los ojos, con los ojos cerrados suspiré y escuché el chorro de una regadera, ¿quién se está bañando en mi habitación? Gruñendo abrí los ojos de golpe pero, me di cuenta...

¡Que no estoy en mi habitación!

¿Dónde estoy?

No recuerdo nada de lo de anoche, sólo que fui a una fiesta con mis amigas, después estuve hablando con Gary allí, después estuve hablando con un chico rubio llamado... Eh... ¿Max? No recuerdo su nombre; y después estuve hablando con Nathaniel, ¡sí!, con él estuve hablando por casi toda la noche, ya recuerdo. Pero, estuvimos hablando y tocamos el tema de mis padres y ahí fue donde me liberé un poco y quise divertirme más mandando todo a la mierda, y después tomé demasiado, y así imagino yo que quedé borracha.

Mi Amigo con DerechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora