Capítulo 39

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—¿A cenar? ¡Pero si ya yo estoy cansada!

Peyton y Kelsey estaban tratando de convencerme para que saliera con ellas a cenar afuera. Nosotras ya habíamos regresado a casa y yo estaba exhausta por todas las cosas que había hecho con ellas en mi cumpleaños. No entendía por qué no pedían comida y cenábamos tranquilamente en la comodidad de nuestra casa, sin volver a salir por allí a gastar más dinero.

Ya era de noche, las siete para ser exactos, y aunque sí, tenía hambre, pero más era el cansancio. Los pies me dolían y los tenía hinchados por toda la caminata que hicimos en el centro comercial, pero ellas estaban siendo muy insistentes y no entendía por qué. ¿Acaso ellas no estaban también cansadas? Ah, no. Se me olvidaba que ellas ya estaban acostumbradas a darle todo ese recorrido al centro comercial.

—¡Vamos! —insistió Peyton—. Lauren, yo no voy a cocinar.

—Yo tampoco. —dijo Kelsey.

—Yo me puedo preparar un sándwich. —las miré mal.

Ellas gruñeron, de tal vez de lo obstinada que estaba siendo en ese momento. Yo no quería volver a salir, además, mañana teníamos que ir a clases y no me apetecía volver salir de casa porque yo ya la había pasado muy bien en mi cumpleaños. Apreciaba que ellas se esmeraran para que el día fuese divertido, porque sí me divertí bastante, pero ya estaba muy cansada.

—¡Lauren, por favor! Volveremos rápido. Sólo cenaremos y nos regresaremos. —dijo Kelsey.

Cerré los ojos y me toqué el puente de la nariz. ¿Acaso nunca podría decirles que no a ellas? Siempre eran tan insistentes, que me irritaban.

Las observé con intensidad por unos largos segundos. Sabían que tramaban algo, esa insistencia era porque había algo que no me habían contado. Y como yo era muy curiosa, quería saberlo, así que haciéndome la rendida, solté un gran suspiro y les di una mirada cansada, fingiendo.

—Oh, está bien. —dije.

Ellas chillaron y se sonrieron de forma perversa. Fruncí el ceño y cuando Peyton me miró, les sonreí.

Mientras me volvía a duchar, porque el día había sido tan agotador que lo que quería era darme una ducha larga, pensaba que mi cumpleaños había sido muy raro. Estaba bien que la hubiera pasado bien con las chicas, pero Gary, Jack y Luke no me habían mandado ni siquiera un mensaje para felicitarme por mi cumpleaños. Ellos siempre estaban pendientes de mí, y se me hacía extraño que no se hubiesen comunicado conmigo. Eso me hizo sentir algo triste porque ellos eran importantes para mí, y yo había dicho, que estaba bien teniéndolos a ellos. No quería preocuparme por eso porque ellos de seguro tenían otras cosas más importantes en la cabeza. Por ejemplo, Luke, que se la pasaba ocupado estando en el hospital.

Despejé todas esas ideas cuando salí del baño y me encontré con un vestido turquesa, muy bonito, que Peyton me había obligado a comprarlo en el centro comercial, y ese estaba tendido en mi cama, con unos tacones que estaban en el suelo frente a la cama. Arrugué la frente y me pregunté qué hacía eso afuera de la bolsa, porque las demás, estaban sobre mi cama y no había podido sacar todas las cosas que había comprado para acomodarlas.

Grité los nombre de esas dos lunáticas y al instante, entraron a mi habitación.

—¿Ustedes sacaron el vestido de la bolsa? —pregunté.

—Sí. —respondieron.

—¿Por qué?

—Porque te lo vas a poner ahora. —dijo Peyton.

Abrí los ojos como platos y entreabrí los labios, mientras las miraba sin entender.

¿Qué iba a ser yo con tremendo vestido que era, para ir a comer a un simple restaurante?

Mi Amigo con DerechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora